Cuatro años en las trincheras

España · Fernando de Haro
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28 septiembre 2023
Necesitamos superar la guerra infinita de las dos Españas de las trincheras. Los políticos deberían ser más conscientes de sus propios límites.

Pasadas las dos de la tarde de este miércoles el panel del hemiciclo del Congreso de los Diputados sentenciaba a Feijóo: 172 votos a favor de la investidura, 178 en contra de la investidura. La única sorpresa de la “investidura fallida” ha sido que Sánchez no se haya dignado a darle la replica al candidato del PP. Detrás de los 172 votos cosechados por Feijóo hay más de 11 millones de votos, detrás de los 178 diputados en contra de Feijóo algo más de 12 millones de votos. En diputados, ha sido el PNV el que ha inclinado la balanza en favor del “bloque progresista”. El PNV no ha querido votar lo mismo que Vox y, sobre todo, no ha querido darle munición a Bildu para las elecciones del año que viene en el País Vasco. El PNV cabalga la contradicción: más del 50 por ciento de sus electores está en contra de la amnistía y menos del 20 por ciento se declara de izquierdas. La mayoría de los votantes del PNV no se consideran “progresistas”. Una vez más Sánchez ha dado muestras de una falta de autocontrol que no respeta el espíritu de las instituciones. No responder al candidato a una investidura, respaldado por casi la mitad de los votos, supone rebajar mucho la calidad de la democracia.

El panel de la votación no ha sido noticia porque desde la noche del 23 de julio los pactos estaban prácticamente sentenciados. Y con ese panel es fácil hacer el discurso de las dos Españas. La España de las derechas de un lado y la España de las izquierdas y el nacionalismo de otro. Y es fácil pensar que lo de Andalucía fue una excepción y que el voto no se mueve de bloque, no se cambia de trinchera. La España que está dispuesta a pagar cualquier precio para que la derecha no gobierne. La España antisanchista que denuncia la disolución del modelo constitucional del 78. En su discurso del martes, Feijóo ofreció pactos, hizo un llamamiento a recuperar el espíritu de la Transición y a superar los bloques. Sus palabras provocaban melancolía. Al mismo tiempo le zurraba de lo lindo a Sánchez.

¿Qué nos queda? ¿Cuatro años más en una de las trincheras? Dice ese gran sociólogo que es Víctor Pérez Díaz que no estamos condenados a la guerra infinita. Los ciudadanos podemos hacer mucho a favor de un modo civil de hacer política si mantenemos la lucidez y el equilibrio. Para eso es necesario pasar “del estado de soberanía instantánea del voto cada cierto número de años, al de soberanía compartida en permanencia”.

Se trata de que el punto de partida sea la experiencia: “sobre la base de su propia experiencia, los ciudadanos pueden comprender que, en su trato con los políticos, no necesitan imitar la belicosidad de estos, con su denigración sistemática de los otros políticos”.

Se les podría enseñar, quizá, a los políticos el sentido de sus límites. Suscitar en ellos algo de humildad. ” Para eso es necesario -dice el sociólogo- el combate contra nuestra tendencia (de ciudadanos “normales”, es decir, “regulares”) a la acidia cívica; y, por ese camino de la acidia, a caer en la deriva de una esquizofrenia como la que se expresa en un debate público hecho de gritos y susurros”.


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