Corea del Norte: en nombre de la felicidad

Mundo · Francisco Medina
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14 junio 2012
Muchos de los problemas humanos: el cansancio ante el individualismo, la falta de respuestas ante los problemas de la vida, las injusticias, el hambre y todo el mal... han llevado a muchos filósofos y teóricos de la política (sobre todo, los ilustrados del siglo XVIII) a favor de un Estado garante de la libertad humana y de la paz y la felicidad pública, achacando de "intolerancia y oscurantismo" a las religiones, incapaces (como sostuvo Voltaire) de responder a los deseos del hombre. Sin embargo, la Historia nos ha mostrado cómo los Estado que han llevado los ideales de felicidad heredados de la Ilustración han cometido auténticos desastres totalitarios en el siglo XX, superando  la ficción. En el caso de Corea del Norte, esta regla se ha cumplido a un nivel verdaderamente trágico, pues el Estado no sólo ha intervenido cada vez más y ha sustituido a la sociedad civil, sino que ha hecho trizas el tejido social y, en su lugar, ha centrado toda su andadura en torno a la personalidad de su Gran Líder, Kim Il Sung.

Se conoce muy poco de la realidad norcoreana: cierta prensa no habla de ello y, por otro lado, existe una férrea censura por parte del régimen. Mucho de lo que se sabe es fruto de una exhaustiva investigación hecha por la Agencia Central de Inteligencia americana (The World Factbook) sobre Corea del Norte: todo el sistema parece ser una versión coreana del socialismo, mezcla de las ideas marxistas-leninistas con la rígida estructura jerárquica social y el autoritarismo confucionista. Su líder, Kim Il Sung, fundador de la República Democrática Popular de Corea del Norte en 1948, ha dominado todo su país a lo largo de su vida y después de su muerte: había participado en las guerrillas comunistas chinas contra Japón en la II Guerra Mundial y fue el líder y arquitecto de la República Popular Democrática de Corea del Norte. Ningún otro líder ha tenido tal papel en la planificación y dirección de la sociedad que ha creado: una rígida estructura de clases donde se enfatizan los valores jerárquicos confucionistas. Una sociedad orwelliana de "control del pensamiento", fuertemente militarizada, con una economía socialista empobrecida, un sistema educativo limitado y un sistema de atención a la salud lamentablemente deficiente, sin libertad política ni religiosa. Lo que es sinónimo de "sociedad civil cero".

Kim Il Sung o el culto a la personalidad

Este fenómeno de culto a la personalidad ha florecido en el contexto especial de un país relativamente pequeño con una población homogénea, una tradición de armonía social, gobierno autoritario y fidelidad del pueblo a su gobernante y, en este caso, al carismático líder con un estilo único de liderazgo. Raramente se escucha una crítica por muy pequeña que sea (incluso en privado): la gente tiene miedo de criticar al régimen.

Es inevitable preguntarse qué sustrato ideológico-moral hay detrás de la sociedad norcoreana cuando la muerte de Kim Il Sung dejó a la nación conmocionada y su pérdida se vio como la pérdida de un padre, alcanzando su culmen, cuando, en 1998, se le proclamó Presidente Eterno de Corea del Norte. Esta atribución de una supuesta "semi-divinidad" se reforzó con motivo de las catástrofes naturales, inundaciones, sequías y hambrunas que, en 1995, se apoderaron de la nación y la situaron cerca del colapso económico, atribuido todo ello a la pérdida del "Gran Líder"; y ha adquirido proporciones mayores, si cabe: de hecho, sigue dominando cada aspecto de la vida cotidiana de los norcoreanos y domina sus pensamientos: las representaciones teatrales sobre su vida; las peregrinaciones por todo el país, las  conmemoraciones por el día de su nacimiento, o las expresiones públicas de dolor a la muerte de Kim Jong Il son un claro ejemplo de este pensamiento dirigido.

Kim Il Sung consiguió rehacer completamente la estructura social norcoreana sin tener que acudir al terror empleado por Stalin y Mao al crear las sociedades comunistas de la URSS y de China. Su éxito al plasmar el cambio social fue mucho mayor que el logrado por otros regímenes comunistas.

El Partido de los Trabajadores ejerce un control en cada aspecto de la vida de la persona en diversos grados y en las distintas etapas de evolución de la persona: desde niños ya se ingresa en las Juventudes del Partido; reciben adoctrinamiento ideológico y dan un día completo  para el voluntariado. Todo el mundo acude a las sesiones de estudio sobre política como otra forma de adoctrinamiento. La participación en ellas es obligatoria y a los estudiantes se les separa de los estudios académicos para centrarlos en el estudio de temas de actualidad. Junto a estas sesiones, las llamadas sesiones de autocrítica son otros mecanismos de control ideológico y social para vencer cualquier intento de pensar por libre en Corea del Norte, y consisten tanto en la autocrítica personal como en la crítica hacia la actitud de otros. Con la constitución de informales "tribunales de conciencia", se fomentan, con ello, algunas de las conductas humanas más viles: falta de respeto por los sentimientos ajenos, la deslealtad, la mentira, la superioridad moral y la actitud hipercrítica hacia los demás…Se socava, también, la posibilidad de crear lazos que contribuyan a una sociedad civil cohesionada, distinta al pensamiento dirigido por el Estado.

En la sociedad norcoreana, la persona queda anulada frente a la colectividad. Ya no es la familia o la persona, sino la unidad colectiva (la fábrica, la granja colectiva, la administración o la unidad militar) la que constituye la referencia básica: la que da vivienda, comida, ropa y atención médica. Es un punto obligado de referencia y un mecanismo de control social. Para viajar, alojarse en hoteles fuera de la ciudad, comer en restaurantes… hay que obtener un permiso de la unidad de producción, quien autoriza las vacaciones y organiza los permisos vacacionales que concede el gobierno. Tiene influencia, incluso, en las decisiones que son esenciales en la vida de una persona (como casarse).

No hay lugar para la iniciativa personal o comunitaria: no existen, apenas, empresas (las que hay son de China, que vienen a invertir), ni asociaciones que no respondan a los principios ideológicos del régimen, ni iniciativas personales de ningún tipo. La unidad familiar ya no es la unidad básica del tejido social norcoreano, en cuanto que ha sido suplantada por la unidad de producción, que controla casi todos los aspectos de la vida diaria.

La inexistente libertad religiosa en Corea del Norte

Durante siglos, el cristianismo estuvo presente en Corea: la capital norcoreana, Pyongyang, había sido centro de una labor misionera protestante muy activa en toda la península. Los padres de Kim Il Sung y su abuelo fueron cristianos que asistían con regularidad a los servicios religiosos. Hoy día, con la llegada del Estado totalitario, los esfuerzos misioneros ya no son visibles: no hay cristianos que profesen abiertamente hoy en Corea del Norte y los centros cristianos misioneros han desaparecido ya hace tiempo.  Muchos de los antiguos creyentes (las familias de aquéllos que emigraron a Corea del Sur después de la guerra, la antigua élite) son tratados como miembros de una clase "desleal", "enemigos del estado" que pueden ser enviados a prisión por ello.

Es significativo cómo generaciones como la de Kim Jong Il, al no haber recibido la fe religiosa de sus padres, desconocen completamente el hecho religioso. Mientras Kim Il Sung recordaba haber asistido  a los oficios religiosos e, incluso, tocar el órgano, su hijo no tuvo esa herencia. Conocía a su padre como un hombre que ya había renunciado al cristianismo y había fundado un estado ateo en el culto a Dios fue sustituido por el culto a su persona, elevado a la categoría de religión nacional, en un desafío directo a la fe cristiana y en un intento de reemplazar a la Trinidad por la deidad de los Kim padre e hijo. Por vez primera, en Corea del Norte la hipótesis de Dios o de la trascendencia ha caído en el olvido de la sociedad.

Para entender en qué grado existe libertad religiosa en el país, una mujer disidente norcoreana que desveló su vida secreta de cristiana antes de salir del país en 1999, contó cómo "los creyentes religiosos han sido capturados y ejecutados, y a sus familias se les ha enviado a la prisión por criminales políticos…A los creyentes se les fuerza a vivir en la clandestinidad a causa de la dura opresión. Nadie podía hablar libremente de religión durante los años 60 y 70". Se desconoce si estas comunidades cristianas siguen sobreviviendo en la clandestinidad. Tampoco se tienen noticias de la labor que pueda ejercer la Iglesia Católica en Corea del Norte. Es de presumir que no haya comunidades católicas, o que éstas estén obligadas a vivir en la clandestinidad.

El Estado norcoreano parece haber conseguido dominar la conciencia de sus ciudadanos y ha desarticulado el tejido social. Sin embargo, y a pesar de la propaganda oficial, la realidad es que el pueblo se muere de hambre, y el país se está quedando sin recursos naturales. No se sabe aún con certeza qué rumbo tomará el nuevo presidente, Kim Jong Un, que, recientemente, ha descartado hacer una nueva prueba nuclear. Ni siquiera parece asomar duda alguna sobre una posible "apertura" del régimen.

La dictadura cultural de Corea es un ejemplo de cómo se puede controlar el pensamiento sin derramar sangre. La asfixiante presión que sufre la sociedad norcoreana es la consecuencia de diseñar sistemas que, con el pretexto de lograr la felicidad del hombre, han llevado las máximas ilustradas a sus últimas consecuencias, sin contar con el principal motor de desarrollo, la persona, en la construcción de la sociedad. El objetivo de crear sistemas tan perfectos que los hombres no sientan la necesidad de ser buenos deriva del miedo a la libertad creativa del hombre que tienen regímenes como el que, desde hace 50 años, está presente en Corea del Norte. Porque saben que, en el fondo, es esta libertad (y no la que propone el Estado) la que ha hecho posible, por otra parte, el desarrollo de su vecina Corea del Sur.

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