Ciudadanos, la hora del sí es sí
¿Ha ganado la izquierda las elecciones o ha perdido la derecha las elecciones? Las dos cosas. En realidad los dos grandes bloques, el bloque de la izquierda, formado por el PSOE y por Unidas Podemos, solo supera por unas pocas décimas al bloque la de derecha formada por PP, Ciudadanos y Vox. Estamos hablando de un 42,9 por ciento de la izquierda frente a un 42,8 de la derecha. Un auténtico empate técnico.
Pero la ley electoral es la ley electoral, y no todos los votos valen lo mismo. Cuantos más votos se concentran en un solo partido más escaños se sacan. Y eso es lo que en gran medida ha conseguido el PSOE. Sánchez ha conseguido movilizar el voto de la izquierda y recuperar votos que se le habían ido a Podemos. El miedo a una nueva derecha ha movilizado a los votantes de izquierda. A la derecha, por el contrario, le ha penalizado la fragmentación. La aparición de Vox ha contribuido de forma importante a que la derecha haya sido derrotada. No es la única causa pero sí una causa importante. La derecha ha perdido solo tres puntos porcentuales de voto, pero eso ha provocado que la suma de PP, Ciudadanos y Vox arroje 22 diputados menos de los que tenían PP y Ciudadanos en 2016. ¿Por qué ha sido eso? En gran medida porque no ha habido eso que Abascal a lo largo de la campaña ha despreciado como el voto útil.
No hubo sorpresa, ni voto oculto de Vox, los más de dos millones largos de votos que Vox le ha quitado al PP no se han convertido en muchos escaños.
EL PP se ha hundido hasta un fondo que le da menos diputados, 66, que tenía Podemos en 2016. ¿Ha sido la emergencia de Vox la única causa del hundimiento del PP? No. Probablemente hay un millón de votos que antes eran del PP que se han ido a Ciudadanos. ¿Por qué? Casado, que es un político consistente, ha hecho una mala campaña. Se ha acercado mucho a Vox, que parecía estar marcando la gran tendencia, cuando en realidad las elecciones se ganan en el centro. Casado y su equipo no han sabido encontrar su sitio. Y luego, claro, está la herencia de Rajoy. Al PP se le asocia con la corrupción, con los sacrificios de la crisis. Sánchez sabía que a Casado no le había dado tiempo a rehacer la imagen del PP y aprovechó la oportunidad.
Y ahora estamos en la España de los noes. Parece que estamos condenados a ser víctimas de los cordones sanitarios, los vetos. Hay que recordar que tras las elecciones de 2016 no volvimos a unas terceras elecciones porque Sánchez fue sustituido durante unos meses por una gestora presidida por Javier Fernández. Ahora el no es no viene de Ciudadanos. Arrimadas, látigo de Sánchez por su diálogo con el independentismo, ha reiterado lo que Ciudadanos prometió en campaña: pongo al cielo por testigo de que con Sánchez no pactaré nunca.
Ciudadanos ya ha puesto algunas veces por testigo al cielo de que no iba a hacer algo que luego acaba haciendo. Afortunadamente. Los de Vox llaman a los de Ciudadanos la veletita naranja, pero eso no tiene por qué considerarse un insulto. Todo lo contrario, a un partido bisagra lo que se le pide es que esté bien engrasado para moderar a la derecha y a la izquierda. Tras la repetición de las elecciones, en junio de 2016 Albert Rivera aseguró que no facilitaría con el sí un Gobierno de Rajoy.
Esto lo decía en junio de 2016 Rivera. Hizo falta tiempo, hizo falta que a Sánchez lo mandaran a casa y luego en agosto, cuando llegó el debate de investidura, Rivera transformó su no es no en sí es sí.
Rivera y su partido tienen la lógica ambición de ser el partido que lidera la oposición. Ha conseguido sumar un millón de votos más, ha conseguido un importante avance en la España vacía, ha conseguido 13 de los 66 escaños en disputa en un medio fundamentalmente rural. Lo que significa que, en gran medida, ha dejado de ser un partido de grandes ciudades y un partido catalán. Todo eso hace menos comprensible que no se convierta en un partido bisagra. Seguramente muchos de sus votantes lo han sido con el objetivo de que Sánchez no quedara en manos de Podemos y de los independentistas.