Cataluña puede ser el futuro
Cansancio y política tribal. Hubo años en que se decía que Cataluña estaba en la vanguardia de Europa y de España. En la vanguardia de la cultura, de la capacidad de emprender, en la vanguardia como sociedad laica, emancipada. Cataluña era el futuro. Quizá en algún tiempo fue verdad. A lo mejor, a lo peor, el futuro político de las democracias occidentales es un panorama político como el que se vive en Cataluña desde hace años.
En las elecciones celebradas este domingo la participación cayó a mínimos históricos. Casi la mitad de los catalanes decidieron no votar. Había miedo al Covid. Pero el miedo casi nunca es un factor absoluto. El miedo se vence si merece la pena hacer algo, si estás motivado. De hecho los muy motivados votaron, por eso hubo un poco más de participación entre los votantes independentistas. Y luego está el voto por correo. Si tienes miedo pero crees que es conveniente votar, votas por correo.
Miedo y cansancio. A lo mejor, a lo peor, el futuro es lo que vemos en Cataluña: un panorama político muy polarizado en el que votan pocos, los muy cafeteros de un lado y de otro. Mientras cada vez más, la ciudadanía ve cómo sus problemas, sus inquietudes reales, el trabajo, la salud, la lucha contra el virus quedan en un segundo plano. Si la mitad de los que podían ir a votar en Cataluña no lo han hecho no ha sido solo por miedo, ha sido porque están cansados, porque muchos han pensado que las elecciones no iban a cambiar nada.
Y, desgraciadamente, parece que llevan razón. Cataluña sigue fragmentada en dos bloques casi simétricos. Esta vez el independentismo ha conseguido un poco, solo un poco más de respaldo que el constitucionalismo. Poco más de un uno por ciento. Los constitucionalistas se han abstenido más que los independentistas. Pero los dos bloques siguen donde estaban. Solo hay movimiento dentro de cada bloque. Política tribal. Cada uno vota a los partidos de su bloque. Crecen los extremos y luego gobiernan los independentistas para no gobernar y dedicarse a una secesión imposible. Y mientras, en Cataluña, la ciudadanía ve cómo se marchan las inversiones y el talento y llega la decadencia económica, social y cultural. Mal futuro el de una democracia alejada de las necesidades concretas.