Argentina y 100 años de despilfarro

Mundo · Ángel Satué
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11 diciembre 2023
Javier Milei les dijo que la Argentina era una Nación desgraciada, desde hacía 100 años desgraciada, y que los culpables fueron los populistas y la clase dirigente.

El gaucho Martin Fierro es un poema nacional argentino del siglo XIX, concebido como denuncia al gobierno. Para que un poema llegue a ser parte del ADN de una nación, como el Cantar del Mio Cid, Poeta en Nueva York, de Lorca, o las Rimas de Bécquer, en España, es porque una parte del pueblo llano, o las élites que le influyen, depende del punto de vista que se tenga, lo adoptan porque les dice algo.

Martín Fierro le dice algo a los argentinos del pasado y de hoy. Está en el altar de la conciencia de un pueblo que, también en el siglo XIX, se sabía desgraciado por la acción de los poderosos, y ponía toda sus desgracias en las desventuras, vida y obra, de un gaucho.

Ayer Javier Milei, juró su cargo ante el Congreso de la Nación argentina, que hace 200 años era parte de esos españoles del otro hemisferio, y leyó más tarde su discurso de investidura ante una congregación de cientos de miles de argentinos (más de un millón, que se diría en España). Les dijo lo que Martín Fierro les hubiera dicho, de haber escapado de la cárcel de la tinta negra para recorrer la Pampa, libre, pero con todo su pasado en su conciencia. Se lo dijo dando la cara a aquellos argentinos que le votaron, pero evitando a los congresistas, pues se sabe en minoría parlamentaria (¿otro populismo en camino? ¿conectando con el pueblo directamente?).

Les dijo a todos los argentinos que le escucharon, y al mundo entero, que la Argentina era una Nación desgraciada, desde hacía 100 años desgraciada, y que los culpables fueron los populistas y la clase dirigente.

100 años desgraciada es mucho tiempo y además, les prometió varios años más de esa desgracia, si bien, esta vez, como medida de choque para preparar la reconstrucción nacional. Siguiendo la tradición churchiliana, vino a prometer sangre, sudor y lágrimas, por la acción de su gobierno que viene. Sonó también a ponerse la venda antes que la herida. Una herida que, ciertamente, dados los datos que dio en su primera alocución presidencial, tiene visos de gangrena.

Hablar a calzón quitado es lo que hizo, y esto es loable en los tiempos que corren en política. Quedó claro que toda responsabilidad del desastre económico, financiero y social en que se encuentra hoy Argentina era responsabilidad de los gobernantes argentinos de los últimos 100 años y apeló a la responsabilidad individual. Mientras tanto, era ovacionado por la multitud entregada en la soleada explanada, inmensa, del más inmenso Congreso de la Nación Argentina, con el rey de España flanqueándole su hombro derecho. Las culpas no llegaron al Virreinato de Río de la Plata.

Si para un español el discurso fue duro de escuchar, no imagino lo que habrá significado escuchar a Milei durante toda la campaña, avisando de los males de la patria. Eso de que uno se hace de oro si compra a un argentino por lo que vale, y lo vende por lo que dice que vale, ayer no podría haberse dado. Simplemente Milei dijo que la Argentina estaba en cero plata, y la gente lo coreó, plenamente consciente del grave momento histórico en que viven.

Habló de la macro, la superinflación, la deuda, los datos de pobreza (55%), de los 20 millones de argentinos sin esperanza, de los niños descalzos, de una educación en crisis, de los vencimientos de deuda, de la corrupción y de la inseguridad ciudadana, del estado pésimo de las carreteras, del sistema nacional de salud, y los 130.000 muertos por COVID, de un salario mínimo de 300 euros y del expolio salarial al que se han visto sometidos los argentinos… Les habló del descrédito como país, y les dijo que hasta la fecha habían sido presos de un sistema que necesitaba de su pobreza y que la única forma de salir de la pobreza es con más libertad. Una llamada de nuevo a la responsabilidad.

Ante esta situación crítica y de emergencia, sin alternativas ni tiempo, ni margen para discusiones estériles, la acción que viene, anunciada urbi et orbi ayer por Milei, fue de shock, nada de gradualismos. Motosierra.

Cabe preguntarse si será o no una manera de hablar, pues como analizó la semana pasada César Vidal en su programa de radio “Desde el exilio”, la realidad es que sus ministros y secretarios de estado son todos parte de antiguos gobiernos, han servido con antiguos presidentes, tienen experiencia de gobierno, y no cabe ver un peligroso núcleo de anarco liberales…

Desde su “Hola a todos” con voz de ultratumba, hasta gritar con la misma voz ronca la palabra libertad, arengando a la masa como profeta del liberalismo, se habían sucedido unos minutos que más bien parecían de un cenizo profesor de economía que de un presidente de un Estado.

Tenemos recursos, gente, creatividad y resiliencia, dijo. Y definió qué es abrazar las ideas de la libertad, del liberalismo, citando a Alberto Venegas Lynch, hijo. “Es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión, en defensa del derecho a la vida, a la libertad, y a la propiedad. Sus instituciones fundamentales son la propiedad privada, los mercados libres de intervención estatal, la libre competencia, la división del trabajo y la cooperización social”. Este es su nuevo contrato social con la Argentina.

Un contrato que propone un país distinto, donde el estado vela por el Derecho y los derechos, pero no dirige la vida. Donde quien la hace la paga (aplausos); un país en el cuál, quien corta la calle, no recibe la asistencia de la sociedad, sino que simplemente no cobra, dijo en espera de huelgas; un país que dentro de la Ley permite todo, pero fuera no permite nada; que no deja extorsionar a los que menos tienen, …

El tono bronco, como toda arenga, tuvo aviso a navegantes, pues no va a tolerar “que nos interfieran con el cambio”, mientras hacía una llamada a seguirle, a todos los dirigentes de la sociedad, empresarios y sindicatos.

El gentío que abarrotaba aquella plaza abierta, tan decimonónica, escuchó que abrazar las ideas de la libertad era la única manera de salir del pozo donde estaban porque “otros” “nos han metido”.  La ovación no cesó, ni el baño de masas por las calles de Buenos Aires, ovacionado como cuando ganó Argentina el mundial en Qatar.

Terminó con una mención a que su presidencia daba comienzo en plena fiesta de la Luz, Hanuká, que celebra la esencia de la libertad, con el triunfo de los macabeos, triunfo de los débiles sobre los poderosos, de la verdad sobre la mentira, de los pocos sobre los muchos, y haciendo gala de su estilo de preferir decir “una verdad incómoda que una mentira confortable”.

Y citando a Macabeos 3,19, dijo al público que “la victoria en la batalla depende de la fuerza que viene del cielo, no de la cantidad de soldados. Dios bendiga a los argentinos y que las fuerzas del cielo nos acompañen en este desafío. Será difícil, pero lo vamos a intentar”.

Tres veces, viva la libertad carajo. Pues viva, pero no como arma arrojadiza, no como las boleadoras de los gauchos.


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