Amenazas contra el Estado laico
Esto es así porque la laicidad propuesta por la Iglesia, en oposición al laicismo, entiende que la libertad religiosa es un derecho humano fundamental y que el Estado está obligado a reconocerle sin regateos, manteniendo una posición equidistante frente a todas las religiones. Así, el Estado laico está muy lejos de pretender neutralidad alguna pues se manifiesta claramente a favor de la libertad religiosa sin adjetivos, como parte sustantiva de la vigencia de los derechos humanos que regulan y dan cuerpo a un auténtico Estado de Derecho. Se trata de una propuesta incluyente que alienta la participación ciudadana en la construcción del bien común. Libertad religiosa y Estado laico son condición necesaria para una convivencia social marcada por la pluralidad cultural.
Las amenazas contra la vigencia del Estado laico en México no provienen de las iglesias cristianas. Me parece apenas obvio y sano que los cristianos, con sus iglesias, pretendan participar del debate público en temas que son de su interés y que tienen que ver con el diseño de nuestra cultura. Esta participación es necesaria al desarrollo de una sociedad civil independiente que, como bien sabemos, es condición de la convivencia democrática. Las amenazas contra el Estado laico provienen de quienes buscan cancelar esta libertad como son los laicistas y los fundamentalistas.
El laicismo sólo puede ser sostenido mediante el ejercicio de la violencia directa, velada o simbólica contra la persona religiosa y sus organizaciones, mediante la persecución directa o de baja intensidad. El laicismo pretende la cancelación del derecho de participación y libre expresión en los asuntos públicos de las personas que profesan alguna religión, así como la limitación a sus organizaciones civiles como son las iglesias.
El hermano gemelo del laicismo es el fundamentalismo religioso que pretende lo mismo, pero de signo contrario. Es curioso que ambos tengan como objetivo, explícito o implícito, el control corporativo o bien el desmantelamiento de los cuerpos intermedios de la sociedad que se resistan al control efectivo o ideológico, que para el caso es lo mismo. La experiencia histórica nos enseña que los ataques a las libertades y cuerpos intermedios de la sociedad civil son el principio de un Estado autoritario, algo que los mexicanos ya hemos conocido hasta la náusea y que nadie, en su sano juicio, puede pretender que regrese, a menos que se trate de un laicista patón o de un fundamentalista religioso. Al final del día, se trata de hermanos gemelos que justifican su existencia el uno en el otro. No es casualidad.