Algo han aprendido

España · Fernando de Haro
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14 junio 2016
Algo han aprendido. Les cuesta porque siguen con las viejas inercias. Siguen hablando, sobre todo, para los suyos. Siguen con la costumbre de sumar monólogos. No han superado la querencia a la descalificación del adversario. Pero algo han aprendido. El debate electoral de los cuatro principales candidatos a la presidencia del Gobierno, celebrado este lunes, ha tenido, afortunadamente, un tono muy diferente al debate parlamentario de “no investidura”. Quizá fuera porque no les convenía equivocarse, porque pesaba el lamentable espectáculo del cara a cara entre Sánchez y Rajoy, quizá es que, por fin, empiezan a darse cuenta del inmenso cansancio de los españoles por cierta forma de hacer política, entiéndase la bronca permanente.

Algo han aprendido. Les cuesta porque siguen con las viejas inercias. Siguen hablando, sobre todo, para los suyos. Siguen con la costumbre de sumar monólogos. No han superado la querencia a la descalificación del adversario. Pero algo han aprendido. El debate electoral de los cuatro principales candidatos a la presidencia del Gobierno, celebrado este lunes, ha tenido, afortunadamente, un tono muy diferente al debate parlamentario de “no investidura”. Quizá fuera porque no les convenía equivocarse, porque pesaba el lamentable espectáculo del cara a cara entre Sánchez y Rajoy, quizá es que, por fin, empiezan a darse cuenta del inmenso cansancio de los españoles por cierta forma de hacer política, entiéndase la bronca permanente.

Rajoy y Rivera fueron los claros ganadores. Iglesias el perdedor y Sánchez, para su desgracia, para la del PSOE y para toda España, se quedó fuera. Pero lo interesante es que el mayor o menor éxito de los cuatro candidatos dependió de su capacidad de aprendizaje.

El presidente en funciones salió victorioso del bloque económico. El líder del PP durante la primera parte del debate hizo esfuerzos por hacerse entender y se explicó bien al destacar los logros de su gestión. Le ayudó mucho su habilidad como parlamentario y el presentarse como la víctima de Iglesias, Sánchez y Rivera. Los ataques de los otros aspirantes le permitieron enfatizar la necesidad de hacer un análisis ponderado y realista de lo conseguido bajo su presidencia. La pedagogía exhibida por Rajoy, ese remangarse y bajar a la arena le hubieran venido bien durante sus cuatro años de Gobierno. Pero el líder del PP flaqueó en la segunda parte, en el bloque dedicado a la corrupción y a la regeneración institucional. Lo tenía bien difícil: la imagen de los populares está muy manchada. Y se equivocó radicalmente al recurrir al ataque personal a Rivera cuando salió a relucir el caso Bárcenas. Al PP en este capítulo solo le queda una solución: pedir perdón.

Acertó Rivera al corregir errores. El líder de Ciudadanos sabe ya que tiene que ser mucho más humilde. Por eso evitó pasarse de frenada como en la anterior campaña en la que se había creído que estaba cerca de la Moncloa. Corrigió al enfrentarse tanto a Rajoy como a Iglesias. Ciudadanos comparte muy poco con Podemos, aunque sean dos nuevas formaciones. Rivera fue el más eficaz al desmontar la demagogia de Iglesias con la financiación de los partidos y al poner en evidencia la quimera del programa electoral de la coalición de izquierdas. El líder de Ciudadanos hizo bien en atacar a Iglesias, ha aprendido que su crecimiento depende del voto joven que se ha ido a Podemos. Y Rivera tuvo su mejor momento al pedir regeneración y limpieza, un nuevo modo de hacer las cosas. Sonaba convincente cuando reclamaba un proyecto en el que nos podamos reconocer todos. No cometió el error del debate de investidura, no le exigió a Rajoy que se marcharse, sino que reflexionara para facilitar la gobernabilidad. Rivera gana cuando se serena.

Sánchez rebajó la descalificación personal hacia Rajoy. Parece que es lo único que ha aprendido. El líder del PSOE no consiguió abrirse paso. Se equivocó en la primera parte del debate al enfrentarse solo al líder del PP. Iglesias, que es su mayor adversario, se presentó para sorpresa de todos como un líder socialdemócrata en el bloque económico. Y el líder de los socialistas no plantó cara a quien le arrebata su espacio natural. En la segunda parte sí lo hizo, pero sin eficacia, repitiendo obsesivamente el reproche a Iglesias por no haberle apoyado en la investidura.

Iglesias ha aprendido que para ser líder de la izquierda tiene que abandonar el radicalismo. De ahí su voluntad de mostrar un perfil moderado, incluso algo gris. Pero el tacticismo de su “recolocación” ideológica se hizo demasiado evidente. Sus palabras a media voz riñendo a Sánchez por atacarle tenían la arrogancia de quien cree saber qué ficha hay que mover en cada momento. Iglesias se puso en evidencia en el momento en el que salió a relucir la financiación venezolana.

Esperemos que sigan aprendiendo.

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