Avance en primicia
En Antena 3 y La Sexta, dos de las cadenas de TV que más se ven en mi casa, llevan toda la semana repitiendo una y otra vez que hoy, domingo, ofrecerían en exclusiva mundial los 10 primeros minutos de la nueva película del Capitán América.
Y es que a las personas nos atraen las cosas «en exclusiva», que hacen que nos sintamos especiales de algún modo. Y nos atraen los avances, las primicias, las novedades. A veces hasta tal punto que parece que el valor de las cosas se mide en función de su novedad. Un ejemplo muy claro de esto son los trailers de las pelíclas que se estrenan en los cines, que en muchas ocasiones superan en espectacularidad e intensidad a la propia película. Bien mirado, toda nuestra sociedad, y en particular la publicidad y los medios que nos rodean, se basan en crear espectativas. Y, la verdad, que estas abran la puerta a algo verdadero o a un engaño en toda regla resulta algo bastante secundario.
El otro día, hablándoles a los chavales en catequesis del misterio que celebramos hoy, la Transfiguración de Jesús, me vino a la mente una comparación bastante cutre que espero que, al menos les sirviera para hacerse una pequeña idea del asunto. Es complicado exponer (que no explicar) estos misterios cuando a veces hasta lo más básico es incomprendido u olvidado de forma casi inmediata. Así que saqué a colación de los los 10 primeros minutos del Capitán América. Un anticipo de lo que está por llegar con el estreno de la película (el día de mi cumpleaños, por cierto).
Bien, pues digamos que Jesús ofreció a sus amigos un «avance en primicia» del Cielo.
No sabemos si por 10 minutos o por 10 segundos. En ese momento dejó de existir el tiempo, y Pedro dijo, con razón, aquello de «¡Qué bien se está aquí!». Y, en medio de todo aquello, el anuncio de lo que había de venir, tremendo y doloroso, seguido de un «¡no temáis!». Quel avance en primicia no era para crear expectativas falsas. Era para que, aun sabiendo lo que habría de venir después, se mantuviera una esperanza cierta y fiable.