Prisas

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7 enero 2014
No sé si he estado sugestionado, por las pocas veces que estos meses he podido salir a la calle, debido a mis ingresos hospitalarios y posteriores períodos de reposo, pero las contadísimas ocasiones en las que he podido hacerlo, se me ha venido el alma al suelo

No sé si he estado sugestionado, por las pocas veces que estos meses he podido salir a la calle, debido a mis ingresos hospitalarios y posteriores períodos de reposo, pero las contadísimas ocasiones en las que he podido hacerlo, se me ha venido el alma al suelo. Esperaba encontrar, al menos de forma exterior, ese ambiente navideño que  a mí, me llena de ilusión y que acompaña, a la alegría interior  que el alma de fe, vive en esos días. Me he topado con una realidad, algo triste.

Puedo entender lo de los recortes ,en tiempos de crisis, aunque no comparta algunos de ellos. Me niego a aceptar que se utilice esta medida, como tapadera de ideologías políticas, para imponerlas de forma velada. Y me molesta cada vez  más, que los grandes almacenes, ya ni siquiera, disimulen que el único interés de “su navidad” es vender todo lo que se pueda. Adelantan cada vez más, los reclamos navideños, y quitan antes de que se acaben las fiestas, toda la parafernalia que montan, con falsos mensajes de felicidad y solidaridad.

Nunca he visto tan poco ambiente navideño en mi localidad. Poquísimos adornos,en la calle y en las tiendas, casi ni un belén. Barrios enteros sin luces navideñas donde antes lucían.

Hace un par de años, oí por primera vez algo que me abofeteó fuertemente. Algunos podrán encontrar exagerada mi apreciación, pero a mí me sacudió. Una colega del trabajo manifestó de forma airada : “Odio la Navidad” “para mí es una tortura estos días”. No pude callarme y preguntarle el porqué de ese rencor. Solo supe decirme, que no tenía un porqué, pero que a ella esas fiestas, le hundían anímicamente. El año pasado parecía que la compañera, había contagiado a otros y ya no fue ella sola, escuche las mismas palabras de desprecio hacia la Navidad, en unos cuantos más.

Alto,alto,alto…. ¿Y cómo pueden estas mismas personas, llenarse a besos, deseándose unos a otros una “Feliz Navidad” cuando llega el día de nochebuena?…. Aquí hay algo que no rula. Este año he meditado sobre ello, y llego a la conclusión de lo que hace patinar a muchos. ¡Falla el amor! En sus vidas, el amor no ha encontrado lugar, ha podido más el resentimiento, el resquemor, la animadversión, el orgullo, la soberbia… Como decía en mi anterior post, se ha puesto el YO, en primer lugar.

Y de nuevo, me encuentro embalando las figuras y adornos de Navidad. Ya se acabaron las fiestas. Navidad pasó un año más. Aunque litúrgicamente, el Tiempo de Navidad, abarca desde el 25 de diciembre, fiesta del Nacimiento del Salvador, hasta el 2 de febrero, fiesta de la Purificación; pero… la prisa… ¡qué mala compañera resulta a veces!

Mientras envuelvo cada figura del belén, me pregunto si no es así a veces mi vida espiritual. Prisa, rutina, ver sin contemplar, alegría sin silencio. Salgo a la calle ,y compruebo que los escaparates han sido cambiados de la noche a la mañana. Las rebajas son las protagonistas, presentando su manzana brillante, invitando a seguir gastando, aunque no haya nada que gastar; para eso están las tarjetas, grandes usureras, que pasan factura sin piedad alguna, a la hora de reclamar su préstamo.

Algunos empiezan ya a manifestar su pesimismo  y angustia en el retorno a la rutina diaria.¿Y la luz que tanto hemos pedido, la alegría que hemos gritado, la esperanza que tendríamos que haber renovado? ¿Vamos a seguir el ritmo de esta sociedad? ¿Vamos a rebajar también nuestra entrega, entusiasmo, testimonio e ilusión? ¿Ponemos todo a precio de saldo? ¿Volvemos a presentar un catolicismo light?

¿Dónde nos hemos estancado? Tal vez hemos dejado que nuestro cuerpo se adueñe de nuestra parte espiritual y estamos haciéndole más caso. Desilusiones, pruebas, cansancio, dolor, tristeza, ofensas… Eso y mucho más, no debe apartarnos de nuestro convencimiento; el lugar donde Dios habita en nosotros. El lugar donde nada ni nadie puede quitarnos el tesoro depositado. ¡La Fe!, la que nos empuja a creer sin fisuras que somos infinitamente amados.

Hemos visto a un Niño nacer, que nos ha traído esperanza, que ha venido a ocupar nuestros corazones, ¡¡¡ dejémosle crecer en él!!! Y se encargará de todo. ¡Creámoslo! Sigamos sembrando, encendamos luces, abramos puertas, y renovemos la esperanza puesta en el portal de Belén!

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