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A partir del jueves empieza lo nuevo

Editorial · PaginasDigital
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24 febrero 2013
Este jueves en Castelgandolfo a las 8 de la tarde se puede dar por terminado lo antiguo. No es solo que acabe una forma de ser Papa, acaban más cosas, a juzgar por lo que el propio Benedicto XVI le aseguró hace unas semanas a Peter Seewald. La renuncia de Ratzinger ha dejado claro que hay que seguir de cerca las conversaciones que mantiene con este periodista que se ha convertido en su confidente.

Y Seewald en su último encuentro le preguntó al Papa si él era el final de lo viejo o el comienzo de lo nuevo. "Las dos cosas", contestó. ¿Qué habrá querido decir Benedicto XVI con esta enigmática respuesta? No es el momento de especular, pero sí se pueden leer algunos acontecimientos y algunas de las palabras del propio Papa con esta clave. En su reciente lección a los curas de Roma, con motivo de la cuaresma el Papa insistió en indicar la tarea aún pendiente, 50 años después, de aplicar el verdadero Concilio Vaticano II y no el que habían creado los periodistas. ¿Es ese el comienzo de lo nuevo: el Concilio aplicado tal y como realmente fue concebido?

En su libro entrevista con Seewald Luz del Mundo, el propio Benedicto XVI da pistas de cómo entiende la misión histórica de su pontificado que ahora acaba. Lo dibuja muy ligado al de Juan Pablo II. "Karol Wojtyla fue, por así decirlo, regalado por Dios a la Iglesia en una situación muy determinada, crítica, en la de la generación marxista, la del 68, que cuestionaba la totalidad de Occidente y en la que el socialismo se desintegró. Abrir en medio de esa contraposición la salida hacia la fe y señalarla, como el centro y el camino, fue un momento histórico de índole especial". Y añade después "que se trata de continuar eso mismo y de captar el dramatismo del tiempo, dando al cristianismo aquella sencillez y profundidad sin la cual no se puede actuar".

Cristianismo sencillo y profundo ante el dramatismo del momento. 50 años son un período breve en la historia de la Iglesia. Tras la hegemonía de una cultura atea, señalar la fe como lo esencial. Benedicto XVI ha presentado reiteradamente el Concilio Vaticano II como la respuesta de la Iglesia al hombre moderno. Con documentos aparentemente de segundo nivel como la Dignitatis humanae sobre la libertad religiosa y Nostra aetate, sobre el diálogo con las religiones, se cierra el período iniciado con el Sillabus de Pio IX de 1864, primera respuesta a las revoluciones liberales de finales del XVIII y comienzos del XIX. De igual modo se supera el tipo de respuesta que en las décadas siguientes se da a la secularización, respuesta basada en organizaciones católicas defensoras del derecho natural y la ética cristiana, aparentemente capaces de recuperar el terreno ganado por una Ilustración que se concibe, en gran medida, como enemiga.

Benedicto XVI insiste una y otra vez que en que "la modernidad no está hecha sola de cosas negativas. Si así fuese no podría sostenerse por largo tiempo". ¿Este reencuentro entre cristianismo y modernidad en qué términos se produce? "Ser cristiano es en sí mismo algo vivo, algo moderno, que configura y plasma mi modernidad", responde él mismo. Pero el Papa reconoce que para muchos hombres modernos esa experiencia resulta extraña. El diálogo con Habermas no ha sido formal y en otro pasaje de Luz del Mundo Benedicto XVI indica cuál es la tarea en el nuevo escenario tras sus conversaciones con el filósofo. "Tiene razón (Habermas) cuando dice que el proceso interior de traducción de las grandes palabras (cristianas) a la imagen verbal y conceptual de nuestro tiempo está avanzando pero aún no se ha logrado realmente". (La traducción) solo puede conseguirse si los hombres viven el cristianismo desde Aquel que vendrá (…) La afirmación, la traducción intelectual, presupone la traducción existencial. En tal sentido son los santos los que viven el cristianismo en el presente y en el futuro. A partir de su existencia, Cristo que viene puede también traducirse de un modo que pueda hacerse presente en el horizonte de comprensión del mundo secular. Esta es la gran tarea". Atención porque la labor no es sólo intelectual (¡cuántas veces se ha repetido estos días que Ratzinger es un gran intelectual!). Cultura y fe son expresiones de un mismo fenómeno.

Es Cristo que está viniendo, que está sucediendo existencialmente, el que hace un tipo de cristianismo que el mundo entiende. Que los propios cristianos, hombres modernos, no reducen a puro nominalismo o devota inclinación. El mejor ejemplo: la renuncia que ha hecho el que desde el jueves será Su Santidad el obispo emérito de Roma. Así es como se hace el cristianismo. Así es como empieza lo nuevo.

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