Es posible una verdadera construcción
Hablando con quienes nos acompañan en la cotidianidad, pareciera lo más natural eliminar a los "malos" para que los "buenos" puedan vivir en paz en el país que quieren para sus hijos. Pero es una visión del mundo que olvida factores muy importantes de la realidad, entre ellos el hecho de negar la condición de persona a quienes viven fuera del ordenamiento jurídico y que han optado por responder a su deseo de justicia mediante el uso de las armas: utilizando la misma lógica, se propone cimentar una sociedad sustentada sobre los cadáveres de los vencidos.
Viene a la memoria la aguda provocación del Señor, "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma? o ¿Qué puede dar el hombre a cambio de sí?". Porque el alma, el valor de la persona, radica en el reconocerse amado en lo más profundo de su ser, el ser hecho por una relación original que lo constituye y que permite mirarnos como compañeros de camino. En esto no existen excepciones: un alzado en armas es una persona que ha buscado responder a su deseo de justicia, de verdad, de bien y de felicidad por caminos que han derivado en violencia, muerte y destrucción. L os movimientos guerrilleros de Colombia -como las FARC- traicionaron esta tensión ideal con la cual nacieron, tensión que no justifica su origen y existencia, pero que han exacerbado su condición de factores de destrucción y violencia con la utilización de métodos como el secuestro, el chantaje económico (conocido como vacuna), el reclutamiento de menores de edad, las minas anti-persona y el narcotráfico. Dejamos abierta la pregunta ¿Qué han construido con este ímpetu?
Existen realidades en la sociedad colombiana que, partiendo de la misma provocación por responder a estos los deseos y exigencias originales, han iniciado su camino sostenidos por la cultura del trabajo introducida por la tradición cristiana, arriesgándose en la construcción de obras, empresas y asociaciones para encontrar soluciones a las necesidades concretas de comunidades y grupos de personas. Prueba de ello son iniciativas como el Banco Arquidiocesano de Alimentos, las cajas de compensación familiar, las cooperativas productivas, las asociaciones, las organizaciones sin ánimo de lucro, las empresas con criterios de responsabilidad social y los sindicatos.
¡Los alzados en armas también tienen hijos! Una salida al conflicto que busque eliminarlos deja una semilla envenenada que en el tiempo degenera en más violencia. Por esto, desde nuestra identidad de católicos sustentamos nuestra propuesta en la necesidad de construcción del bien común a partir de una mirada que abrace el horizonte entero de la persona, percibiéndonos amados por el mismo Padre. Ésta es la novedad que ha traído Cristo, haciéndose compañero de nuestro camino.
Conscientes de la identidad cristiana que nos conforma como pueblo, podemos pedir el don de la paz, reconociéndonos pertenecientes a la Iglesia que llega a los más recónditos lugares mediante la presencia de quienes trabajamos confiados en que nuestra salvación y la del país se juega en cada instante, transformando la realidad y completando la creación para el bien de todos.