Habitar el presente de esta España

A finales del mes de junio va a tener lugar una curiosa conferencia internacional: la Sexta Conferencia del Aburrimiento. 6th BOREDOM CONFERENCE. Estos encuentros, en su mayoría virtuales, se vienen celebrando desde hace diez años organizados por la Sociedad Internacional de Estudios del Aburrimiento. No es ninguna broma. La sociedad reúne a filósofos, críticos literarios, sociólogos y terapeutas de todo el mundo. Algunos de sus especialistas ofrecen claves interesantes para comprender el mundo en el que vivimos, para comprender el ciclo de la insatisfacción que comienza con los deseos nos colmados y las expectativas frustradas, y que de ahí pasa al miedo, al malestar y, a veces, a la rabia. Rabia que a su vez alimenta el populismo, el soberanismo y muchos otros “ismos” que amenazan a la democracia. Para, luego, volver a empezar con el aburrimiento.
Una de las promotoras de las conferencias sobre el aburrimiento es la filósofa española Josefa Ros de Velasco. Sus investigaciones se han encaminado en los últimos tiempos hacía cuestiones relacionadas con la salud. Pero Velasco ha estudiado también el problema desde un punto de vista antropológico, explicando lo que llama “el aburrimiento funcional”, o sea la vertiente positiva del tedio. Velasco explica que “lo contrario del aburrimiento no es el entretenimiento, es el significado” (…) “el aburrimiento es una emoción adaptativa esencial en nuestra evolución como especie, nos obliga a introducir cambios, a buscar formas novedosas de escapar de situaciones que se han quedado viejas, a explorar lo inexplorado”. El aburrimiento nos impulsó a desarrollar el lenguaje, a contar historias. Nos invade el malestar y nos lanzamos a buscar lo nuevo. La filósofa no lo dice pero se podría añadir: no podemos renunciar a lo que está más allá de nosotros mismos, lo inexplorado es lo que está más allá de la razón a lo que la razón aspira.
Velasco no “idealiza” el aburrimiento y señala con realismo que la energía que genera no siempre es positiva. Pero al entender el aburrimiento como la chispa que enciende la búsqueda de significado, ofrece una clave positiva para comprender la crisis en la que estamos inmersos como una oportunidad. Es un enfoque más interesante y más ajustado a la realidad de otros que explican el malestar como una consecuencia de la decadencia y de los “viejos instintos”: “la avidez de poder, ese monstruo insaciable que se interpone en el camino de la salvación del ser humano”, la soberbia y la tentación carnal, material. Es el enfoque de Andrea Rizzi, uno de los grandes analistas geoestratégicos del diario El País (no precisamente conservador).
La valoración positiva del malestar es precisamente lo que más sorprende al leer el libro Habitar nuestro tiempo, vivir sin miedo en la era de la incertidumbre (Editorial Almuzara) que se presenta esta semana en Madrid. El volumen es una traducción del publicado ya hace algunos meses por la editorial Rizzoli y recoge una conversación entre Charles Taylor -gran pensador-, Rowan Williams -poeta y líder de la Comunión anglicana entre 2002 y 2012 – y Julián Carrón -teólogo-.
El libro es especialmente oportuno para la España del siglo XXI: sus autores invitan a valorar la circunstancia que vivimos como una ocasión favorable para que se exprese la verdadera naturaleza humana. La crisis actual desvela una exigencia de significado que en otros momentos no se manifestaba de un modo tan rotundo.
El libro es especialmente pertinente en una España en la que, a menudo, la izquierda y la derecha, los creyentes y los agnósticos, están instalados en una especie de lamento por los “tiempos oscuros” que nos han tocado. Los autores de este libro consideran que la desaparición de la cristiandad es una gran ocasión, una vocación, que hermana a aquellos que dentro del grupo de los creyentes y de los no creyentes son “buscadores de sentido», que ayuda a que los cristianos redescubran la naturaleza del cristianismo. Leer algo así en España es aire fresco frente a las tentaciones defensivas.
Si el cristianismo aspira a “habitar nuestro tiempo”, tiene que olvidarse de cualquier forma de clericalismo y salir al encuentro de quien se aburre, ofreciendo una palabra, una vida, “desarmada y desarmante”.