El rey Midas decide seguir
Como el rey Midas, que todo cuanto tocaba se convertía en oro, Sánchez con su mano más siniestra -la izquierda-, todo cuanto señala y toca queda convertido en ultraderecha. Y, en movimiento reaccionario mundial, como ha dicho en su declaración ¿institucional? ¿personal? de hoy, a las 11h.
Con un ejercicio del poder que avisa más fuerte, cabe entender que cercano al de los dioses de la mitología griega, el poder actúa prácticamente de forma taumatúrgica, mágica. Vivimos en España en un macondo de la política, en un realismo mágico que ha inundado la espera cinco días. “He decidido seguir”.
Si en julio de 2023 esperábamos unas primeras elecciones en verano, con un gran golpe de efecto hemos vuelto a estar en ascuas como sociedad, siendo la comidilla del fin de semana si el presidente del gobierno dimitía o no dimitía.
La cuestión es que hay casos de coraje político, como el de Felipe González que sí dimitió estratégicamente al querer borrar el marxismo de la declaración programática del PSOE. Y la cuestión también es que cuando volvió lo hizo aclamado en loor de multitudes, con un liderazgo reforzado, al mismo tiempo que el partido comenzaba un anormal funcionamiento por el cesarismo. Lo analizaron muy bien en su ensayo “La crisis de la democracia en España”, Justino Sinova y Javier Tusell.
Concentrar todo el poder o aspirar a hacerlo de manera directa o indirecta, de manera que el sistema político mute y se asemeje, no ya a un presidencialismo imperfecto bajo el que vivimos, sino a un sistema presidencialista sin control entre poderes, y para ponerlo al servicio de una ideología, es como poco arriesgado en términos democráticos. Realmente ilegítimo, pues hay cauces de cambio dentro de la Constitución, que no se siguen, como no se hace con la Ley de Amnistía. Hacerlo de manera victimista, es un ejercicio de jardín de infancia. Ahora, al presidente, le aplicarían un protocolo “antibulling” o algo así.
Ya lo decía Jiménez de Parga hace años, cuando dijo que la Constitución había sido enmendada de hecho y cabe añadir que durante décadas, incluso a los jueces y magistrados les pareció bien la ausencia efectiva de apariencia de separación de poderes. De aquellos lodos estos polvos.
La cuestión ahora es que el presidente Sánchez es consciente de que vivíamos en una ficción y simplemente ha querido hacerla realidad, después de creérsela. Ha querido pasar de un “presidencialismo ficticio” que todos sabían pero disimulaban a un “presidencialismo de hecho”, y con los votos de todos aquellos que menean y cortan el árbol de la Nación, empezando por su socio Bildu. Gran línea roja que se saltó, como otras que tienen que ver con el abrazo de Genovés, el que nos dimos los españoles en 1978.
En la sociedad de la imagen vence y convence, tanto el que domina la comunicación estratégica, como el que logra implantar en el imaginario de la población la imagen de un liderazgo carismático. Esto se ve muy bien en series como la de Olivia Pope o House of Cards, que son series de cabecera de cualquier asesor y consultor político de La Moncloa que se precie. Los guionistas de Hollywood deben comenzar a beber de este rey Midas, porque asegura éxitos de audiencia.
Me pregunto si desde este lunes Sánchez será ya un líder con carisma completo al haber introducido el componente emocional de marido enamorado, de político perseguido por una internacional del crimen (¿judeomasónica?) y, sobre todo, si era necesario.
Vuelvo a las palabras de Justino Sinova y Javier Tusell: “Es urgente volver a las fuentes de la Constitución, recomponer el sistema mediante la colocación de cada institución en su sitio (…) el presidente de gobierno no está por encima del parlamento y la justicia”. Ciertamente, ni nadie. Parlamento y jueces actúan sobre las bases permitidas, la Constitución para el primero, ésta y las leyes para los segundos, en el ejercicio de la necesaria y democrática función del control.
Todo lo que sea recurrir al pueblo como tribunal plebiscitario, a golpes de efecto, al marketing político, a la comunicación estratégica,… son caminos intermedios que no llevan a ningún sitio, como dijo John Adams en vísperas de la revolución americana, precisamente revolución que se originó para controlar el poder del ejecutivo -el Rey-, y corregir, si se podía, el sistema constitucional británico, lo cual sabemos resultó imposible y devino la independencia.
Releyendo el libro de Sánchez, Manual de Resistencia, ahí están todas las claves para comprender la no-dimisión, en diferido y en directo. La primera dimisión-no-dimisión cuántica de la historia. Uno se da cuenta de lo necesario que parece para Sánchez sentirse refrendado por la militancia, lógicamente, y ser el centro de atención como el líder, así como tener ciertos referentes que le vayan alumbrando el camino, o apoyos esenciales. También, o sobre todo, la necesidad de tomarse respiros que parecen más bien saltos para avanzar mucho más hacia adelante, en una manera de comprender el poder y la permanencia muy personal. Es lo que ha pasado finalmente.
Realmente entre dimitir y no dimitir, y situarse como la víctima de una caza de brujas, al más puro estilo macartiano, ¿qué alternativa tenía Sánchez? Ha lanzado un aviso a navegantes, con todo el poder del Estado, que aún es un Estado de Derecho. Se ha envuelto en el tono de la moderación, de la democracia, de los valores familiares, del fin de la polarización. Como buen bombero pirómano, nos ha dado una de cal y otra de arena, porque cuando dice “he decidido seguir con más fuerza si cabe”, con un lenguaje corporal abatido y circunspecto, nos hace ver que ha nacido una víctima, incapaz de confiar, entrando de plano en psicosis y las víctimas, vacían su rabia en los demás, a los que culpan de todo cuanto les sucede.
Con esta puesta en escena, los nacionalistas respiran algo mejor, pero le han visto las orejas al lobo. Al ponerse la venda antes que la herida, PP y VOX van a ser asociados desde ya, con esa persecución que habita en la cabeza de Sánchez.
No ha pedido tregua. Más bien, es una declaración de guerra a todo aquel que él interprete que le ataca. Es una forma curiosa de comprender la democracia y la diversidad de opiniones.
Se ha tomado un respiro que nos ha dejado a todos sin respirar. Se ha tomado nuestro respiro, siendo como es perfectamente consciente que sus decisiones tienen consecuencias y también de sus limitaciones.
España ha quedado algo más aislada de la esfera internacional, y haríamos mal de permitirlo. Es el momento de conectarnos con el mundo libre.
La cuestión es que no cabe hoy dejar las instituciones y al gran pueblo español en la incertidumbre más personal y absoluta. No es que haya decidido seguir, es que ha decidido no renunciar, pero ¿Cuándo le volverá a pasar esto? Y eso ya en sí mismo, es una renuncia. Una renuncia a gobernar para todos al volver a hablar de un yo, y un vosotros, y un ellos. Divide et impera.
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