Un cierto brillo
A los muertos del atentado del Crocus City Hall ya no les sirven de ayuda los análisis. Les puede ayudar que quien sepa rezar rece por ellos. A las víctimas que no han muerto y que estaban en la sala de conciertos, cuando se produjo el atentado, les ayudará tener buenos médicos, buenos psiquiatras que les permitan superar el shock post traumático que provoca haber vivido una cosa así. Hacen falta años para dejar de despertarse por la noche con pesadillas, con imágenes fragmentarias y angustiosas del momento del atentado. A las víctimas que no han muerto, a las familias de los que han muerto, les servirá de ayuda alguien que les acompañe en su sufrimiento, que les sostenga mientras vomitan de rabia o mientras la tristeza les deje paralizados. Les servirá de ayuda alguna reparación que tenga el brillo de esa justicia que solo se reparte en la vida eterna.
Ni a los muertos ni a las víctimas ni a nosotros nos sirven de ayuda, ante el terrorismo nihilista, los análisis ideológicos, la consolación de un nacionalismo que se ha apropiado de lo sacro.
Putin ha querido culpar a los ucranianos del atentado. El modus operandi, la información de los servicios de inteligencia y los precedentes apuntan a que efectivamente ha sido un golpe ISIS de “la provincia del Khorasan”, una de las cinco provincias en las que está dividida la organización terrorista. El ISIS-K ha reivindicado el atentado. Con base en Pakistán y Afganistán, ha estado detrás de otros ataques en Irán y está enfrentado a los talibanes. Es aún más extremo. Se ha nutrido de combatientes de la guerra de Siria. Aunque ya no hablamos de lo que sucede en ese país, el ISIS sigue teniendo fuerza en el noreste. Hace algunos meses se estimaba que en las cárceles sirias había 10.000 prisioneros yihadistas de esta organización. Muchas de las condiciones que les hicieron abrazar una ideología destructiva en nombre del islam perviven.
Es llamativo que Putin haya querido responder a lo ocurrido en Moscú con una nueva dosis de lo que algunos conocedores de la historia del país llaman la “ideología del mundo ruso”. Es una ideología que no solo se extiende entre los rusos que viven en Rusia, también afecta a los rusos dispersos por el mundo, a los descendientes de emigrantes que viven en Occidente. Es una ideología que manipula la historia y pretende reforzar la imagen de Rusia como gran potencia.
Putin, como antes con Stalin o Lenin, intentan aniquilar la capacidad crítica destruyendo la conexión con la realidad. Lo hace en nombre de ideales inventados, como una supuesta defensa de los valores cristianos, como una supuesta liberación del imperialismo occidental. La ideología del “mundo ruso”, se presenta como el instrumento que preserva una supuesta comunidad espiritual, moral y cultural. En realidad estamos hablando de un nacionalismo irracional que deforma y destruye la verdadera identidad de Rusia, convertida en enemiga de sí misma. Un nacionalismo que no sirve para afrontar el terrorismo nihilista del yihadismo.
Putin ha sabido presentarse, tras la invasión de Ucrania, como el representante del Gran Sur que se alza contra el imperialismo occidental. Este esquema ideológico de amigo (africanos, asiáticos, latinoamericanos) -enemigo (occidentales explotadores) se derrumba cuando aparece el ISIS.
Niger, Mali, Burkina Faso, en África Occidental, seducidos por el esquema ideológico de un Gran Sur enfrentado al Occidente rico y opresor, han cambiado sus alianzas con Estados Unidos y Francia por acuerdos con Rusia y con los mercenarios de Wagner. Las nuevas juntas militares de esos países recogen el sentir popular, consideran que es necesaria una nueva descolonización. Han cambiado de socios, han cambiado un imperio por otro. Pero su gran problema, el yihadismo del Sahel, que tiene la misma naturaleza que el ISIS- K, no se ha solucionado. De hecho, ha aumentado. La geoestrategia necesita más realidad y menos ideología. Nosotros necesitamos una reparación que tenga el brillo de la vida eterna.
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