Amistad en el tiempo de los emoticonos
¿Qué amistad es posible en el tiempo de los emoticonos? Si queremos explicar cuáles son nuestros sentimientos o el momento que vivimos, necesitamos añadir a nuestros mensajes una carita que sonríe o que llora, que está enfadada o que pide perdón. No tenemos otro modo de comunicarnos. Como siempre, Oliver Roy, ha estado muy preciso en el Meeting de Rimini de este año al describir la situación antropológica. Está en crisis la cultura, están en crisis las experiencias que dan sentido a cualquier lenguaje o cualquier intento de comunicación. Por eso tenemos que recurrir a códigos preestablecidos, códigos tan simples como un emoticono. Es L’Aplatissement du monde (el mundo aplanado). El Meeting de Rimini de este año cerró sus puertas el pasado sábado. Pero la cuestión planteada por el lema, la existencia como amistad, sigue abierta.
¿Qué amistad es posible en el tiempo de los emoticonos? ¿Qué amistad es posible cuando -como señala Roy- todos queremos rápidamente identificarnos con algún marco de identidad simplificado?. Tenemos a nuestra disposición el marco de la identidad sexual, el marco de la identidad política, también el marco naif de una identidad religiosa convertida en un muro contra la complejidad del mundo.
Juan José Cadenas, el físico español, dedicado a la investigación de partículas, no ha participado en el encuentro con Roy. Pero su intervención en el Meeting de este año da pistas interesantes. La amistad, la primera amistad es con uno mismo. Y Cadenas ha confesado que durante muchos años buscó en la física si no la amistad, al menos la tranquilidad. La tranquilidad de una investigación sobre la materia que le permitiera escapar de la herida que le provocaba intentar comprenderse. Intentar comprenderse le provocaba un intenso dolor, el dolor de una belleza misteriosa. Por eso se dedicó a la ciencia, para encontrar el sosiego que le podía proporcionar un universo «lógico». Cuando ya creía haber dejado de lado el sufrimiento y el placer del misterio de la persona, ese misterio volvió a alcanzarlo. Estaba en Japón, recogiendo datos sobre neutrinos. Y en ese momento le asaltó el pensamiento de que esas partículas habían atravesado durante miles de millones de años el Universo para estar ante él. “Para traerme un mensaje misterioso de un Universo frío que aparentemente no se ocupa de mí”, ha recordado el físico.
No hay emoticono que pueda expresar de forma exhaustiva esta forma de usar la razón y el sentimiento, este querer entender “la belleza que nos golpea”. La ciencia reclama también un modo de usar la razón que desborde los códigos preestablecidos, unos códigos que se revelan insuficientes. Y es ahí, en la relación con ese punto misterioso, en el que surge la amistad con uno mismo y con los demás.
La amistad no está hecha de ideas o de proyectos. “¿Qué ideas nos unían a Testori y a los promotores del Meeting?”- se preguntaba Emilia Guarnieri en uno de los encuentros que ha conmemorado el centenario del nacimiento del polémico escritor-. “No nos unía ninguna idea sino la necesidad de confiarnos a alguien que diera sentido a nuestra sensación de sperduteza (estar perdidos)”.
Probablemente esta es la única forma de relación que puede llenar de contenido lo que proponía el presidente de la República italiana, Sergio Mattarella, cuando hablaba de una amistad no intimista como horizonte de la convivencia política.
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