Cowboys and Aliens

Cultura · Víctor Alvarado
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5 septiembre 2011
El cine de serie B ha dado algunos buenos títulos al género de la ciencia ficción. La película que hoy analizamos recuerda a ese tipo de cine, aunque con muchos más medios. Podemos pensar que deben de estar locos en Hollywood si piensan que este relato cinematográfico con ese título pueda funcionar o pueda ofrecer unos mínimos de calidad. Salvo que estemos pensando en el mundo friki (término coloquial con el que se denomina a los "raritos" de toda la vida) que cada día va en aumento.

La primera parte de la película está muy bien llevada por parte del cineasta, John Fravreau, conocido por ser el autor de Iron Man (2008). Ese inicio del que hablamos recuerda en muchos aspectos al western clásico con unas cuantas pinceladas fordianas. El tema de la trascendencia de matiz cristiano queda patente en varias ocasiones en un género como el de los extraterrestres, donde esta idea se suele ignorar o se muestra en forma de panteísmo científico. La segunda parte se transforma, quedándose en la típica batalla entre buenos y malos en la que todos los seres humanos liman sus diferencias para eliminar a un enemigo común, donde prima la acción por encima de todo, lo que la convierte en una cinta convencional.

La película comienza con un duro pistolero que se encuentra con un misterioso brazalete en un estado grave de confusión y sin recordar absolutamente nada, que se acerca a un poblado y al que todo el mundo mira con recelo.

Cowboys and Aliens (2011) es, en cierta medida, una adaptación de una novela gráfica de Fred Van Lente y Andrew Foley, aunque fueron necesarios 14 años y 12 guionistas para que esta producción de Steven Spielberg pudiera llevarse a cabo.

El director ha contado con dos superestrellas, como Daniel Craig [el actor que ha participado en la mejor película que se ha rodado sobre James Bond (Casino Royal)] y un Harrison Ford que se enfrenta a alguna que otra escena interesante con su rastreador indio que sirve para reflexionar sobre la paternidad y la adopción, que culmina, después de unos encuentros y desencuentros, con este diálogo:

Siempre soñé con esta batalla a tu lado.

Siempre soñé con un hijo como tú.

Finalmente, se apunta el valor del sacrificio por los demás, que queda meridianamente claro en la entrega desinteresada de uno de los personajes (Olivia Wilde).

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