Yo sé que estás ahí
¿Por qué el título de “Las horas horizontales”?
En realidad el título surgió de una forma imprevista (como los grandes regalos). Fue una expresión que usó una amiga en una situación totalmente ajena a la poesía, pero a mí se me quedó grabada, me pareció una expresión muy poética y muy sugerente. Después, cuando el libro fue tomando forma, la recuperé y la misma expresión fue adquiriendo cuerpo y significado. Las horas marcan el tiempo de la vida, nuestro camino, nuestra experiencia vital. Son horizontales porque así representamos nuestro paso por la vida. Pero “horizontal” deriva de horizonte, y es a un horizonte eterno adonde caminamos.
Por otro lado, la misma estructura del libro, en cuatro partes, se marca con algunas de las “horas” en las que los romanos medían el día y que son, además, las “horas” de la liturgia cristina. Es decir, lo profano y lo divino se unen, como si en el camino horizontal de nuestra vida de hombres, hubiera también una vertical que desciende a nosotros, con la que nos encontramos y que nos marca también ese Horizonte, con mayúsculas.
Al leer este poema se me ha venido a la cabeza el pasaje del hijo pródigo. ¿Podría haber escrito este poema a su padre? También él podría decirle “Yo sé que estás ahí”
Me encanta que hayas elegido este poema, porque es uno de mis favoritos.
Sí, efectivamente. De alguna manera en el poema está esa experiencia. La experiencia de una resistencia a lo que sabemos es nuestro único bien. Creo que todos somos, en mayor o menor medida, hijos pródigos. En la poesía se refleja este corazón amante y paciente que está “sentado en el umbral” (he de decir que aquí hay, evidentemente un guiño a Lope de Vega, uno de mis poetas preferidos, a aquel “a mi puerta cubierto de rocío / pasas las noches del invierno oscuras”) y que espera a pesar de toda la rebeldía del corazón al que busca, al que llama, al que espera. Y que tanto respeta nuestra libertad (“sin prisas, sin sermones y sin miedos”). Siempre nos resistimos a lo que más nos conviene, es una “tara” que tenemos todos, creo, o dicho más teológicamente, nuestro “pecado original”. Pero el corazón no está tranquilo hasta que no se entrega del todo. Es lo que quiere expresar el final de la poesía, la rendición definitiva a ese Amor.
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Hablas de un tiempo que pasa lento mientras, el mío pasa y deja huella de un ocaso sin recuerdos. Creo que expresa de forma muy bella la sensación que podemos tener en muchas de nuestras jornadas de que han pasado sin pena ni gloria. Quizá un día pleno no tiene que coincidir con hacer “cosas grandes” sino en ser consciente de lo que nos sucede. Estando simplemente jugando con tu hijo si eres consciente del regalo que es entonces puedes apreciar una experiencia de plenitud
Sí, totalmente de acuerdo. A veces pensamos que la grandeza de la vida está en dejar una huella importante en el mundo, en la historia y ocupamos nuestro tiempo en construir proyectos que después raramente realizamos. O, cuando los realizamos, nos dejan insatisfechos y construimos otros más impresionantes. No digo que esté mal hacer grandes cosas, pero no son esas cosas las que nos llenan. Es como aquel cuento de los hombres que llevaban piedras en la carretilla, cuando les preguntan qué hacen, uno dice: transporto piedras; otro: me gano el salario; y el tercero: estoy construyendo la catedral. Es decir, los tres, haciendo lo mismo, viven con una conciencia diferente.
En general, nuestros grandes proyectos buscan solo un reconocimiento de los otros, quieren responder a la exigencia de sentirnos amados, admirados… pero no somos conscientes de que ya lo somos, hagamos lo que hagamos, construyendo catedrales, dirigiendo países o jugando con nuestros hijos. Somos amados, preferidos, esperados por ese Amante deseante y deseado que se sienta siempre en nuestro umbral.
Yo sé que estás ahí
sentado en el umbral,
sin prisas, sin sermones y sin miedos,
sin nada que vender y sin testigos
como una de esas lágrimas del día
que no quiere caer
y lento a lento el tiempo la recorre.
Mientras el mío pasa
y deja apenas huella,
la huella de un ocaso sin recuerdos
y duda
y finge
y corre
y sueña
que nunca ha de volver a perseguirte.
Vigilo en el silencio de los ecos
cuando consigo despistar al ruido
por ver si acaso duermes
o te alejas.
Centinela de estrellas
impasible y hermoso
mi puerta es ya tu puerto,
tu rostro es ya mi imagen
mas ¡ay!
el mundo pesa tanto
y yo escondo en mi nombre
deseos incurables sin paciencia.
Yo sé que estás ahí
alerta, silencioso
amante deseante y deseado
bañándote en las letras de mi nombre
chapoteas
salpicando mi umbral con tus delirios.
Inesperado huésped de mi alma
arráncame
los besos que son tuyos,
las suaves ceguedades de los cuerpos;
arráncame del pecho una mirada,
que sabes que me muero por decirte
y por callarme
que soy tuya.