Nuestra normalidad ya era una crisis
Nuestra normalidad ya era una crisis. La frase es de una periodista, más bien una militante, que se llama Naomi Klein. Nuestra normalidad, la que teníamos antes del COVID, ya era una crisis. Klein tiene unas ideas muy radicales sobre el capitalismo y no tan radicales sobre el cambio climático. Habría que discutirlas despacio. Cada vez estamos más cansados de discutir ideas. Seguramente cada vez nos interesan menos las ideas y nos interesa más comprender y aprender. Comprender lo que le pasa al mundo, comprender lo que nos pasa a cada uno de los que estamos en el mundo. Nuestra normalidad ya era una crisis.
Sufrimos un cuello de botella en la producción de vacunas, hay ocho vacunas que funcionan, ahora parece que la de Pfizer no es tan efectiva con la variedad sudafricana, tenemos ocho tipos de vacunas que sirven y tenemos 7.000 millones de personas por vacunar. Los dueños de la propiedad intelectual de las vacunas quieren sacar rendimiento del dinero que han invertido en desarrollar la vacuna, y es lógico: si no ganan dinero no tienen incentivos para desarrollar vacunas, pero hay que conseguir que haya vacunas cuanto antes para todos, también para los pobres. Y no hemos sabido resolver el problema. Un problema que existía antes del COVID, un problema que muestra que nuestra normalidad era una crisis.
Nuestra normalidad era una crisis porque no sabíamos conjugar los lícitos intereses de mercado con el bien común, el bien de todos. Pero nuestra normalidad era una crisis porque casi nunca hablábamos de los jóvenes que tienen un futuro muy difícil, porque casi nunca hablábamos de educación y cuando hablábamos era para enfrentarnos unos a otros, nuestra normalidad era una crisis porque a los que tenían contrato indefinido les iba bien y al resto mal, porque al menos desde hace 16 años España parece una trinchera infinita, porque necesitamos a los extranjeros y los estigmatizamos, porque no conseguimos ayudar a los que quieren tener hijos, porque vivimos en un país cada vez más desigual, porque sigue habiendo mucha pobreza. Nuestra normalidad era una crisis porque nunca se hablaba del sentido o del sinsentido de lo que hacíamos, porque escondíamos la muerte, porque nos parecía una vergüenza ser vulnerables, depender de otros. Nuestra normalidad era una crisis.