El fraude electoral

Mundo · A.C. Democracia y Desarrollo
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4 octubre 2010
Las medidas tomadas contra el diputado español Gustavo de Arístegui fueron una clara demostración de lo incómodo que le resulta a Chávez la presencia de observadores internacionales. Los observadores constataron el carácter plebiscitario del evento, donde la figura central era el presidente, quien era objeto de una escandalosa y estridente propaganda, como si él fuese candidato a una elección uninominal. La publicidad, a ojos vista, era de elaboración oficial.

Apreciaron igualmente el desequilibrio informativo de los medios de comunicación, donde los de carácter público eran monopolio del régimen, y a los privados sólo les permitieron unas cuñas de pocos minutos. Las de los candidatos oficialistas se reducían a presentar a Chávez, dándoles abrazos y proclamando que tenían su simpatía. Los corresponsales de grandes medios internacionales, acreditados en Caracas y los numerosos periodistas del exterior que llegaron antes del 26, conocían el estilo oratorio de Chávez, pero sin embargo, les impresionó el desparpajo con que presionaba a los empleados públicos, en programas de radio y televisión, para que votasen por sus candidatos, bajo amenaza de ser despedidos si no lo hacían. Uno de los observadores españoles dio una declaración para un diario local, afirmando que el comportamiento de Chávez era violatorio de  la Declaración  sobre los Criterios para Elecciones Libres y Justas de la Unión Interparlamentaria, según la cual los empleados y obreros de la administración pública pueden ejercer su derecho al voto sin intimidación. Los observadores fueron testigos de la desmedida participación del presidente, ministros y altos funcionarios en actos de campaña.

Igualmente la distribución de manifiestos firmados por empleados y obreros, dependientes del Gobierno, apoyando los candidatos oficialistas del respectivo estado, o la entrega a los mismos de las indicaciones ("chuletas") en las que se les señalaba por quienes tenían que sufragar. En las mesas electorales donde tuvieron la presidencia, hacían acompañar al  sufragante a la máquina para controlar el voto. Aun cuando no es obligatorio el uso de las "captahuellas", se les exigía utilizarlas para probar que habían votado y se les decía que con ello sabrían cómo habían sufragado.

La materia electoral está prevista en la Constitución y en leyes específicas. Sin embargo el CNE se reservó dictar normas, procedimientos y resoluciones aplicables para la elección de los parlamentarios, entre otras, la modificación de los circuitos electorales, en términos tales que habiendo logrado la oposición 200.000 votos de ventaja los candidatos de Chávez consiguieron 33 escaños más que la oposición. El sistema  electrónico se utilizó en forma maliciosa. Los equipos enviados a numerosas mesas no funcionaron, retardando por horas sustituirlos, en procura de que la gente que esperaba en las "colas", bajo la lluvia no ejerciera su derecho. En zonas rurales, apartadas de las ciudades, los equipos nunca llegaron, recurriéndose al voto manual, que se inició en horas de la tarde, cuando la mayoría que esperaba desde la mañana, se retiró, incluidos los testigos de la oposición. Donde utilizaron tal triquiñuela, el candidato  oficialista obtenía 90% o más de las preferencias.

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