Un verdadero ateo no se gasta el dinero así
No han leído a Dewey, el gran pedagogo estadounidense, que en los años 50 superó el anticlericalismo ineficaz del XIX con una eficacia insuperable. Silencio, ésa fue su solución. Han gastado del peor modo que puede gastar un ateo militante el dinero al escribir juntas dos palabras, que por separado no son peligrosas, pero que cuando se aproximan pueden ser muy desestabilizadoras. Han puesto juntas, casi en el mismo renglón, la palabra Dios y la palabra disfrute. Han unido el término que ha utilizado la tradición occidental para designar el Misterio, el Infinito, lo Ignoto, con una expresión que denota goce, plenitud, satisfacción.
Puestos a gastar dinero, habría sido más conveniente recurrir a algunos vocablos que despertaran menos la nostalgia y el deseo, algo menos concreto. Hubiera sido preferible que se quedaran en la abstracción de la moral, que recurrieran a algún valor como la tolerancia o la empatía. De ese modo, Dios se habría quedado donde lleva décadas: lejos, muy lejos de cualquier preocupación cotidiana. C.S. Lewis lo reflejaba muy bien en las Cartas del Diablo a su sobrino. En esa novela, el diablo más experto le explicaba al diablo novicio que el "éxito" está en conseguir que los humanos no piensen en estas cosas.
Y luego está la tercera palabra, la palabra "existe". Aunque le costó muchas páginas, esto lo dejó también resuelto Hegel. No se puede negar con rotundidad, con claridad, la realidad de Dios. Existe pero sin realidad, como un mito, como un momento del espíritu, como una sublimación, como una proyección. Al decir "no existe" se han cargado todo el gran edificio del idealismo. Han vuelto a vincular a Dios con la realidad. Un auténtico desastre. "Disfruta de la vida". Y te pones a disfrutar, y te pasa lo que a Leopardi, que no quedas "satisfecho con ninguna cosa de la tierra, ni siquiera, por así decirlo, con la tierra entera" y encuentras "que todo es poco y pequeño para la capacidad de nuestro espíritu", y acusas "siempre a las cosas de insuficiencia y nulidad". Y de ahí a darte cuenta de que tu deseo de infinito es inextirpable hay poco. Y al final te haces realmente religioso. Lo dicho. Para negar a Dios ni se habla de la realidad, ni del gozarse de algo. Que luego llegan las preguntas.