50 años de una Monarquía donde cabemos todos

Julián Marías escribía esto a mediados de los años 70 con el inicio de una Monarquía incipiente en España. Hoy cumple 50 años, tras el paréntesis de la II República, la Guerra Civil y la dictadura. La restauración de la Monarquía en España en la figura de Juan Carlos I supuso un punto y aparte en la historia de nuestro país.
Lo mejor que se puede decir de estos 50 años es que ha sido una Monarquía donde hemos cabido todos: de derecha o de izquierdas, creyentes o ateos, monárquicos y ¡también republicanos! Ningún partido político ha podido apropiarse de la figura del monarca. Ni de Felipe VI ni de Juan Carlos I. Por eso ha supuesto un pilar fundamental de nuestra historia reciente. También, tanto Juan Carlos I como Felipe VII, han sido figuras que nos han dado un «plus» en las relaciones internacionales.
No se me ocurre ningún problema en España (de los verdaderamente importantes) que se pueda resolver mejor porque en lugar de una Monarquía fuéramos una República. De hecho, frente a partidos políticos que pretenden colonizar todas las instituciones la Monarquía, al menos a día de hoy, sigue siendo un espacio no partidista. ¿Cuánto tardaría el partido político en el Gobierno en intentar apropiarse de la figura de un presidente de la República?
Existen en Europa tanto Monarquías como repúblicas que son democracias consolidadas. También existen, en ambos casos, ejemplos en negativo. Por eso no parece que lo crucial sea ser una Monarquía o una República sino aprovechar la inercia de la historia en beneficio del porvenir del país.
Como afirma Zarzalejos en Felipe VI, un Rey en la adversidad: el carácter hereditario de la jefatura del Estado acaba siendo un factor positivo que compensa déficits casi inevitables en las democracias republicanas. Por su apartidismo, su apoliticismo, su tradicionalismo y su visión de largo plazo (muchas de las cosas que necesitamos hoy en día, añadiría yo), contrapesa las limitaciones de una magistratura electiva”.
En estos 50 años ha habido claroscuros, principalmente en la figura del Rey Emérito. Siendo deseable un comportamiento moral ejemplar el problema surge cuando se pone en peligro la estabilidad del país, sus instituciones… En ese sentido, no se supo: ni los Gobiernos, ni la prensa, ni los Servicios Secretos poner límites a los actos inmorales sí pero también inconscientes e irresponsables del Rey Emérito. Fernando Rueda en Al servicio de Su Majestad afirma que Juan Carlos I presionó a los distintos gobiernos para que los directores de los servicios secretos fueran de su total confianza. Lo cual en principio no es malo, pero sí ha sido dañino cuando han servido para ocultar los desvaríos del Rey Emérito. Su «vida social» puso en riesgo los cimientos del Estado.
Sospecho que los más firmes detractores de la Monarquía buscan una “revolución” afín a sus intereses particulares que son intrínsecamente excluyentes. En esta Monarquía, con sus imperfecciones, cabemos todos así que mejor no tocarla.
Para leer más:
Felipe VI, Un Rey en la adversidad, José Antonio Zarzalejos (Planeta)
Al servicio de Su Majestad, Fernando Rueda (La Esfera de los libros)
23-F, El Rey y su secreto, Jesús Palacios (Libros Libres)
Recomendación de lectura: Sánchez necesita a Franco vivo
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