“Democracia y monarquía son en este momento sinónimos en Europa”

Entrevistas · Juan Carlos Hernández
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2 marzo 2021
Entrevistamos a José Antonio Zarzalejos sobre su último libro Felipe VI, un rey en la adversidad (Planeta). Para Felipe VI la Constitución es un manual de instrucciones, afirma el autor del libro.

Empieza el libro con palabras duras sobre el rey emérito: “La herencia de Juan Carlos I trasmitida a su hijo constituye para él el mayor de los problemas tanto en el presente como en el inmediato futuro”. Pero al mismo tiempo también forma parte de su herencia la transición que lideró junto con Torcuato y Suárez. Con el paso del tiempo, ¿cómo valorará la historia al rey emérito?

La historia se escribe a corto, medio y largo plazo. A corto plazo, los deméritos tienen un peso extraordinario, hasta el punto de que es un rey fundacional de la democracia española que en este momento está expatriado. A medio plazo habrá que calibrar la elaboración de sus virtudes como político y estadista, pero también sus vulgaridades como hombre, como persona en su conducta privada; y más a largo plazo, puesto en una perspectiva mucho más amplia que va desde 1975 hasta 2014, será el momento en que los historiadores puedan formular un juicio más ecuánime, más acabado. En este momento, el rey Juan Carlos I es una enorme decepción para la sociedad española, un gravísimo problema de carácter político y sobre todo erosiona y dificulta extraordinariamente la labor de su hijo Felipe VI, que es un hombre digno como ciudadano.

¿Se podrían desarrollar, dentro de nuestro marco constitucional, supuestos concretos que justifiquen la inhabilitación de un Rey?

En la Constitución no hay un mecanismo claro, hay un supuesto para inhabilitar a un rey, que está pensado por los constituyentes por razones de salud, física o mental, pero no por una causa de indignidad, aunque se ha manejado la hipótesis de que esa previsión constitucional pudiera justificar una especie de impeachment del monarca. Pero no. En las monarquías parlamentarias, las responsabilidades políticas tienen una sanción que es la abdicación, que en este caso ya se produjo en 2014. Pero muchas veces, y este es un supuesto de ellos, la mera abdicación no salda todas las cuentas pendientes. Porque aquí hay cuentas pendientes de otra naturaleza, como obligaciones tributarias reconocidas por el propio rey emérito, que no sabemos qué alcance pueden tener, si son meras infracciones, si son delitos fiscales o alguna conducta que pueda merecer un reproche de carácter penal, por eso está siendo investigado por el ministerio fiscal.

En el libro cita al jurista Javier Renovales que habla de una condena de extrañamiento.

Efectivamente, la expatriación del rey sería equivalente a una sanción de extrañamiento. Por eso siempre me he referido a la expatriación del rey emérito como una expatriación punitiva, es decir, sancionadora de conductas que a su hijo le han merecido un juicio muy duro y que como jefe de la familia ha tenido que adoptar esa decisión, que no es nada fácil pero parece que tiene todo el sentido.

“La figura del rey y la institución de la corona absorben por completo la pluralidad del país; es una instancia integradora”

Respecto a Felipe VI, a la derecha le pide que no le quiera tanto sino que le quiera mejor. ¿En qué se traduce ese querer mejor?

Querer mejor a un rey, estar adherido a una monarquía parlamentaria, es hacer esfuerzos para no poner en situaciones difíciles ni al monarca ni a la institución, para que pueda ejercer su labor en un escenario de tranquilidad, de sosiego, de buen funcionamiento institucional. Para eso, la oposición en este caso de la derecha en España, debe combinar la cooperación y la competición con el gobierno. Así sirve mejor a la corona y al rey que con expresiones de adhesión, muchas veces hiperbólicas y excesivas. Por una razón, porque el rey y la corona no es de la derecha ni de la izquierda, es de todos. Además, la figura del rey y la institución de la corona absorben por completo la pluralidad del país, la pluralidad ideológica de los ciudadanos pero también la pluralidad territorial, del país y de sensibilidades, y es una instancia integradora. No hay que rodear a la monarquía de entusiasmo, lo mismo que no hay que rodearla de impugnación como hace determinada izquierda. Hay que considerarla una institución normalizada dentro del sistema democrático.

Y con la izquierda usted denuncia que la distancia entre Moncloa y Zarzuela aumenta. ¿El presidente no le presta la atención protocolaria debida?

Las relaciones entre Zarzuela y Moncloa son correctas. Son distintas a las que tuvieron presidentes anteriores con Felipe VI y con su padre, pero son correctas. Lo que ocurre es que Pedro Sánchez es un presidente con mucho afán expansivo en su poder y traspasa algunas líneas rojas. Por ejemplo, el comportamiento del presidente del gobierno no me parece cuestionable en cuanto al apoyo a Felipe VI respecto a las medidas que ha tomado en relación a su padre, el rey emérito; sin embargo, hay algunos errores graves en el tratamiento en la relación entre la presidencia del gobierno y la jefatura del estado, como la prohibición el 25 de septiembre para ir a Barcelona a presidir la entrega de despachos a los nuevos jueces. Es una relación entre el presidente del gobierno y Felipe VI que básicamente es correcta pero tiene que perfeccionarse para evitar algunos roces, que a veces son de carácter protocolario pero otras tiene mayor hondura como el que acabamos de citar. Pero es importante pensar que tanto el rey como el presidente del gobierno pertenecen a una generación diferente, con experiencias distintas y con una concepción política de sus funciones también diferenciadas de las que tuvo su padre, Juan Carlos I, o los predecesores de Pedro Sánchez en Moncloa. Es muy importante subrayar que el apoyo del PSOE y de su secretario general a la monarquía parlamentaria y a Felipe VI es absolutamente esencial para el correcto funcionamiento constitucional.

Relatando lo sucedido entre septiembre y octubre de 2017 y las leyes de desconexión en Cataluña con el referéndum de autodeterminación, critica la pasividad del expresidente Mariano Rajoy frente a una actitud discreta pero activa del rey.

La intervención del rey en octubre fue necesaria porque se produjo un vacío de poder, que le correspondía haber llenado con su presencia y con su palabra al jefe del gobierno. Como no lo hizo y como además el gobierno fracasó en el manejo de esa crisis, particularmente en la jornada del 1 de octubre de 2017, el rey dentro de sus funciones constitucionales y haciendo uso de ese poder de reserva o de emergencia, tuvo que enviar una señal de presencia de Estado, tanto para la sociedad española en su conjunto como para la comunidad internacional. Ese discurso no se hace, sin embargo, si no es previamente consultado por muchas personas de la sociedad civil y política a las que se dirigió Felipe VI preguntando cuál era su criterio, y finalmente de la lista de opiniones que recibió, de sus propias reflexiones y de sus asesoramientos, y tras pedir el lógico refrendo del presidente del gobierno, Mariano Rajoy, hizo esa intervención radiotelevisada que fue extraordinariamente importante en el devenir de los acontecimientos posteriores.

“En España nos faltan unos usos constitucionales que establezcan pautas previsibles de comportamiento del presidente del gobierno con los jefes de Estado”

¿Está demasiado limitado el rey en su agenda por el gobierno de turno?

En una monarquía constitucional siempre el rey es muy dependiente de los criterios y opciones políticas del gobierno legítimo, y este lo es, como lo han sido todos los que han sido elegidos al amparo de la Constitución de 1978. Ahora bien, lo que en España nos falta son unos usos constitucionales que establezcan pautas previsibles de comportamiento del presidente de gobierno con los jefes de Estado. Ahí es donde se producen algunas disfunciones, como si es necesario siempre y en todo caso el refrendo a sus intervenciones públicas, o para cualquier desplazamiento por el territorio nacional, también en el extranjero. Es un debate que debe resolverse de buena fe y con criterios técnico-jurídicos que se adecúen perfectamente a la Constitución. A partir de ahí, iniciar una nueva forma de relación entre el presidente del gobierno y el jefe del Estado, lo cual se puede conseguir porque Pedro Sánchez está adherido al pacto constitucional, lo ha dicho por activa y por pasiva; y Felipe VI es un rey que no es carismático pero está claramente adherido a la monarquía parlamentaria y por tanto a la Constitución. Digamos que para Felipe VI la Constitución es un manual de instrucciones.

“Las sociedades más vanguardistas tienen monarquías parlamentarias en Europa”

Existe una referencia importante en el libro sobre el ensayo de Emilio Lamo Espinosa: “Monarquía parlamentaria y democracia”. ¿Por qué es un factor determinante en la calidad de sus democracias este sistema?

Hay un hecho que muchas veces se desconoce y es que en Europa todas las monarquías parlamentarias son democracias plenas. Me refiero al Reino Unido, Suecia, Dinamarca, Noruega, Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, y por supuesto España. La misma forma de sistema monárquico que existe en España existe en los países más vanguardistas en la defensa y el reconocimiento de los derechos y libertades de los ciudadanos, con mejores estándares de calidad democrática, con altos índices de bienestar social y con largos, larguísimos, periodos de eficacia política de sus sistemas constitucionales. Por tanto, democracia y monarquía son en este momento en Europa sinónimos, digamos conceptos absolutamente consustanciales. En cambio, no puede decirse lo mismo cuando hablamos de repúblicas en Europa. Hay algunas repúblicas en Europa que son completamente iliberales, como Polonia o Hungría. Eso no ocurre en Suecia, ni en Noruega, ni en Reino Unido, ni en España, Bélgica o Países Bajos. Esta es una realidad que en España debemos tener muy presente. Las sociedades más vanguardistas tienen monarquías parlamentarias en Europa.

¿La figura del rey da una visión más a largo plazo fuera del cortoplacismo partidista?

Una visión más permanente. Da mayor permanencia porque hay una instancia del Estado que no se somete al vaivén electoral, que no es una instancia ideológica ni de partidos, sino que es integral y transversal. Eso le da una permanencia especial.

¿El mayor éxito de esta monarquía ha sido que muchas personas con ideas republicanas se hayan podido sentir cómodas en nuestra democracia?

Eso es evidente. La participación activa de las fuerzas de izquierda antifranquista en la transición, me refiero a los partidos socialista y comunista, es una evidencia histórica. Esa izquierda colaboró activamente en el pacto de la transición y en la Constitución de 1978 a que España fuera un estado democrático de derecho con una forma monárquica, y funcionó perfectamente, y el rey no podemos olvidar, pese a las circunstancias que le han rodeado en los últimos años de su reinado, en aquellos momentos compuso y amparó los intereses de unos y otros. Fue, por tanto, una instancia integradora, pacificadora, una instancia sin la cual no se habría producido una cohesión de voluntades para avanzar en la democracia, y sobre todo para poner en marcha nuestro sistema constitucional, que evidentemente ha sido un éxito. Es el éxito histórico más importante de los últimos siglos en la historia de nuestro país.

¿Poner en riesgo a la corona es poner en riesgo al sistema constitucional?

El cambio de una monarquía por una república no es una reforma constitucional sino abrir un proceso constituyente porque la monarquía, el modelo territorial y los derechos y libertades de los ciudadanos es el núcleo duro esencial de la Constitución del 78. Por tanto, cambiar la forma de Estado de una monarquía a una república no es una reforma constitucional, es un proceso constituyente, y es tumbar previamente la Constitución del 78 y empezar de cero. No nos pueden vender como reforma constitucional lo que en realidad sería un proceso constituyente.

“Tenemos que proscribir una costumbre muy española que viene de siglos en la historia de nuestro constitucionalismo, que es sustituir las constituciones en vez de reformarlas”

Habla de los españoles como monárquicos pasivos. ¿Ve riesgo de que la desafección aumente y la corona corra peligro?

Creo que Felipe VI es un rey que tiene una progresiva aceptación positiva por parte de los ciudadanos, que está regenerando la corona con unas conductas de austeridad, moderación, discreción realmente extraordinarias, y que está reparando las erosiones que produjo su padre con las conductas impropias de sus últimos años. Por otra parte, creo que la correlación de fuerzas parlamentarias en España no permitiría en ningún caso un cambio que permitiese un proceso constituyente y además creo que la sociedad española debe aspirar a que se produzcan reformas positivas, que mejoren la percepción de la corona y del rey, pero la inmensa mayoría no está por iniciar aventuras constituyentes que tumben una trayectoria de éxito que empezó en 1978 y que ha llegado a nuestros días, no sin problemas, pero no hay sociedad que no tenga problemas. Además, tenemos que proscribir una costumbre muy española que viene de siglos en la historia de nuestro constitucionalismo, que es sustituir las constituciones en vez de reformarlas. Por último, hay que tener en cuenta que en España solo ha habido dos repúblicas y ambas terminaron con un fracaso extraordinario. Santos Julián decía que los españoles somos el pueblo que más ha destronado a sus reyes y más los ha restaurado. Por algo será. La historia siempre es maestra y nos enseña serias lecciones, no vayamos a desconocer en este momento de dificultad aquellas lecciones que la historia nos está enviando para que tomemos nota y no caigamos en los errores que tantas veces hemos repetido.

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