Zelaya, más solo que nunca

Mundo · Luciano Sague (Tegucigalpa)
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5 noviembre 2009
La firma del Acuerdo Tegucigalpa - San José, Diálogo Guaymuras, por el depuesto Manuel Zelaya Rosales lo ha colocado en la posición más débil y solitaria que ha tenido desde el 28 de junio pasado. Por un lado las fuerzas adversas a él no tienen ninguna prisa en acelerar la discusión de su posible restitución, y por otro lado la mayor parte de la comunidad internacional da por válido el acuerdo, y aliviada se desentiende del mismo, tratándolo como un asunto interno de Honduras. Finalmente, un sector importante de la izquierda hondureña se siente traicionada por Zelaya y consecuentemente le ha retirado su respaldo.

Antecedentes

Para entender esta situación hay que hacer un poco de historia. Dos semanas antes de la visita del subsecretario de Estado Thomas Shannon a Honduras, la comisión negociadora de Zelaya había exigido que fuera el Congreso Nacional (el mismo Congreso que lo destituyó cuatro meses atrás) quien decidiera su restitución a la presidencia de la República. A pesar de que la comisión negociadora de Roberto Micheletti proponía que fuera la Corte Suprema de Justicia quien decidiera ese asunto, una semana antes de la venida de Shannon la misma aceptó la exigencia de Zelaya. Sin embargo, y para sorpresa de todos, como respuesta a la aceptación de sus demandas por parte de Micheletti, Zelaya, siendo fiel a su estilo de hacer política, el mismo que consiste en provocar caos y crisis para luego presentarse él como la solución, dijo que esa propuesta, su propia propuesta, era inaceptable (¿?) y que se retiraba del diálogo. Cansado de la crisis en Honduras, Estados Unidos decide tomar el toro por los cuernos y una semana después Shannon convence a Zelaya de que firme el trato que el mismo Zelaya había exigido y que ya Micheletti había aceptado previamente.

La primera reacción pública de Zelaya y de sus adeptos después de la firma del acuerdo fue la euforia y el triunfalismo. Sin embargo, los acontecimientos demuestran que don Manuel Zelaya, el comandante vaquero de Hugo Chávez Frías, debió ser más moderado en sus celebraciones, pues después del acuerdo él ha ido perdiendo de forma acelerada la capacidad de presión y negociación. He aquí las razones de ello: Zelaya basaba su poder de negociación en dos factores, el primero en el casi total respaldo a su restitución que la comunidad internacional le brindaba, y el segundo en el apoyo interno de la minoritaria, pero bulliciosa y violenta, izquierda criolla.

La comunidad internacional rectifica

Tras dos informes legales que se hicieron públicos, uno por parte de la Biblioteca del Congreso de EUA, y el otro del Departamento de Asuntos Políticos de la ONU, en donde se expresaba la legalidad en el proceso de destitución de Zelaya, así como la violación a las normas del derecho internacional y al principio de no intervención en otros estados que organismos como la ONU y la OEA estaban cometiendo en el caso de Honduras, el apoyo de la comunidad internacional a la causa de Zelaya comenzó a resquebrajarse. Sumado a ello, la ridícula postura que adoptó el multilateralismo de no reconocer unas elecciones convocadas durante el Gobierno de Zelaya si no se restituía al mismo, comenzó a hacerse insostenible. La necesidad de una salida digna a los errores cometidos en el trato dado al caso de Honduras se reflejó en las expresiones de júbilo y alivio que la mayor parte de la comunidad internacional expresó con la firma del acuerdo. Esta aceptación quitó las dos espadas de Damocles con las que Zelaya amenazaba a la institucionalidad hondureña en caso de no ser restituido, a ser el no reconocimiento de la comunidad internacional al gobierno legítimamente surgido de las elecciones del último domingo de noviembre próximo, y el recrudecimiento de las sanciones y del aislamiento internacional.

Con esos dos problemas resueltos, Micheletti está a punto de recobrar pleno control en el manejo de las relaciones exteriores de Honduras, contrario a Zelaya que ha visto reducido el apoyo incondicional a su causa principalmente a Brasil, Venezuela y los cuatro principales satélites de ésta (Nicaragua, Cuba, Bolivia y Ecuador). Micheletti logra su principal objetivo, que es asegurar la alternabilidad democrática en el ejercicio del poder en Honduras con pleno reconocimiento internacional, que se veía amenazada por el deseo continuista de Zelaya.

La izquierda se siente traicionada

El núcleo del apoyo que Zelaya tiene en Honduras está conformado por la izquierda criolla, que se aglutinó alrededor suyo debido a la promesa de Zelaya de instaurar un modelo de Estado comunista en Honduras mediante la realización de su Asamblea Nacional Constituyente. La firma del Acuerdo por parte de Zelaya, en la que renuncia a la realización de la Constituyente y a cambiar los artículos constitucionales no reformables, que incluyen la forma de gobierno, provocó un sentimiento de traición entre sectores importantes de la izquierda hondureña. En el portal www.laclase.info han estado apareciendo comunicados y artículos en donde a su otrora líder y paladín José Manuel Zelaya Rosales lo tratan de traidor, cobarde, entreguista, lame botas del imperio e hipócrita. Peor aún para Zelaya, político acostumbrado a los insultos, lo acusan de "haber entregado todo a cambio de nada" y hacen llamados para que la izquierda hondureña retire todo su apoyo a la restitución de Zelaya. Expresan que, al fin de cuentas, no vale la pena luchar por la restitución de una figura política burguesa que los utilizó como tontos útiles, y que dentro de las reglas de la constitución burguesa que ha aceptado respetar le quedarían menos de tres meses de Gobierno.

Diferente es la situación que vive Micheletti, cuyos grupos afines han redoblado su apoyo, alentados por la fortaleza en sus posturas y la sagacidad con que hasta ahora ha ido sacando con éxito la difícil tarea a él encomendada.

Presidencia, cárcel o exilio

La Constitución de la República manda que quien ya ha sido presidente, por el tiempo que sea, y deje de serlo, no podrá volver a ejercer ese cargo. Al aceptar Zelaya la legitimidad del Congreso Nacional para que decida su restitución, acepta la legitimidad del mismo para su destitución, por tanto constitucionalmente no tiene espacio alguno para volver al poder.

Para terminar de complicar la situación legal de Zelaya, aun en el cada vez más improbable caso de que sea restituido en la presidencia de la República y debido a su renuncia a beneficiarse de una amnistía, no sabemos cómo lograría siquiera cruzar la acera frente a la embajada de Brasil, y no digamos llegar a Casa Presidencial, pues la policía y los fiscales están en las afueras de la embajada, cual gatos frente a hoyo de ratón, acechando y esperando la oportunidad para ponerle las manos encima y presentarlo ante los tribunales de justicia para que responda por los múltiples cargos que pesan en su contra. Si el espíritu del Acuerdo es lograr la reconciliación y la convivencia pacífica de los hondureños, la restitución e inmediato arresto de Mel sólo traerían mayor convulsión, algo que no vale la pena vivir y menos por alguien que de todas maneras gobernaría sin poder por unos cuantos días. La relación coste-beneficio de esta transacción parece indicar solo pérdidas.

Por ello es probable el escenario en que un día de estos nos enteremos por la televisión de que el Sr. Zelaya se encuentra en el exilio y fuera de Honduras, contando una y mil veces a quien quiera escucharle cómo en una mañana de verano, cuando estaba a unas cuantas horas de convertirse en rey vitalicio de la nación, recibió la visita de unos duendecillos verdes que lo despertaron de sus sueños dictatoriales y todavía en pijama lo sacaron del país.

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