Zapatero y ETA compiten por la base abertzale

España · Fernando de Haro
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17 diciembre 2008
"No yet". Todavía no. Y cuando llegue el momento de intentar otra vez lo que se llamó el fin dialogado de la violencia será de otro modo. Zapatero va a intentar poner de su lado a cierta parte de la izquierda abertzale y ETA, que lo sabe, intenta fijar y ampliar su base social en una campaña popular contra el tren de Alta Velocidad Vasco, similar a las que desplegó en otros tiempos contra la autopista de Leizarán y contra la central de Lemoniz. Eso explicaría que el Gobierno no disuelva los ayuntamientos de ANV y que ETA haya asesinado a Ignacio Uría, responsable de una de las concesionarias de la obra del tren.

No hay que ser adivino, basta con observar lo que ha hecho el grupo socialista en el Congreso, y lo que han dicho en los últimos días Zapatero y Jesús Eguiguren -el gran gurú del mal llamado proceso de paz- para intuir por dónde van a ir las cosas. Este martes el diputado socialista Antonio Hernand, para rechazar en la Cámara Baja la moción en la que se reclamaba la inmediata disolución de los 42 ayuntamientos de ANV, hablaba de "deslealtad". La moción ha tenido la virtualidad de retratar al Gobierno: no quiere una acción contundente antes de las elecciones.

Lo explicaba claramente hace unos días Luis R. Aizpeolea, uno de los periodistas que todavía en El País sirve de altavoz al Gobierno. Para otras cosas Zapatero prefiere a Público y a La Sexta. Aizpeolea personalmente está convencido de que la estrategia diseñada en su día por Jaime Mayor Oreja no sirve para acabar con el terrorismo de ETA. "Se apuntan discrepancias entre el Gobierno y el PP sobre el modo de actuar en la fase terminal de ETA -rezaba un párrafo en el que se escucha el acento de Moncloa-. Mientras el PP todo lo fía a las medidas legales, policiales y judiciales, el Gobierno busca, además, un espacio para la movilización política y social, como elemento decisivo para deslegitimar a ETA y que nada tiene que ver con la negociación. La polémica sobre la disolución de los ayuntamientos de ANV es un buen ejemplo de ese distinto modo de actuar". Un espacio para la movilización del propio entorno de ETA,  o del entorno nacionalista, se entiende. Al tiempo, Zapatero utilizaba en su conferencia en el Centro de Estudios Constitucionales la ya famosa metáfora quirúrgica: "el bisturí tiene que extirpar las células cancerígenas que se aprovechan de la vitalidad del cuerpo pero con cuidado de no rozar el corazón del pluralismo".

El presidente del Gobierno, lo dice por boca propia y a través de sus voceros, no quiere cortar por lo sano, se niega a disolver los ayuntamientos porque está convencido de que hay "tejido social y político" que podría ser útil para una operación futura en el País Vasco. ¿Cuál es ese tejido que quiere aprovechar el presidente?

Las encuestas arrojan un empate entre el PSE y el PNV para las autonómicas de la próxima primavera. El Euskobarómetro reflejaba en verano que el PSE estaría a sólo dos puntos del PNV y que podría igualarle en escaños, porque se mueve entre 25 y 28 diputados frente a la horquilla de entre 24 y 27 del PNV. El sociómetro de noviembre del Gobierno vasco también reflejaba empate. Una alianza con el PP hay que descartarla. Sueña con la posibilidad de desplazar al PNV del Gobierno, pero no como en 2001, para desarrollar un proyecto constitucionalista. Zapatero seguramente está  barajando una fórmula a la catalana, apoyándose en Izquierda Unida y en una Eusko Alkartasuna más soberanista que el PNV. La gran incógnita es si un futuro Gobierno de Paxti López se apoyará formalmente en una cuarta pata, la nueva marca de Batasuna. Batasuna, bajo las fórmulas de EH o PCTV ha cosechado alrededor de 150.000 votos. Cuando no ha conseguido presentarse ha hecho un llamamiento a la abstención. El Gobierno se retratará definitivamente cuando Batasuna intente concurrir a las elecciones autonómicas. Si vuelve a repetir lo que ha hecho con los ayuntamientos de ANV tendremos la confirmación de que Zapatero cuenta en sus planes con los abertzales, bien para que apoyen a Patxi López o bien para que desgasten al PNV.

En cualquier caso, cuarta parta o no, el socialismo de Zapatero está convencido de que puede contar con la izquierda abertzale, o con cierto sector de la misma, para acabar con el terrorismo. Lo explicaba el pasado 13 de diciembre el presidente del PSE, Jesús Eguiguren, el hombre que diseñó el mal llamado proceso de paz. En una entrevista en El Diario Vasco afirmaba que un "cambio político" basado en el triunfo de su partido en las elecciones autonómicas de marzo traería paz a Euskadi. Eguiguren se mostraba convencido de que la mayoría del mundo abertzale "se arrepiente de la ruptura del último proceso de paz y quiere el fin de la violencia". Anunciaba además que Otegi prepara un "proyecto político soberanista a medio y largo plazo" porque existen "dos dinámicas": una partidaria de buscar el "fin dialogado, su integración en el sistema político", y otra que quiere "endurecer" su posición. Más claro, imposible. Zapatero está convencido de que apoyándose y apoyando a la izquierda aberztale que podría liderar Otegi, una especie de ERC vasca, puede acabar con ETA, aislándola políticamente. Ésa es la explicación de su cirugía de precisión. El grave problema es que Cataluña no es el País Vasco. ETA sigue matando, ETA hasta el momento ha "fidelizado" a su gente. Y ETA ha puesto en el punto de mira el AVE porque quiere conseguir apoyo popular, como lo obtuvo poniéndose al frente de un causa popular como las que mantuvo contra Leizarán y Lemoniz. La gente de Zapatero lo sabe. Ramón Jáuregui este miércoles escribe un artículo con título claro: "Ni Lemoniz ni Leizarán", en El País. ¿Quién ganará en esta competición, ETA o Zapatero? Lo que está claro es que en cualquier caso pierde el constitucionalismo.

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