Zapatero no gana en Estados Unidos si nos olvidamos del sueño de Bush
En la última legislatura de Aznar, el gran movimiento que se propuso arrancar del poder al PP y que tuvo una de sus grandes manifestaciones en el "No a la Guerra" creó un espejismo. La ficción de que la gran ola de la Historia (necesariamente con mayúscula) había sepultado a los protagonistas de la foto de las Azores que decidieron la intervención en Iraq. Después de la gran frustración que provocó la segunda victoria de Bush, por fin se completa el ciclo que acaba con ocho años de "oscuridad", del régimen planetario impuesto por un paleto de rancho.
Un ciclo que en España se habría iniciado hace cuatros años y medio con un Zapatero que fue el profeta de Obama. Tanto, y de una forma tan ideológica se ha caricaturizado a Bush en España durante los últimos años, que a menudo la derecha se ha visto en la necesidad de defenderlo en cuestiones en las que era indefendible. Parecía que hablar del inmenso error de haber comenzado la guerra de Iraq o subrayar el peligroso esquematismo de algunas decisiones en la lucha contra el terrorismo era necesariamente identificarse con la revolución nihilista de los detractores de Bush. La libertad que demostró Juan Pablo II en los últimos años de su vida desgraciadamente no ha sido muy frecuente en este país. Estar en contra del zapaterismo suponía suscribir necesariamente toda la política del presidente de Estados Unidos. Algunos incluso han llegado a suscribir con entusiasmo esa fórmula, más por un Bush soñado que por un Bush real. Por un Bush del que esperaban capacidad para cambiar el mundo.
La más que previsible victoria de Obama el próximo martes va a presentarse como una victoria del gabinete de Zapatero que se encarga de guiar la Historia (siempre con mayúscula). Por eso le conviene al Gobierno que no se invite a España a la reunión que se celebra en Washington en la que se va a estudiar la reforma del sistema financiero. El Gobierno lo presenta como el último acto de la diplomacia cavernícola de Bush. Vamos a asistir a una explotación "virtual" de la política de Obama como un respaldo a la política de Zapatero. El presidente del Gobierno de España no ha sido recibido por el presidente de Estados Unidos en los últimos cuatro años. Ha sido el castigo por haber retirado las tropas. Obama no quiso visitar España cuando realizó su minigira por Europa y no parece que vaya a tener especial interés en convertirnos en uno de sus aliados preferentes.
Como desveló Ramón Perez Maura hace unos días en el ABC, Biden, el virtual vicepresidente y segundo de Obama, se opuso a una entrevista con la administración estadounidense de Zapatero por los mismos motivos por los que la ha bloqueado el equipo de Bush. No importa, una sola frase de Obama en uno de los debates (http://www.youtube.com/watch?v=xz007Ki47FU) echándole en cara a McCain no haber desvelado sus intenciones sobre Zapatero ha servido para que el Gobierno vendiera "virtualidad" sobre los paralelismos entre el zapaterismo y el obamismo. No esta todavía claro si esos paralelismos son reales o ficticios. El pasado de Obama, sus coqueteos con el radicalismo, el "sesentayochismo" de su mujer, el modo en el que ha votado como senador hacen pensar que puede haber alguna cercanía. David Brooks, en una excelente columna (http://www.nytimes.com/2008/10/14/opinion/14brooks.html?_r=1&hp=&oref=slogin&pagewanted=print) de hace algunos días en el New York Times pronosticaba que Obama, con motivo de la crisis, iba a practicar una política claramente intervencionista en el terreno económico. Si es así, Zapatero lo utilizará para justificar el aumento del intervencionismo que está desarrollando con motivo de la crisis, nocivo para la iniciativa social.
En un interesante trabajo (http://edition.cnn.com/2008/POLITICS/10/13/wall.bush-obama/index.html) la analista Tara Wall ponía de manifiesto la coincidencia de la política que ha practicado Bush con la que promete Obama. Ya veremos cómo es el Obama del despacho oval. Para España será decisivo comprobar hasta qué punto son reales las similitudes entre Obama y Zapatero. Pero más decisivo aún será que aquellos exponentes de la sociedad civil que están creando una alternativa a la política de Zapatero se olviden de Bush o de lo que Bush ha representado durante mucho tiempo en un cierto imaginario: alguien capaz de poner freno a la revolución nihilista a base de política y de leyes. La política siempre está al final del cambio, no al principio. Por eso Zapatero no gana en Estados Unidos si nos olvidamos del sueño de Bush.