Yo sí soy tonto
Qué difícil resulta a veces callar, aguantar una pequeña calumnia en silencio, sin defenderse, sin justificarse. Cuantas oportunidades de reparación, de ofrecimiento, se desperdician porque el ego ha sido tocado. No estoy diciendo que uno se calle, permitiendo las injusticias, si no que de vez en cuando, por humildad, o por puro amor a Dios se puede renunciar a defenderse.
¿Quién no ha cogido alguna vez, un rebote monumental? Una pequeñísima amonestación por parte de otro y zas todo al garete. Sale el lobo. Una simple prueba de control personal, de esas que Dios, de vez en cuando permite para nuestro bien, obtiene un suspenso. Los gritos, la cólera , la irritación ,no han sabido estarse quietecitos ante el aviso recibido . Han tenido que salir para realizar una actuación pueril: La justificación.
Una vez más tengo que aceptar, que lo de ser santo, requiere mucha virtud y mucha paciencia con uno mismo. Qué fácil se ve todo cuando se está ante el Señor, que fácil realizar propósitos, qué fácil ofrecerse para cumplir su voluntad. ¡Y que fácil, que todo se desmorone, cuando han rascado nuestra arrogancia!
Uno de los insultos, (aún de forma cariñosa) que más recibo, es la de llamarme tonto. “Tú eres tonto callándote”, “Tu eres tonto no cobrando ese trabajo que te han pedido´, “Tú eres tonto dejando que te calumnien ”“Se aprovechan de ti´…Y me pregunto: ¿Es que yo he entendido mal lo de la otra mejilla? O lo de que “hay más gozo en dar que en recibir” o no he leído bien, lo de “cuando tu hermano te quite el sayo dale la manta”…
Pues qué queréis que os diga; a mí lo de cabrearse no me va .Me siento terriblemente mal cuando ocurre. ¿Qué prefiero callar antes de crear polémica? Pues sí, ¿qué prefiero hacer el trabajo antes de que se quede sin hacer por otro? Pues sí. ¿Qué no puedo cobrar por algo que me pide un amigo? Pues sí…. ´¡Tonto, tonto, tonto! ¡Tú eres tonto dejándote pisotear! ´ No puedo dejar de pensar que mi Redentor, se dejó machacar, triturar, burlar , pasar por necio y loco y clavar en cruz…
Tengo muy claro que hay que cosas que no pueden tolerarse, cosas que no pueden callarse y voces que deben alzarse, pero… ¿Siempre? Yo prefiero que sean ocasionalmente y por una razón grave.
Por la experiencia que llevo vivida, me doy cuenta de que el consejo de Jesús de poner la otra mejilla, parece que se ha incluido en la lista de las cosas light. Casi siempre, encuentro una justificación a la exhortación del Señor, cuando la ocasión se presenta. Una excusa a nuestra protesta, a nuestra defensa, a nuestro ¿ego herido?… Tememos que nos tomen por tontos.
La parte del apaciguamiento es la mejor. Acontece cuando la tempestad ha pasado, cuando el corazón deja la taquicardia que ha cogido, y cuando la razón vuelve a ponerse en su sitio. Entonces, aparece la verdad ante uno mismo. La propia fragilidad humana. La necesidad imperiosa de Dios, que transforma el corazón. ¡Que hace posible lo imposible!
Tal vez, muestre la sensación, de que soy un pusilánime, que agacho la cabeza y callo. Los que me conocen de verdad, saben cómo me las gasto a veces, pero… ¡no me gusta! El amor pide que no me conforme con eso. Además, esto de la renuncia a no excusarse, a saber callar, a sacrificarse por el otro, lo he aprendido leyendo a los santos. ¿Acaso no queremos ir en su misma dirección?…
“El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante; no se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido; no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. Estas preciosas palabras de San Pablo, podrían responder muy bien, a la definición que la sociedad hedonista de hoy, tiene de la palabra tonto.El amor nunca se sacia si no es por el bien de los demás. Estoy cada día más convencido, de que para amar, hay que ser de esa clase, a la que este mundo, llama tontos…