¿Y si algo se mueve?

Mundo · Fernando de Haro
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1 octubre 2008
Solbes ha cumplido este martes con la liturgia de presentar los Presupuestos Generales del Estado de 2009 en el Congreso. Lo hacía pocas horas después de que Wall Street se hubiese desplomado con una de las mayores caídas de su historia por la crisis financiera de las hipotecas basura. El proyecto de cuentas públicas para el año es papel mojado. El Gobierno tendrá el respaldo del PNV y el presupuesto saldrá adelante, pero todos los economistas coinciden en señalar que las previsiones de crecimiento del 1 por ciento del PIB para 2009 son absolutamente irreales.

El próximo año España registrará tasas de crecimiento negativas, el déficit público superará el 2 por ciento previsto y el paro, que está en el 10,4 por ciento,  seguramente llegue al 14 por ciento. El modelo económico basado en el endeudamiento exterior se ha acabado porque no hay ni va a haber dinero en el sistema financiero internacional. Ante esta situación seguramente a Zapatero no le va a quedar más remedio que incrementar los impuestos, lo que va a suponer más castigo para el consumidor, para las familias que han visto cómo las subidas de sus créditos hipotecarios les hacían muy difícil llegar a final de mes. De hecho, el proyecto de Presupuestos ya sube los impuestos en 400 euros para un trabajador de renta media porque no deflacta la tarifa del IRPF con la inflación.

Los sondeos de opinión reflejan el desgaste. La encuesta del prestigioso Instituto Noxa -dirigido por Julián Santamaría, que trabaja para los socialistas- refleja una intención de voto para el PSOE del 40,6 por ciento, frente al 43,9 por ciento de las elecciones de marzo. Hasta el momento Zapatero había intentado utilizar la crisis en beneficio propio, presentándose no como parte del problema sino como la solución: como el hombre que frente a las peligrosas tendencias destructoras del Estado del Bienestar estaba dispuesto a garantizar los derechos sociales, la estabilidad de las pensiones y las ayudas para los parados. "Os conviene un socialista como yo para estos momentos difíciles, yo protejo a los débiles frente a los liberales de la derecha", ha sugerido en todas sus intervenciones antes y después de las vacaciones. En realidad al presidente del Gobierno no le interesa la economía, él mismo ha confesado en múltiples ocasiones que la izquierda clásica se ha "entretenido" demasiado con los números y que ahora había que dedicarse a la ampliación de los derechos civiles. Es a lo que tenía pensado volver tras las vacaciones. Por eso, y no tanto por distraer, ha puesto en marcha en el mes de septiembre una reforma de la ley de Libertad Religiosa, la modificación de la ley del aborto y la regulación del suicidio asistido.

La legislatura pasada recurrió al choque con una parte de la sociedad para provocar el respaldo de los votantes más radicales. Ya veremos si puede seguir con la misma fórmula en una crisis tan severa y con los terroristas de ETA decididos a provocar una nueva negociación a base de más muertos. El cardenal arzobispo de Madrid, monseñor Rouco Varela, en un desayuno celebrado la semana pasada en el que estaban todos los medios de comunicación, aseguró que no creía que "el Gobierno buscara el choque con la Iglesia. Hay diferencias, hay dialéctica, pero no creo que se busque el choque". ¿Palabras sólo sugeridas por la cortesía diplomática? Hay altos responsables eclesiales que todavía creen que es posible un diálogo con el Gobierno en las cuestiones que más le preocupan, sobre todo en las relacionadas con la educación. 

Se ha dado la paradoja de que Zapatero ha tenido que defender por primera vez las convicciones de un católico, el juez Carlos Dívar, que él mismo ha elegido, de acuerdo con Rajoy, como presidente del Consejo General del Poder Judicial. Ha sido una decisión extraña para el laicismo sin concesiones de Zapatero. Las verdaderas razones del nombramiento no están claras y todo hace suponer que hay alguna trampa. A Zapatero puede serle muy rentable si al final la "fuerte espiritualidad" de Dívar se traduce en un catolicismo "neutralista". Pero por lo pronto, el presidente del Gobierno frente a los ataques que ha sufrido el juez ha tenido que defender lo obvio: el derecho a que no se discrimine por convicciones religiosas. Como siempre, la cuestión decisiva es qué entienden los católicos por convicciones.

Zapatero lo tiene difícil en las encuestas, pero no le va mejor a la oposición. El sondeo que reflejaba una caída de la intención de voto de los socialistas muestra también una bajada del PP, que pasa del 39,9 por ciento al 39,6 por ciento. Rajoy no acaba de ser visto como una alternativa. La novedad en la oposición durante las últimas semanas ha llegado del lado menos esperado, Esperanza Aguirre. La presidenta de la Comunidad de Madrid impulsó en el Congreso nacional del PP de este verano las enmiendas que han provocado que el partido deje de ser beligerante con el matrimonio homosexual. Pero Aguirre tras el verano ha girado. Inspirada quizás por Sarkozy, ha criticado "el relativismo" en política y se ha mostrado contraria a una reforma de la ley del aborto. No hay que hacer ilusiones inocentes pero la suya ha sido una música diferente a la de Rajoy, al que no le gusta entrar en el fondo de los "nuevos derechos civiles de Zapatero".

Tan interesante como la crítica del relativismo es el "descubrimiento" que ha hecho Esperanza Aguirre de la subsidiariedad. En el congreso regional del PP de Madrid celebrado a mitad de septiembre se ha aprobado una interesante ponencia sobre "Sociedad y libertad". El texto de la ponencia dice, por ejemplo, que "la intromisión del Estado en asuntos que son propios de personas, familias y empresas no sólo obstaculiza el crecimiento económico sino que también impacta en los valores de la sociedad". O que "las administraciones deben apoyar a las familias, no suplantarlas en sus funciones", y aún más: "la escuela concertada cuenta con nuestro apoyo y financiación". Una orientación interesante: "defendemos que el Estado debe tener un papel limitado en la economía, que debe orientarse a crear las condiciones para que las personas y las empresas puedan llevar a cabo sus iniciativas con el mayor grado de libertad". Declaraciones programáticas que se concretan en políticas a favor de la iniciativa social en el ámbito de la educación y de la sanidad, que la izquierda clásica llama "privatización de la Enseñanza y la Sanidad".

Más que soñar, como hacen algunos con un nuevo partido católico, parece más interesante, para los que ya están construyendo iniciativas sociales, estar atentos a los posibles cambios, a las oportunidades de libertad que se abren en los lugares más insospechados. Si algo se moviera, ¿habría un sujeto social capaz de aprovecharlo?

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