Wicked: La pregunta del bien y el mal en un mundo verde y rosa
Wicked es una historia bastante particular. Podría decirse que es la adaptación de la adaptación de la adaptación. Porque, aunque los personajes y el mundo en el que se mueven son los mismos del clásico literario de L. Frank Baum El maravilloso mago de Oz (1900) –más ampliamente conocido por la película de 1939 protagonizada por Judy Garland–, la trama pertenece a la novela de Gregory Maguire titulada Wicked: Memorias de una bruja mala, publicada en 1995. En esta novela, Maguire cuenta cómo Elphaba, la Bruja Malvada del Oeste –sí, la verde– y Glinda, la Bruja Buena del Norte –sí, la rosada– se conocieron mucho antes de la llegada de Dorothy al mundo de Oz.
La novela de Maguire se convirtió en un musical de Broadway en 2003 con el libreto de Winnie Holzman, las canciones de Stephen Schwartz (quien también ha compuesto la música de películas como El príncipe de Egipto (1998) y El jorobado de Notre Dame (1996)) y las actuaciones de Idina Menzel y Kristin Chenoweth como Elphaba y Glinda, respectivamente. Desde entonces, Wicked no ha dejado de tener temporadas y tours por el mundo –dato curioso: en 2025 llegará a Madrid–, alcanzando la fama de musicales como El rey león o Hamilton.
La película, dirigida por Jon M. Chu, es protagonizada por Cynthia Erivo, otra de las grandes actrices de Broadway, en el papel de Elphaba y la cantante Ariana Grande en el papel de Glinda, quien en más de una entrevista ha contado como, desde los diez años, ha soñado con interpretar este papel.
Lo interesante de Wicked, como todas las buenas historias, es que aunque pasen los años, sigue hablándole al presente. La historia de estas dos brujas que comienzan odiándose y terminan siendo mejores amigas está atravesada por temas tan actuales como la manipulación de los poderosos, la política que ensucia las relaciones, el escoger entre la libertad y la conveniencia, la persecución, la censura y tantas cosas más.
Lo único que advertiré es que la película que se encuentra ahora en cines es la primera parte de la historia. Jon M. Chu ha querido ser lo más apegado posible al musical, tanto que ha respetado los dos actos del mismo. La primera película corresponde al Acto I y la segunda película que tiene como fecha de estreno el 21 de noviembre de 2025 será el Acto II del musical. Ahora bien, aunque sea un final abierto, la estructura de la película en cuestión funciona lo suficientemente bien como para que valga la pena la espera de un año hasta la segunda parte.
Lo que también hace que valga la pena es que, aunque se trate de la primera parte solamente, Wicked deja de manifiesto preguntas que a todos nos interesa plantearnos. Aunque no podamos alcanzar respuestas satisfactorias, son interrogantes que, en un mundo como el nuestro, deberíamos tener siempre presentes.
¿La gente nace mala o se hace mala?
Con esta pregunta se abre el musical. La primera escena anuncia lo que todos los que hemos visto o leído El mago de Oz ya sabemos: la Bruja Malvada del Oeste muere derretida por el balde de agua que Dorothy le lanza encima.
Glinda va al País de los Munchkins –donde Dorothy aterrizó con la casa que aplastó a la Bruja Malvada del Este, la de los zapatos rojos– para contarles la noticia. Sí, la Bruja Malvada del Oeste ha muerto. La gente celebra su muerte. Unos a los otros se recuerdan que las vidas de los malvados son solitarias y que cuando han fallecido, nadie los recuerda con cariño.
Entre los munchkins, una niña le pregunta a Glinda: ¿Por qué el mal sucede? Glinda le contesta diciéndole que esa es una buena pregunta.
Cuántos de nosotros no nos habremos planteado esto en alguna ocasión. ¿Por qué existe el mal? ¿De dónde viene? ¿Cuál es su origen? ¿Por qué sucede? ¿Cómo detenerlo? ¿Por qué la gente lastima a otros? ¿No se cansarán de hacerlo? ¿Cómo pueden dormir por las noches? ¿Yo sería capaz de ser malo?
Glinda insiste en esta cuestión. “¿La gente nace mala o se hace mala?” Ya esta pregunta daría para un debate que podría no acabarse nunca. Sin embargo, lo que me interesa es que Glinda usa esa pregunta como introducción a la historia de la Bruja Malvada del Oeste: quiénes fueron sus padres, por qué nació con la piel verde, el rechazo que eso produjo desde su nacimiento… Y termina diciendo: “Así que, como verán, no debió de ser fácil para ella”.
Hasta este momento, los munchkins no saben que Glinda y la Bruja Malvada del Oeste se conocían, mucho menos que eran amigas. Me pregunto qué habrán pensado: ¿Esa última frase era una señal de la bondad de Glinda? ¿Ese apiadarse por la Bruja que todos celebran que ha muerto, es un apiadarse de verdad? Pienso, ¿cuántas figuras públicas escuchamos hoy “apiadarse” de otros y, aún así, nos parece que es un discurso y nada más?
Es entonces cuando la niña dispara otra vez: “Glinda, ¿es verdad que eran amigas?” Los nervios de Glinda salen a relucir. No quiere mojarse. No quiere contestar esa pregunta. Intenta ser lo más diplomática posible. Lo único que admite es que sus caminos se cruzaron en la universidad.
La canción que corresponde a esta primera escena de la historia –No One Mourns The Wicked (Nadie llora por los malvados, o la malvada en este caso)– tiene, en sus últimos versos, una frase a la que vuelvo constantemente: Goodness knows we know what goodness is (El Bien sabe que nosotros sabemos qué es el bien).
Esta frase me intriga sobre manera. No quiero ser relativa. Creo fervientemente que existe un Bien que cualquiera de nosotros puede reconocer y es perfectamente distinguible del Mal. Ahora bien, que pueda distinguirse no quiere decir que la vida sea blanco y negro. Decía George Sand que los hombres son “buenos y malos” y que todo está en los matices, y que los matices son la materia prima del arte. Arte como un musical que habla de principio a fin de esto.
¿Qué es ser bueno?
Esta pregunta me la planteaba delante de estas dos brujas que creía conocer bien, pero que volví a descubrir viendo la película. Es interesante porque, gracias a esta adaptación de Chu, algunos momentos de Glinda o de Elphaba que se pierden en la inmensidad de un escenario de Broadway, aquí quedan magnificados por la pantalla grande y se pueden observar mejor los matices de cada situación.
En el segundo acto del musical, hay un momento en el que Elphaba canta una pregunta bastante lúcida: “¿Realmente quería hacer el bien o solo buscaba atención?”. Esta pregunta ilumina muchísimo las acciones de ambas brujas a lo largo de la historia.
Por un lado, Elphaba es la niña verde y por lo tanto la niña rara. Quiere mantenerse en la sombra, no quiere estorbar, pero termina atrayendo la atención de las autoridades de la Universidad de Shiz por su magia, lo que la hace conocer a Glinda y empezar, como con todos, su relación con mal pie.
Elphaba representa la exigencia de justicia. Ya que ha sufrido tantas injusticias a lo largo de la vida que está siempre a la defensiva. Salta a luchar por los indefensos, odia de entrada a los que son populares y “perfectos”, y pretende que no le importa que le hagan daño cuando se escuda de las burlas constantes sobre su color de piel. Pero debajo de esa armadura verde, Elphaba quiere ser amada, así, tal cual es.
Aunque al comienzo desea arrancarse el color de la piel, a medida que se desarrolla la historia descubre que su corazón desea cosas más grandes, como defender a los inocentes que están siendo perseguidos en Oz o incluso luchar contra aquellos que abusan de su poder.
Son estas dos cosas las que la llevan a cantar la famosa Defying Gravity al final del primer acto del musical, o lo que es igual al final de la película. Elphaba no solo desafía la gravedad, desafía al poder que ella considera injusto. Ahora bien, al desafiar al poder, se convierte en una amenaza. Y ella está dispuesta a usar su magia para enfrentarse a ellos… ¿Cómo hacer para que ella no abuse de su propio poder intentando derrotar a los poderosos malvados? ¿Cómo acabar con unos monstruos sin convertirse en uno?
Glinda, por su parte, es una en la que toda su bondad es pública. ¿A qué me refiero con esto? Que todos sus actos de bondad están hechos de tal forma que todos los vean, para que todos sepan lo buena que es. A veces estas acciones tienen un fondo bueno, pero otras, como regalarle el famoso sombrero negro a Elphaba, no tanto. Un gesto como este, regalarle algo a alguien, que en principio parece ser un gesto generoso, puede terminar convirtiéndose en uno ponzoñoso por la intención que hay detrás.
Pero Glinda se da cuenta de su mal y se arrepiente rápidamente. Su pedir perdón también es público. Y esto es interesante, porque, por un lado, corre el riesgo de hacerse enemiga de todos porque le pide perdón a la que todos odian, pero, a su vez, vuelve a quedar de manifiesto su bondad públicamente. Al final, parece que siempre que Glinda se mueve en una dirección, se mueve hacia el bien… ese bien que su público espera de ella y que ella espera que su público vea.
Viendo la película entendí mejor que la canción estrella de Glinda sea Popular. Para Glinda se juega todo en la atención y validación externa. Su valor está allí, entre la gente. Todos la ¿aman? Sin duda es un referente en la Universidad, la siguen a todas partes, tiene mil pretendientes, todos quieren ser sus amigos. Y sin embargo, ¿realmente alguien mira a Glinda por lo que es, o solo ven lo que pretende ser? ¿Quién se enfrentaría a ella cuando se desata su furia rosada? ¿Quién miraría los sueños que tiene y los límites que no la dejan alcanzarlos?
Elphaba nunca tuvo esa validación externa, así que, por más herida que esté, la consigue en sí misma. Sin embargo, la bruja verde está tan encerrada dentro de sí que cree que todos quieren atacarla. Y, así como pocos se fijarán en quién es Glinda más allá de la chica popular de la Universidad, pocos están dispuestos a mirar más allá de la rareza verde y la antipatía que Elphaba usa para protegerse.
No quiero hacer spoiler pero, aunque Defying Gravity –canción que marca el final del primer acto– es la canción insigne del musical, solo fue ahora, viendo la película, que me di cuenta del sabor agridulce de ese momento, escondido bajo una canción épica.
“¿Es Glinda una hipócrita?”, me preguntaba una amiga que no sabe toda la historia. Me di cuenta de que, delante de ese momento de Glinda al final de la película, yo no la juzgaba porque sé lo que viene, pero también entendí lo mal que se ve. Entendí el desconcierto de mi amiga que no conoce el segundo acto: eran amigas, ¿es esa última escena una traición entre ellas?
No lo sé. Dije que todo se jugaba en los matices y, en ese punto de la historia, estas dos son grandes amigas, de verdad se quieren. Pero una no puede renunciar a su exigencia de justicia y la otra no puede renunciar a ser lo que siempre ha querido ser. Por eso el final de esta primera parte es el que es. Y por eso las amigas terminan donde terminan.
Un enemigo común (¿malo?) como fuente de unión (¿de los buenos?)
También terminan donde terminan porque alguien más las ha arrinconado. Esto no es spoiler: todo aquel que ha visto El mago de Oz sabe que El Mago es un hombre común y corriente que se esconde detrás de una gran maquinaria para hacerle creer a otros que tiene más poder del que realmente tiene.
En esta historia, El Mago no es distinto. Es más, podríamos decir que se acentúa. El Mago de Wicked es un hombre que, muy amablemente, le ofrece el mundo entero a Elphaba… A cambio de su magia y de su lealtad.
Elphaba, al comienzo, está dispuesta a firmar ese contrato, pero el enterarse de una simple pero lapidaria verdad, hace que todo vuele por los aires. Elphaba no es capaz de negar los hechos. El Mago sí. De hecho, los niega conscientemente. Los niega a conveniencia. Porque negarlos le da un poder a El Mago que no le hace falta tener magia para usarlo: convierte las mentiras en verdades.
La mentira más conveniente para El Mago es una que le ayuda a resolver los desacuerdos que existen en Oz: cuando se tiene un enemigo claro al cual culpar de todos los males de un pueblo, qué fácil es unirlos a través del odio. Esto, lamentablemente, no se lo ha inventado El Mago de Oz. Ya, para nosotros, esto no es nada nuevo.
Así como Mary Shelley en Frankenstein plantea la pregunta: ¿quién es el monstruo y quién es el hombre?, entre criatura y creador; Wicked podría plantear la pregunta: ¿quién es el mago y quién es el brujo?, si asumimos que la palabra “mago” tiene una connotación más positiva que la palabra “bruja”. ¿Quién es el verdadero villano de esta historia: Elphaba, la Bruja Malvada del Oeste, Glinda, la Bruja Buena del Norte, o El Mago de Oz y sus cómplices?
Creo que por eso me gusta tanto Wicked, como siempre me ha gustado Frankenstein, porque son historias llenas de matices y con preguntas difíciles de contestar. Me gustan los matices porque hablan de nuestra humanidad: no es lo mismo un verde esmeralda a un verde bruja, o un rosado mágico a un rosado chillón. Y me gustan las preguntas difíciles porque, si me dejo guiar por ellas, descubro que me acerco a la verdad: a la verdad de las cosas, de los personajes, de la historia, del mundo, de mí misma.
Así como cada paso que dio Dorothy por el camino amarillo la llevó de vuelta a casa, que las preguntas de Wicked nos lleven de vuelta a plantearnos: ¿somos buenos? ¿Somos malos? ¿Sabemos lo que son el Bien y el Mal? ¿Es tan fácil distinguirlos como diferenciar entre el verde del rosa, o hay algo más?
Foto de portada: Universal
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