Weigel (Usa): en la Capilla Sixtina hay quien quisiera `frenar` el Evangelio

Mundo · Federico Ferraù
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11 marzo 2013
Este domingo, los cardenales reunidos en Roma para el cónclave celebraron misa en las iglesias de las que son titulares. Muchas de las celebraciones estuvieron presididas por cámaras de televisión y periodistas en busca de la palabra y el gesto más reveladores del purpurado "papable". Los nombres llevan días circulando por todos los periódicos, se sopesan las orientaciones de los principales grupos, sus estrategias. Muchas, demasiadas simplificaciones se leen estos días: "es la hermenéutica de la vida católica, expresada en términos de progresistas/conservadores, iniciada en el Concilio Vaticano II y que causa desde entonces confusión cada vez que se habla de la Iglesia". Así lo afirma George Weigel, teólogo laico norteamericano, uno de los principales intérpretes del catolicismo contemporáneo, conocido por sus dos monumentales estudios dedicados a Juan Pablo II (Testigo de esperanza, 1999, y El final y el principio, 2010). Esto es lo que está en juego en este cónclave, según Weigel.

¿Qué piensa del modo en que los medios han descrito y comentado el encuentro y el trabajo de los cardenales tras la renuncia de Benedicto XVI y a propósito de las congregaciones generales?

En los medios italianos, la frontera entre los hechos y la invención parece haberse hecho aún más permeable. Esta situación, y la desconsiderada publicación por parte de La Stampa de conversaciones filtradas de la Congregación general, han dado a la prensa italiana una imagen bastante mala. En general, muchas crónicas sobre el interregno tienden a destacar los tópicos habituales sobre la Iglesia y el Papado: la Iglesia tiene sus propias políticas (no, tiene enseñanzas y convicciones); estas políticas pueden cambiar (hay muchas cosas que pueden y deben cambiar en la Iglesia, pero no los artículos de fe); el Papa puede cambiar lo que quiere y debería hacerlo para que la Iglesia fuera más "moderna" (el Papa es el custodio de la tradición de la fe católica, no su jefe, ¿y por qué la Iglesia católica no debe seguir nunca el ejemplo de esas comunidades cristianas moribundas que han hecho suyo el Zeitgeist moderno, el moderno espíritu del tiempo?). Todo eso refleja la hermenéutica de la vida católica, expresada en términos de progresistas/conservadores, iniciada en el Concilio Vaticano II y que causa desde entonces confusión cada vez que se habla de la Iglesia. ¿Por qué confusión? Porque estas categorías llevan a tomar en consideración solo la superficie del catolicismo.

¿Qué piensa entonces del modo en que el Vaticano se ha comunicado con el exterior?

En mi opinión, ha sido un grave error cerrar las conferencias de prensa de los cardenales norteamericanos, que representaban sin embargo una fuente de historias positivas sobre la Iglesia. No consigo entender por qué el padre Lombardi habla como si fuera un periodista de L'Osservatore Romano de 1955.

Según las principales reconstrucciones (como la de La Repubblica), los cardenales se dividen en dos grupos: los "reformadores" (entre ellos los cardenales estadounidenses y el italiano Angelo Scola) frente al grupo de la curia. ¿Qué le parece?

Creo que hay una dinámica en el cónclave, que yo definiría como una cuestión de Vieja Iglesia frente a Nueva Iglesia, Iglesia institucional de mantenimiento frente a Iglesia por una nueva evangelización.

¿Qué sugieren los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, leídos según una óptica providencial, a los cardenales que este martes entran en la Capilla Sixtina?

Con el Vaticano II, Juan Pablo II y Benedicto XVI, la Iglesia ha completado su paso hacia la Nueva Evangelización, o lo que yo llamo en mi nuevo libro Catolicismo Evangélico una Iglesia que se concibe como una comunión de discípulos en misión. Muchos de los cardenales que entren en la Capilla Sixtina han entendido este cambio, otros no, alguno lo ha entendido y quisiera frenarlo. Pero el movimiento "al nivel profundo", como decía Juan Pablo II en la Novo Millennio Ineunte, continuará, porque es el único futuro para la Iglesia católica. En un ambiente cultural hostil, la Iglesia debe proponer el Evangelio con vigor, y vivirlo de un modo radical. Ambas tareas requieren, entre otras cosas, una profunda reforma de la cultura y de la praxis de la curia romana.

¿Cuál es el mayor desafío que le espera al nuevo Papa? ¿La fe, la misión, el gobierno de la Iglesia? ¿Cree que las congregaciones generales han echado luz realmente sobre este problema?

Puesto que no tomo parte en violaciones de juramento, como ciertos vaticanistas italianos, yo no sé qué ha sucedido en las congregaciones generales o qué asuntos se han visto iluminados, pero la cuestión esencial para la Iglesia hoy es la pregunta fundamental que plantea el Evangelio: "Cuando el Hijo del Hombre vuelva, ¿encontrará aún fe sobre la tierra?". Si entendemos que esta pregunta es prioritaria, entonces se hace mucho más clara la urgencia de un fervor misionero, de evangelización, y la necesidad de poner en orden el gobierno central de la Iglesia.

En su último libro, usted habla de la necesidad de una reforma evangélica, ¿a qué se refiere?

Me refiero a una reforma, una recuperación de la "forma" que dio origen a la Iglesia, que ponga "la amistad con Jesucristo" (Benedicto XVI), que es la verdad del mundo y de la condición humana (Dei Verbum y Lumen Gentium), en el centro de la vida de una Iglesia de discípulos misioneros (Redemptoris Missio y Novo Millennio Ineunte), nutridos de la Palabra (de nuevo la Dei Verbum) y del sacramento (Sacrosanctum Concilium) en su trabajo para convertir el mundo y curar las heridas de sociedades y culturas laceradas (Gaudium et Spes).

¿Cuál es la advertencia que llega a este cónclave de los escándalos que tanto han herido a la Iglesia en los últimos tiempos – por ejemplo, los escándalos sexuales en Estados Unidos en los años 90, el Vatileaks en Italia? ¿Hasta qué punto pueden condicionarlo?

La misión de la Iglesia se ve obstaculizada por crímenes y comportamientos malvados que son la antítesis de lo que la Iglesia proclama. La Iglesia no puede proclamar la verdad del Evangelio, si el clericalismo y el nepotismo, los escándalos financieros y sexuales, siguen desfigurando su rostro. Estos problemas deben ser afrontados y se deben tomar las medidas oportunas para que la misión pueda continuar. Actualmente hay suficientes obstáculos "externos" a la misión cristiana como para poder evitar que se afronten los obstáculos "internos".

A los medios les gusta considerar la hipótesis de un Papa negro o un Papa del Tercer Mundo, ¿es sólo una sugestión de lo políticamente correcto?

La nacionalidad y la raza no deberían tener nada que ver con la elección de un Papa, ni ahora ni en el futuro.

¿Cuál es el Pontífice que usted, como católico, espera?

Un Papa que haga suya, en su persona y en sus palabras, la nueva evangelización, un Papa misionero que tenga la astucia de elegir a un secretario de Estado competente para reformar el gobierno central de la Iglesia, acompañándose de un equipo de personas apasionadas y competentes, y que sepa gestionarlo con eficacia.

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