Walesa, la esperanza de un pueblo
Ayer tuve la suerte en ver la película recién estrenada “Walesa, la esperanza de un pueblo”, sobre el líder del sindicato polaco Solidaridad. La vi con mi familia, en una sala absolutamente vacía, lo que dice algo sobre dónde andamos, cuáles son los intereses y reclamos a los que atiende nuestra sociedad. Pobres de nosotros. Es una película que recomiendo vivamente para no caer en la terrible pobreza de la desmemoria, que nos hace tan débiles hoy a los occidentales.
No voy a juzgar los méritos cinematográficos de la película, aunque sí digo que la dirige nada menos que Anderzj Wajda, no un aficionado. Cada uno le podrá poner sus “peros”, ahora bien, me parece que capta de forma extraordinaria la personalidad de Walesa: un hombre del pueblo, un electricista, no un intelectual ni un político, con su corazón grande, su amor a la libertad, su instinto a favor de la justicia y su visión del mundo educada por la fe de la Iglesia. La película no nos ahorra los límites y defectos de Walesa: una cierta grandilocuencia, su puntín de vanidad, sus maneras algo autoritarias… Y eso lo hace todavía más grande: porque a través de esa humanidad sucedió el auténtico milagro del resurgir de la persona, y con ella del pueblo, pese a la tiranía del sistema.
Walesa nunca ha caído bien a nuestros bienpensantes occidentales, tan cómodos ellos, tan listos para dictaminar lo que es “moderno”, lo que es correcto. Y claro, el electricista de Gdansk, católico y polaco para más señas, no podía ser correcto para ellos. Así que dudo que la película sea un éxito de taquilla e incluso de crítica por estos pagos. Pero nosotros, los de mi generación y la de nuestros hijos, no deberíamos dejar de verla para que nos interpele, para que nos recuerde que la última palabra no es del poder y de la mentira, pese a todas las apariencias.