Vox y la búsqueda de sentido

Tendemos tanto a etiquetar… Y a simplificar. ¿Por qué la quinta posición en votos en las elecciones de Andalucía, algo más de un 10%, se convierte en el tema central? Porque estamos hablando de Vox, para la prensa liberal-correcta “extrema derecha” (aunque en esa geometría la extrema izquierda no exista) y para otros, sencillamente, fascismo puro. ¿Es todo así de fácil?
Todos han hecho la campaña de Vox, a quien se le dio el papel de “gran amenaza” en ese guiñol electoral de caza de buenos y malos en el que han venido a convertirse las tradiciones de ese maratón de celebraciones y mítines de la vieja democracia. Mítines, curioso nuevo término españolizado del inglés, meeting, que utilizado así, en campaña, convierte la reunión de unos cuantos en una celebración quasi litúrgica con un nuevo significado si de sacralizar la democracia se trata.
En esa sagrada geometría de las ideas Vox se ha quedado con la posición de la cual todos huyen, en su caza del codiciado “centro”. Un centro que, cada vez más, consiste en no decir casi nada. Santiago Abascal, el líder de Vox, no es Mussolini, y con un mínimo de pensamiento crítico es difícil asimilar su ideario al “fascismo”, sencillamente porque propone (porque hoy por hoy es eso, proponer, no imponer) una forma de Estado distinta al modelo de las Autonomías, que muchos otros liberales (que no son eso, “fascistas”) consideran poco eficaz y poco rentable.
Lo cierto es que para Vox lo “eficaz” y “rentable” es lo que debe imponer el criterio de lo político. Poco parece importarles que el “tema” catalán y vasco sean realidades de tropezones históricos a veces mal resueltos a cañonazos. Para Vox supone posicionarse en una oferta que parece “nueva” a los cansados testigos ajenos, como los andaluces, a las tensiones con los nacionalistas-separatistas. Para Vox, muerto el perro se acabó la rabia; con un Estado central simétrico no hay debate del distinto. Igual que para Vox ha sido rentable su “moderado” posicionamiento sobre el aborto. Que la Seguridad Social no lo pague, es su programa. El aborto ha sido la prueba del algodón para quienes considerándose nacional-católicos buscaban una sociedad sana a base de esculpir contra la piedra una legislación a costa de todos. Tarde o temprano se pierde, porque la democracia se construye con personas, y son las personas que votan las leyes quienes hoy están en una lamentable situación abortiva de sentido.
Podemos seguir intentando clasificar, que si galgos o podencos, este nuevo fenómeno de Vox que todos necesitan etiquetar y que quizá es un síntoma de que la propuesta del Estado burgués de bienestar cada vez funciona peor, con un horizonte de bancarrota. Vox se nutre de clases medias desencantadas, también procedentes en Andalucía de una izquierda que había instaurado un nuevo sistema de nobleza subvencionada. Otra vez el populismo haciendo cosecha. Con Podemos, difícilmente clasificable como “extrema” izquierda, aparece Vox y se añade a esa carta de oferta, con todos los sabores; una promesa al desencanto de una civilización vieja que no funciona y que intenta arreglarse tapando los síntomas de su vacío. ¡Idiota, no era la economía, era la sustancia, el sentido!