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Vocación americana

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18 noviembre 2012
Cádiz ha acogido la XXII Cumbre Iberoamericana durante el pasado fin de semana. Una buena ocasión para reflexionar sobre qué significa en este momento la vocación americana. Las cumbres han cumplido más de 20 años, tienen pendiente una importante renovación. El escenario ha cambiado sustancialmente desde que se celebrara la primera en Guadalajara, México. En ese momento la América de habla hispana estaba sufriendo de lleno lo que algunos han denominado "la década perdida" que se había iniciado con la quiebra de México (82). La década fue en realidad un período de 20 años en el que las economías de la zona no consiguieron La América española y portuguesa buscaba entonces en Europa y en España, fundamentalmente, ayuda para el desarrollo.

Ahora las tornas han cambiado radicalmente. Brasil se ha convertido en la sexta economía del mundo, Argentina y México forman parte del G-20, Chile y Colombia se han convertido en ejemplos de modernización en muchos sectores. Perú crece a tasas del 6 por ciento y el conjunto de la zona a un ritmo del 4 por ciento. América mira más que antes al Pacífico. Tanto es el cambio que Dilma Rousself, la presidenta Brasileña, "ha dado lecciones" en Cádiz y ha explicado que la equivocación en los años 80 y 90 fue aplicar sólo políticas de austeridad. Hay que tomar sin duda nota de estos consejos en la vieja Europa y en la experimentada España. Afortunadamente ahora el FMI no solo receta recortes como hacía hace 20 años. En cualquier caso el crecimiento económico no es el único indicador de desarrollo y América tiene todavía por delante tarea para resolver problemas de inseguridad, afianzar la democracia y superar las desigualdades sociales. Los populismos que gobiernan en Cuba, Venezuela, Ecuador y Bolivia son un lastre que tienen mucho que ver con la falta de sensibilidad social de las clases dirigentes.

En cualquier caso la América de habla hispana que mira hacia el Pacífico es una vocación para una España que quiere renovarse. Muchas grandes empresas españolas están ya allí. Ahora el gran reto es que puedan llegar las pequeñas y medianas. El gran problema de la economía española es su baja productividad, no en las grandes compañías, sino en las de pequeño y mediano tamaño. La exportación y el desarrollo al otro lado del Atlántico pueden ser un acicate para su mejora.

Pero la vocación americana no es ni puede ser sólo una vocación económica. La cultura siempre precede cualquier movimiento ya sea de las personas o de los pueblos. La ///http://www.cumbreiberoamericana.es/cumbreiberoamericana/sites/default/files/Declaraci%C3%B3n%20definitiva.pdf///Declaración de Cádiz/// con la que ha concluido la Cumbre destaca el valor que tuvo la Constitución de 1812 como referente común para los procesos de independencia. Sería necesario realizar una revisión histórica profunda para ver hasta qué punto Cádiz fue motivo de unión o de deseunión. De hecho, uno de los desencadenantes últimos de las independencias fue que los liberales que convocaron las Cortes del 12 llamaron a los virreinatos colonias y infravaloraron el valor de los españoles americanos. En cualquier caso reconocerse en una raíz común, superando viejos esquemas ideológicos, es muy necesario para el mirar al futuro. Intelectuales como el liberal Enrique Krause están reclamando una justa valoración de la genética española de América. Solo los populismos que han sustituido el marxismo por el indigenismo o el victimismo siguen hablando en términos problemáticos del origen europeo. Todavía ha habido que escuchar en Cádiz a Evo Morales hablar de los "abusos" del pasado. La evangelización y la conquista de los españoles estuvieron llenas de errores y de no pocos desmanes, que por cierto se reconocieron desde el primer momento. Pero fue uno de los procesos de mestizaje más apasionantes que se han vivido en la historia universal. El Evangelio abrió las culturas indígenas a lo universal y esa apertura es la que hace precisamente grande a una cultura. Ahora que América se abre a un nuevo futuro y cuando hay en el horizonte otro proceso de mestizaje, este con Asia, una memoria no problemática del origen sería de gran ayuda.

Pero no es solo una cuestión de pasado. En una sociedad plural, la experiencia de la fe, a los dos lados del Atlántico, se sigue proponiendo, a través de un encuentro humano concreto, como respuesta al deseo de universalidad de todo hombre y de todos los pueblos.

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