Venezuela. De la esperanza al escepticismo

Mundo · Aliosha Miranda
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28 julio 2017
El pasado 16 de julio se dio en Venezuela uno de los actos más grandes de democracia de toda su historia. 14 días después, el 30 de julio, se llevará a cabo uno de los actos más bochornosos y totalitaristas de toda su historia.

El pasado 16 de julio se dio en Venezuela uno de los actos más grandes de democracia de toda su historia. 14 días después, el 30 de julio, se llevará a cabo uno de los actos más bochornosos y totalitaristas de toda su historia.

Así están las cosas en este país, en cuestión de dos semanas hemos visto muestras elevadas de democracia, que evidencian el deseo de paz y de libertad de un pueblo, vimos la alegría y el entusiasmo de un pueblo que dejaba claro que puede expresarse en paz y que desea una salida no violenta para la crisis que se está viviendo, vimos cómo la esperanza reinaba en los corazones de la gente aquel día. Pero también hemos visto a un régimen que sigue reprimiendo y asesinando, hemos visto que nuestros gobernantes reciben sanciones internacionales en las que pierden cientos de millones de dólares que, evidentemente, le han robado al pueblo. Hemos visto cómo, muy rápidamente, a medida que se acerca la elección de la asamblea nacional constituyente, la esperanza se ha convertido en escepticismo, pareciera que el 30 de julio es el día Juicio, que como no se pudo evitar esta elección ya no hay nada que hacer, que todo está perdido.

En dos semanas el ambiente ha pasado de la esperanza al escepticismo.

Pero hay razones para ello.

La semana pasada, luego del 16 de julio, luego de esa clamorosa expresión de libertad y democracia, la oposición, a través del poder legislativo, procedió a nombrar un nuevo poder judicial, lo que pasó luego de esto fue que varios de los magistrados de este nuevo poder judicial fueron arrestados por la dictadura; el régimen, a pesar de todo, no cambió su tónica de intransigencia y represión, no le importó privar su libertad a unos magistrados designados por una Asamblea Nacional legítimamente elegida; por si fuera poco, hubo detenciones arbitrarias, allanamientos, el alcalde de Lechería (opositor) fue destituido por la dictadura y no hubo ningún indicio de diálogo o negociación entre el gobierno y la oposición.

El inicio de esta semana estuvo marcado por la convocatoria de un paro cívico por la oposición. Ante la posición del gobierno, el miércoles y el jueves de esta semana la oposición convocó un paro cívico, es decir, durante esos días la oposición propuso no salir, no trabajar, no abrir negocios, no hacer nada, quedarnos todos en nuestras casas en señal de protesta. Sí, porque Venezuela sigue protestando, porque Venezuela está peor que cuando comenzaron las protestas.

Durante esos días las calles estuvieron vacías, había muy poca gente trabajando, únicamente estaban en sus puestos laborales los empleados públicos, esos mismos empleados a quienes amenazan para que vayan a las manifestaciones oficialistas y que tienen miedo de ser despedidos si no votan el próximo 30 de julio, el día de la constituyente. El gobierno obliga, obliga a las personas que hagan cosas, no importa si quieren o no; el gobierno amenaza, amenaza a los empleados cuando les dice que si no están de su bando serán despedidos; el gobierno hace sentir terror, hace sentir terror a la población cuando da a entender que sólo siguiendo sus directrices se puede construir un país. El gobierno viola los derechos, viola los derechos porque no deja que los venezolanos tengamos un elemento fundamental de cualquier democracia: vota. Así es el gobierno de mi país.

Pero no solamente los empleados públicos trabajaron durante esos días.

El miércoles un panadero en mi ciudad decidió abrir su panadería, decidió usar su libertad y no acatar la propuesta de la oposición, decidió trabajar en lugar de no hacer nada. Durante la mañana un opositor se acercó a su negocio y le dijo: “tiene 30 minutos para cerrar esta panadería, de lo contrario la vamos a saquear”. Cuando vi a este panadero durante la mañana, me contó lo que había sucedido con mucha tristeza. El panadero fue obligado, fue obligado a cerrar su negocio, no importó si quería o no; el panadero fue amenazado, fue amenazado de ser víctima de un saqueo si no cumplía cierta orden; el panadero sintió terror, sintió terror al pensar que su trabajo podía ser destruido por el simple hecho de pensar distinto, por no seguir una directriz; el panadero vio cómo violaban sus derechos, violaban sus derechos a prohibirle trabajar.

El panadero fue obligado, amenazado, sintió terror y sus derechos fueron violados. Pero no fue el gobierno quien cometió todas estas atrocidades, quien cometió estos delitos fue un hombre que se opone al gobierno. Un sector radical de la oposición, es como si solo los radicales tuviesen capacidad de acción dentro de todo lo que se está viviendo.

En este punto, no podemos olvidar que durante estos dos días de paro hubo seis asesinados en el país, no podemos leer esto sin dolor, no podemos ver que hubo seis asesinatos en dos días y no llenarnos de tristeza y de coraje, sin que esto nos revuelva en lo más profundo.

Pues bien, cuando suceden todas estas cosas en menos de dos semanas se entiende por qué, del 16 al 30 de julio, el ambiente ha pasado de la esperanza al escepticismo, como bien nos recuerda el poeta francés Charles Péguy: la esperanza es como la yema de un árbol, de esa yema puede surgir una rama firme y fuerte en la que se podrán sentar las personas sin miedo a caerse; sin embargo, esa misma yema puede ser arrancada del árbol usando una uña, solo usando una uña podemos cortar la yema y negar la existencia de una rama fuerte y firme. Cuando suceden todas estas cosas en dos semanas, es lógico, es humano, que nuestra esperanza se tambalee. Pero no hay que escandalizarnos de ello, todo lo contrario, debe servirnos para preguntarnos qué es lo que puede sostener nuestra esperanza, qué cosa hace posible que de la yema de esperanza pueda surgir una fuerte rama capaz de sostener a los demás.

Quedan muy pocas horas para la elección de la asamblea nacional constituyente. Los esfuerzos de la oposición, la presión de la comunidad internacional, las multitudinarias protestas de los últimos tres meses, la actuación de la fiscal general, todos estos factores no lograron evitar que el gobierno lleve a cabo uno de los mayores fraudes en la historia de Venezuela. Solo queda seguir observando con atención todo lo que sucede, de modo que podamos comprender cuál es nuestra tarea en este país y cómo mantener nuestra esperanza viva.

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