Venció el realismo

Cultura · Cristian Serrano
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2 febrero 2014
Y llegó un día en que se cumplió la premonición que Juanito hizo tras caer eliminados del Mundial de 1982, celebrado en España. “España tiene que cambiar su forma de jugar, tiene que apostar por el uso del balón”, dijo. Aquello adquirió un tono revolucionario. Luis Aragonés, dos décadas y media después, lo comprendió.

Y llegó un día en que se cumplió la premonición que Juanito hizo tras caer eliminados del Mundial de 1982, celebrado en España. “España tiene que cambiar su forma de jugar, tiene que apostar por el uso del balón”, dijo. Aquello adquirió un tono revolucionario. Luis Aragonés, dos décadas y media después, lo comprendió.

En un momento de máxima tensión, y ahí están las portadas, el sabio de Hortaleza apostó por el realismo. En España había más clase que músculo. Y se limitó a dejar hacer aquello que se imponía. Donde no llegaba la frescura, aparecía el eco de sus brillantes aunque poco ortodoxos discursos. Luis fue objeto de debate mucho tiempo para acabar generando una sola opinión: cambió la historia.

Las expectativas eran altísimas en 1982. Quizás las mayores desde la creación del combinado nacional en 1920. Con el campeonato mundial celebrado en nuestras tierras llegó el cambio de formato. Por primera vez participaban 24 países. Todavía se escucha el llanto de una generación cuyas piernas quedaban paralizadas al saltar al terreno de juego. Dos partidos frente a dos favoritos nos dejaron fuera. En ese momento, cuando todos los factores parecen ir en contra del jugador, Juanito lo advirtió. Luis asintió.

El tiempo de zozobra fue extenso. Pero llegó el día en que el Abuelo, teniendo a prensa y afición tirante, colocó juntos a Xavi, Cesc, Iniesta, Silva escoltados por Senna. Esa fue la línea del medio titular en la final que decidía el campeón de Europa en 2008. Y sonó bien.

No fue solo cosa del juego. Intervino el carácter. Para entender a Luis, hay que mirar a un niño nacido en la posguerra. Pese a no estar en la familia que más sufriera en España, gracias al trabajo de su padre Hipólito en la corte de Alfonso XIII, quien más quien menos, en aquel momento se vio abocado a malvivir.

Luis gritaba, eso sí, con un “usted” delante. Y motivaba. Y eso también nos vale. ¡Calentaba incluso en traje! Todos reconocemos ese lugar en el que podemos ser más nosotros mismos. El de Luis coincidía con su lugar de trabajo: el terreno de juego y el vestuario.

La muerte de un grande nos sobrecoge. El corazón de los españoles salta. Luis Aragonés fue realista. Recojamos pues el guante. Porque es realismo decir que la vida, no solo la de Luis, grita eternidad.

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