Urge una solución no militar para Corea del Norte

Mundo · Robi Ronza
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19 abril 2017
Después de generar una gran aprensión –realmente mucho más en Europa que en Estados Unidos y en otros países más directamente interesados– la crisis desatada a propósito de Corea del Norte parece que se está desinflando. En todo esto hay algo de ritual. Un país hambriento, atrasado, sometido al juego de una feroz dictadura hereditaria, Corea del Norte gasta la mayor parte de sus pocos recursos en armamento estratégico (artillería nuclear, misiles de largo alcance) que blande contra Corea del Sur y Japón, y con el que pretende algún día conseguir amenazar a los Estados Unidos.

Después de generar una gran aprensión –realmente mucho más en Europa que en Estados Unidos y en otros países más directamente interesados– la crisis desatada a propósito de Corea del Norte parece que se está desinflando. En todo esto hay algo de ritual. Un país hambriento, atrasado, sometido al juego de una feroz dictadura hereditaria, Corea del Norte gasta la mayor parte de sus pocos recursos en armamento estratégico (artillería nuclear, misiles de largo alcance) que blande contra Corea del Sur y Japón, y con el que pretende algún día conseguir amenazar a los Estados Unidos.

Efectivamente, tal amenaza no tiene el más mínimo fundamento. Con su fuerza militar desmesuradamente superior respecto a todo el resto del mundo y con su control absoluto de toda la red mundial de telecomunicaciones, los USA están preparados en todo momento para defenderse a sí mismos y a sus aliados. Sin dificultades, puede dejar puntualmente fuera de juego las armas estratégicas de Corea del Norte, cuya artillería nuclear entre otras cosas hasta ahora no consiste más que en potentes minas y no auténticas cabezas nucleares disponibles para lanzar con misiles.

Hasta ahora, Washington ha preferido mantener a raya a Corea del Norte de manera discreta. En este sentido, bajo la presidencia de Barack Obama, el Pentágono puso a punto sus herramientas de ataque cibernético y electrónico contra el arsenal misil norcoreano, gracias a lo cual los misiles que Corea del Norte intenta lanzar o bien explotan en vuelo o bien son interceptados y desviados a alta mar. Señal de que el sistema sigue funcionando es que el misil lanzado el día de Pascua explotó en vuelo, a pocas horas de la llegada del vicepresidente americano Mike Pence a Seúl, capital de Corea del Sur.

Pero parece que a Trump esta solución puramente práctica del problema no le basta. De hecho, tras aterrizar en Corea del Sur, primera etapa de un viaje de diez días por varios países del Extremo Oriente con meta en Japón, el vicepresidente americano declaró que por lo que se refiere a Corea del Norte “el tiempo de la paciencia estratégica se ha acabado”. Hasta hoy, esa paciencia resultaba inevitable en parte porque la dictadura norcoreana podía contar con el apoyo incondicional de China. Pero parece que ahora Pekín ya no está dispuesto a dar su apoyo a toda costa a un aliado embarazoso que le ofrece muy pocas ventajas. Sin embargo, tampoco está dispuesto a aceptar la perspectiva de un ataque militar y por tanto un final catastrófico para el régimen norcoreano, con todos los daños y desequilibrios que esto conllevaría. Por otro lado, un aliado de EE.UU como Corea del Sur no saldría indemne, por rápida que fuera la guerra. Su capital, Seúl, está muy cerca de la frontera con Corea del Norte, a tiro de una amplia formación de artillería pesada norcoreana, siempre dispuesta a abrir fuego, por lo que no puede ser objeto de un ataque preventivo sin poner en riesgo a Seúl.

Por tanto, no solo el buen sentido sino también la férrea ley de la fuerza sugieren que la liberación de Corea del Norte del juego dictatorial no se produzca por la vía militar sino mediante un proceso sostenible para un pueblo que desde 1948, o sea desde hace casi setenta años, vive aislado del resto del nuevo y ya no tiene ni práctica ni memoria de la economía de mercado, y menos aún cualquier experiencia directa del valor pero también de la responsabilidad que las libertades civiles y la democracia llevan consigo.

Una caída catastrófica del régimen norcoreano ni siquiera le interesa a Corea del Sur, que aun siendo ya un país industrial avanzado no es capaz de hacer frente por sí sola al coste que supondría una entrada improvisada de Corea del Norte en el mundo globalizado en que vivimos. Es por ello que a todos conviene que la urgente superación del status quo en la península coreana llegue sin el uso de la fuerza militar. En este contexto, también puede ser que las demostraciones de fuerza en que Corea del Norte y EE.UU se han implicado últimamente sean ante todo una manera de medir sus fuerzas de cara a la preparación de un desbloqueo negociado de la situación.

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