Una vida ejemplar caracterizada por la excelencia científica y el humanismo cristiano
Fue un excelente investigador y científico, formado en los mejores grupos de investigación en España y en los EEUU, donde forjó su formación junto al Dr. Severo Ochoa (Premio Nobel de Medicina de 1959). Fue un ejemplar profesor, Catedrático de Microbiología de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense y de la Cátedra de Genómica y Proteómica, y asumió con gran responsabilidad la dirección de grandes instituciones, como la dirección del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (1996-2000), y la Rectoría de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (2013-2017). También destacó por su labor en diversos comités de Bioética, como el de la UNESCO o el Comité de Bioética de España. Académico de la Real Academia de Farmacia y honrado con numerosas condecoraciones, como la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil (2000) y la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio (2012).
Tuvo una visión acertada del bien social de la ciencia y dejó una huella imborrable de su buen hacer, inteligencia, espíritu emprendedor y bonhomía en todos los ámbitos de su actividad y foros de gestión por los que pasó. Persuadido de la necesidad de formar e informar a la sociedad se interesó de forma especial por la divulgación científica que ejerció con profesionalidad y cuidada exposición en todos los medios de comunicación que se lo pidieron. Sus siempre bien documentadas y claras explicaciones sobre las noticias del día a día ayudaron a muchas personas a desentrañar los temas más complejos de los avances científicos, especialmente en Medicina y Farmacología, de lo que él era experto. Fue especialmente sustancial su aparición frecuente en los medios para explicar de forma clara lo que iba sucediendo en el día a día de la pandemia del coronavirus y en favor de la vacunación, en un momento en el que escaseaban las explicaciones de expertos de su talla profesional y capacidad de comunicación.
Durante su gestión al frente del CSIC, hizo grandes reformas y emprendió con eficacia retos importantes para dinamizar la institución, rentabilizar sus recursos y coordinar las actividades de los excelentes grupos de investigación repartidos por todo el territorio nacional. A su iniciativa se debe el oportuno informe sobre el desastre ecológico de la rotura de la balsa de Aznalcollar y de su influencia en el Coto de Doñana, logrando coordinar a los mejores investigadores del CSIC. Destacó también su brillante gestión como Rector al frente de la UIMP, a la que dedicó todo su esfuerzo para reforzar su organización y la promoción de sus excelentes cursos de verano y otras actividades, con un especial interés por los temas humanísticos y de promoción de la lengua española
No fue menor su apasionada forma de relacionarse con sus colaboradores, sus compañeros y sus amigos. Estaba dotado de una envidiable capacidad de comunicación y un talente siempre afable en las formas y convincente en sus argumentos. Tenía unas dotes especiales para defender sus testimonios, dialogar y compartir sus convicciones, sin regatear esfuerzos en las explicaciones y destacando siempre la importancia de los datos científicos o las razones en que se basaban sus afirmaciones. Siempre desde un conocimiento profundo y una forma meditada de transmitir los temas de que se tratara.
Fue un científico creyente, defensor de la compatibilidad de la ciencia y la fe. Para él no es irracional creer que existe un Creador que dio lugar a las mismas leyes de la naturaleza y que responde a las preguntas de la existencia humana, que para la ciencia sola son inabordables. Con frecuencia afirmaba que la ciencia explica el cómo, la religión el porqué y el para qué de todo cuanto nos rodea. Se trata de dos territorios en los que se puede encontrar una auténtica armonía cuando se busca horadamente la verdad, frente a quienes se afanan en su mutua exclusión.
Este convencimiento constituyó la fuente en la que se sustentaban los valores del respeto a la naturaleza y la dignidad de la vida humana. Esa fue su postura constante frente a los controvertidos temas del aborto o la eutanasia. En este sentido fue de los primeros firmantes de la Declaración de Madrid en contra de ley del aborto vigente y a favor de la vida. En relación con esta Declaración, que llegó a obtener cerca de 3000 firmantes con muchos académicos, catedráticos de Universidad e intelectuales, quiso acudir, junto con los Dres. Luis Chiva, Gádor Joya y quien suscribe estas líneas a una reunión con la ministra Bibiana Aído y su equipo de asesores el 2 de abril de 2009. Por nuestra parte se trataba de explicar la realidad de la vida humana desde la fecundación. Cesar fue claro y rotundo en sus afirmaciones sobre la existencia de una vida humana desde ese momento, a las 14 semanas, antes y después del parto y hasta la muerte. Sus explicaciones, junto con las del resto de los visitantes no obtuvieron más respuesta que el calificativo de demagógicas. A pesar de ello, nunca desfalleció en esta lucha en contra del aborto y a favor de la dignidad humana desde la concepción hasta la muerte. En este sentido fue también firmante de otro manifiesto en contra de la eutanasia que promovió otro grupo importante de profesores de muchas universidades.
Fue estimulante también y ejemplar su dedicación a los temas de bioética que llevó siempre a la práctica en los diversos comités, como el de la UNESCO y el Comité de Bioética de España, en los que volcó sus conocimientos y convicciones, especialmente en la defensa de la vida y la dignidad humana.
Como vocal del Comité de Bioética de España, desde su constitución a raíz de la Ley de Investigaciones biomédicas de 2007, desempeñó siempre una actitud dialogante, constructiva y coherente con sus conocimientos científicos y sus convicciones personales. En línea con su forma de pensar fue especialmente importante su voto particular en contra de la ley del aborto finalmente aprobada en 2010. En el encabezamiento de sus argumentos decía: “La discrepancia de este vocal con la opinión del Comité se basa en la radical contradicción en la que incurre, al reconocer que desde la concepción existe una vida humana nueva, diferenciada de la de la madre gestante, pero al mismo tiempo admitir que se puede acabar de manera voluntaria con esta vida, durante las primeras catorce semanas de su desarrollo”.
En suma, se nos ha ido un gran científico y un gran humanista que defendió con firmeza la verdad y la vida. Descanse en Paz Cesar Nombela Cano.