Una Tierra que custodiar y cultivar
Si desde siempre la relación con la naturaleza, o el medio ambiente, o la creación, o el cosmos, o el mundo (no nos detenemos ahora a aclarar las diversas impostaciones culturales que se esconden tras estos términos) ha interrogado a la vida del hombre y le ha puesto manos a la obra, en las sociedades plurales, en la era del desarrollo científico más acelerado, ha adquirido una centralidad inédita. Las calamidades naturales en este inicio de milenio quizás nos han hecho despertar de un cierto delirio de omnipotencia con el que hemos vivido las décadas anteriores en relación con el medio ambiente.
Las no pocas catástrofes naturales a las que hemos tenido que enfrentarnos en este inicio del tercer milenio, con sus devastadoras consecuencias, tal vez nos han despertado de un cierto delirio de omnipotencia con que en las últimas décadas hemos vivido nuestra relación con el medio ambiente. San Juan Pablo II, en la ´Centesimus annus´, habla, a propósito de esto, sin medias tintas, de ´error antropológico´, estigmatizando el olvido de la original donación del cosmos al hombre por parte de Dios y los comportamientos de aprovechamiento, robo y explotación del medio ambiente, consecuencias de ese olvido.
Hoy, por fin, la tendencia parece haberte invertido y empiezan a difundirse a gran escala, en los individuos y en las sociedades, comportamientos virtuosos (un ejemplo banal pero indicativo es la difusión del reciclaje de residuos en las ciudades del usar y tirar).
El mandamiento bíblico de custodiar y cultivar (el ´cuidado´ no es puramente defensivo, de mantenimiento, sino creativo, generativo), que nuestros padres campesinos siguieron durante siglos, parece haber vuelto a la actualidad. En no pocos contextos sociales asistimos, y de forma creciente, a un dispararse de la responsabilidad en relación al medio ambiente.
Sin embargo, frecuentemente afloran formas prácticas selectivas que no pueden dejarnos indiferentes. Basta con citar un ejemplo. Sin quitarle nada al respeto debido a los animales y a su compañía, a todo ser viviente y al medio ambiente en cuanto tal, las sociedades opulentas del noroeste del planeta soportan, en la misma ciudad, graves bolsas de miseria, familias a las que les cuesta llegar a fin de mes, y al mismo tiempo dedican al cuidado de los animales, cada vez más numerosos, una buena parte del presupuesto familiar.
Sin embargo, si por un lado no se puede no hablar, y con satisfacción, de un aumento de responsabilidad, por el otro no se pueden ignorar las preguntas fundamentales sobre el significado y los criterios de tal responsabilidad. ¿Qué significa ser responsables del medio ambiente?, ¿cómo se puede realizar una tarea así?, ¿es un problema de cantidad o de calidad?, ¿qué leyes lo pueden garantizar y, sobre todo, qué educación?
La Expo 2015, que el 1 de mayo abrirá sus puertas en Milán, representa una ocasión privilegiada para intentar responder a estas preguntas. A lo largo de este año, tengo la intención de afrontar con todos vosotros estas y otras cuestiones relacionadas con ellas.
Para empezar, hoy quisiera sencillamente detenerme en un dato que, desde el beato Pablo VI hasta el Papa Francisco, ha caracterizado el magisterio de la Iglesia en materia de medio ambiente. Todos los Papas, desde mediados del siglo pasado, cuando el problema del cuidado del medio ambiente empezó a hacerse preocupante, han hablado de ecología humana, dedicándole una reflexión profunda incluso con documentos de peso, como las encíclicas. Aparte de la ya citada ´Centesimus annus´ de Juan Pablo II, la ´Caritas in veritate´ de Benedicto XVI y la exhortación ´Evangelii gaudium´ de Francisco. ¿Por qué?
Ya la etimología de la palabra eco-logía nos reserva ciertas sorpresas respecto al uso habitual. De hecho, nos hemos acostumbrado a la traducción ´discurso (o disciplina) del medio ambiente´, pero el griego ´oikos´ significa ante todo ´casa, morada´. Y la palabra ´casa´, en comparación con la más neutra ´ambiente´ (lo que está en torno, participio presente del latín ´amb-ire´), pone inequívocamente en el terreno al hombre. La casa es la morada del hombre y para el hombre. Y del hombre como ser-en-relación.
Por eso, en su origen, la expresión ´ecología humana´ habla de la solidaridad entre hombres que pueblan los diversos mundos geopolíticos y, antes aún, entre padres, hijos y nietos.
Además, un medio ambiente desigual normalmente es expresión de un hombre desigual, por tanto no se puede educar a los jóvenes a respetar el medio ambiente (hay que reconocer a la escuela que ha dado pasos notables en este sentido) sin ayudarles a respetarse a sí mismos y sus propias relaciones constitutivas. El hombre del tercer milenio no puede reducirse a su propio experimento. La pregunta sobre el sentido (significado, dirección del camino) le hiere de una manera cada vez más aguda. ¿A qué tipo de hombre se puede ´apostar´ para asumir en primera persona la genial y cada vez más actual afirmación de Pascal: ´el hombre supera infinitamente al hombre´ (Pensamientos, 131)? ¿Qué piensa, qué dice el hombre post-moderno, cómo afronta la cuestión de los afectos, del trabajo, del descanso, del mal físico, de la muerte, del mal moral, de la educación, de la construcción de una sociedad justa?
La cuestión del medio ambiente no se puede separar de las que todos los días tocan la carne de la persona-en-relación continua con el propio ambiente. No existe ecología adecuada que no remita a la ecología humana.