Una oportunidad para consolidar la democracia

Las campañas están en pleno: por todas partes vemos anuncios donde se presumen resultados de gobierno, invitaciones a debatir y críticas a los adversarios, como en cualquier competencia política. Se perciben los efectos de una mayor apertura democrática, aunque también parece que estamos en una subasta en la que quien ofrezca más se llevará el voto. No debemos olvidar que en tiempos de crisis económica, como los que vivimos, crece la tentación de prometer y apostar todo a soluciones inmediatas y poco realistas.
Según las encuestas, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó al país durante 70 años, se encuentra a la cabeza de las preferencias electorales. Su estrategia de campaña ha consistido en presentar los esfuerzos de gobierno del Partido Acción Nacional (PAN), que es el partido del presidente Calderón, como insuficientes y proponerse como la opción que combina experiencia política y renovación, pero en términos muy vagos. De hecho, no está claro qué cambiaría con el retorno del PRI más allá de que se convertiría en un contrapeso para el presidente y, por esto, gozaría de mayor poder de negociación en el Congreso. El PAN, que está aproximadamente cinco puntos porcentuales por debajo del PRI en cuanto a la intención de voto, ha optado por ofrecer la continuidad de las acciones tomadas hasta ahora: combate al narcotráfico y a la delincuencia, expansión de servicios de salud no contributivos y la alianza por la calidad educativa, entre otras. En tercer lugar en las encuestas, está el Partido de la Revolución Democrática (PRD), integrado por algunas corrientes de izquierda, cuya estrategia ha sido alejarse de la imagen intransigente de algunos de sus miembros para mostrarse como un partido que está dispuesto a debatir y llegar a acuerdos, aunque algunas de sus propuestas tienen todavía un viejo resabio estatalista. Entre estos tres partidos grandes, sorprende la ausencia de propuestas en los temas más controvertidos, como la familia o la vida, mientras que son los partidos más pequeños los que han tomado posiciones extremas para robarse algunos votantes y alcanzar el mínimo que necesitan para mantener el registro, como el Partido Verde con su campaña a favor de la pena de muerte y el Partido Social Demócrata con la legalización de las drogas y del aborto a nivel federal.
Generalmente, las elecciones intermedias como ésta suscitan menos interés y apasionamiento entre los votantes que las presidenciales. Quizá por ello, el Instituto Federal Electoral (IFE) está promoviendo el voto y la participación ciudadana mediante spots televisivos. Sin embargo, es evidente la dificultad que tenemos para interrogarnos seriamente sobre el valor de la política en la construcción del bien común y la facilidad con la que nos dejarnos llevar por un sentimiento de desencanto y escepticismo. Es significativo que, en esta ocasión, un grupo de personas entre las que se cuentan ciudadanos comunes, pero también ex-militantes de partidos y algunos intelectuales, ha lanzado una campaña a favor del "voto nulo", es decir, de acudir a las urnas y anular el voto para expresar la frustración y el desacuerdo con el desempeño de los partidos actuales. Esta propuesta, que ha recibido considerable atención de los medios y oposición por parte del IFE y los partidos, no es razonable pues olvida que la política es un instrumento importante, pero siempre imperfecto, para construir una sociedad más justa y humana. También cabe aclarar que, en materia electoral, una mayoría de votos anulados no invalidarían el resultado de la elección ya que México cuenta con un sistema de mayoría simple.
En esta circunstancia, la Iglesia se ha lanzado, llena de razones, a promover el voto responsable. Según el documento elaborado por los obispos mexicanos, estas elecciones son "la oportunidad para consolidar la democracia en el país", lo cual es fundamental, ya que es precisamente la participación de la sociedad civil la que reorienta y rehabilita éticamente a la política. El mismo documento afirma que "los cristianos no pueden eximirse de participar en las tareas políticas" que van desde afiliarse a partidos políticos y organizaciones civiles hasta votar y participar como funcionario de casilla el día de la elección. Con esto, la Iglesia muestra que es una realidad viva que educa verdaderamente a la persona y no la deja retraerse, arrastrada por el pesimismo general, ni delegar su responsabilidad en quienes detentan el poder. También deja claro que los valores democráticos y la construcción del bien común no pueden sostenerse en el vacío, sino que necesitan de estas realidades comunitarias que encarnan y posibilitan la experiencia de un sentido positivo para la vida de cada uno. Reconocer esta contribución positiva y promover la libertad efectiva de estas realidades en todos los ámbitos es una tarea fundamental de la política y de los políticos. ¿Ha tenido alguno la audacia de incluirla entre sus promesas de campaña?