Una contribución sobre el celibato sacerdotal en filial obediencia al Papa

España · Andrea Tornielli
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14 enero 2020
Sale un libro sobre el sacerdocio que lleva la firma del papa emérito Joseph Ratzinger y el cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación del Culto Divino. Por el adelanto publicado en Le Figaro, se percibe que los autores entran en sus intervenciones en el debate sobre el celibato y sobre la posibilidad de ordenar a hombres casados. Ratzinger y Sarah –que se definen como dos obispos en “filial obediencia al papa Francisco” que “buscan la verdad” en un “espíritu de amor por la unidad de la Iglesia”– defienden la disciplina del celibato y aducen motivaciones que en su opinión recomendarían no cambiarla. La cuestión del celibato ocupa 175 páginas del libro, con dos textos, uno del papa emérito y el otro del cardenal, junto a una introducción y una conclusión firmadas por ambos.

Sale un libro sobre el sacerdocio que lleva la firma del papa emérito Joseph Ratzinger y el cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación del Culto Divino. Por el adelanto publicado en Le Figaro, se percibe que los autores entran en sus intervenciones en el debate sobre el celibato y sobre la posibilidad de ordenar a hombres casados. Ratzinger y Sarah –que se definen como dos obispos en “filial obediencia al papa Francisco” que “buscan la verdad” en un “espíritu de amor por la unidad de la Iglesia”– defienden la disciplina del celibato y aducen motivaciones que en su opinión recomendarían no cambiarla. La cuestión del celibato ocupa 175 páginas del libro, con dos textos, uno del papa emérito y el otro del cardenal, junto a una introducción y una conclusión firmadas por ambos.

En su texto, Sarah recuerda que “existe un vínculo ontológico-sacramental entre sacerdocio y celibato. Cualquier debilitamiento de este vínculo pondría en discusión el magisterio del Concilio y de los papas Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI. Suplico al papa Francisco que nos proteja definitivamente de tal eventualidad poniendo veto a cualquier debilitamiento de la ley del celibato sacerdotal, aunque se limite a una u otra región”. Sarah llega a definir como “una catástrofe pastoral, una confusión eclesiológica y un oscurecimiento de la comprensión del sacerdocio” la eventual posibilidad de ordenar a hombres casados. En su breve contribución, Benedicto XVI, reflexionando sobre el tema, se remonta a las raíces hebreas del cristianismo, afirma que el sacerdocio y el celibato van unidos desde el inicio de la “nueva alianza” de Dios con la humanidad, establecida por Jesús. Y recuerda que ya “en la Iglesia antigua”, es decir, en el primer milenio, “los hombres casados podían recibir el sacramento del orden solo si se comprometían a respetar la abstinencia sexual”.

El celibato sacerdotal no es ni ha sido nunca un dogma. Se trata de una disciplina eclesiástica de la Iglesia latina que representa un don precioso, definido como tal por los últimos pontífices. La Iglesia católica de rito oriental prevé la posibilidad de ordenar sacerdotes a hombres casados y también han surgido excepciones en la Iglesia latina precisamente con Benedicto XVI en la Constitución apostólica “Anglicanorum coetibus”, dedicada a los anglicanos que piden la comunión con la Iglesia católica, donde se establece “que admita caso por caso al orden sagrado del presbiterado también a hombres casados, según los criterios objetivos aprobados por la Santa Sede”.

Vale la pena recordar que sobre este tema también se ha expresado varias veces el papa Francisco, que siendo cardenal, en el libro-conversación con el rabino Abraham Skorka, se mostraba favorable a mantener el celibato “con todos los pros y contras que conlleva, porque son diez siglos de experiencias positivas más que de errores. La tradición tiene un peso y una validez”. El año pasado, en el avión de regreso de Panamá, con los periodistas, el Papa recordó que en la Iglesia católica oriental era posible tomar la opción célibe o matrimonial antes del diaconado, pero añadió, a propósito de la Iglesia latina: “me viene a la mente una frase de san Pablo VI: ‘Prefiero dar la vida antes que cambiar la ley del celibato’. Me ha venido a la mente y quiero decirla, porque es una frase valiente. En un momento más difícil que ese, se estaba en los años 68-70. Personalmente, creo que el celibato es un don para la Iglesia. En segundo lugar digo que no estoy de acuerdo con permitir el celibato opcional, no”. En aquella respuesta, también habló de la discusión entre teólogos sobre la posibilidad de permitir excepciones en ciertas regiones remotas, como las islas del Pacífico, pero apuntó que “esto es algo que están discutiendo los teólogos; no hay una decisión mía. Mi decisión es: el celibato opcional antes del diaconado no. Es algo mío, personal; yo no lo haré, esto está claro. ¿Soy un ‘cerrado’? Tal vez, pero no me siento capaz de ponerme frente a Dios con esta decisión”.

En octubre de 2019 se celebró el Sínodo de la Amazonia y se debatió este tema. Como se deduce del documento final, hubo obispos que plantearon la posibilidad de ordenar sacerdotes a diáconos permanentes casados. Pero llama la atención que el 26 de octubre, en su discurso final, el Papa, después de seguir en el aula todas las etapas de las intervenciones y del debate, no mencionara de ningún modo el tema de la ordenación de hombres casados, ni siquiera de pasada. En cambio, recordó las cuatro dimensiones del Sínodo: la relativa a la inculturación, la ecológica, la social y, por último, la dimensión pastoral que “incluye a todas”. En ese mismo discurso, el pontífice habló de la creatividad de los nuevos ministerios y del papel de la mujer, y refiriéndose a la escasez de clero en ciertas zonas de misión, recordó que hay muchos sacerdotes que han ido al primer mundo –Estados Unidos y Europa– “y no los hay para enviarlos a la región amazónica”.

Por último, también resulta significativo el hecho de que Francisco, agradeciendo la labor de los medios, en aquella misma ocasión les pidiera, al difundir el documento final, que se fijaran sobre todo en el diagnóstico, “que realmente es la parte donde el Sínodo se expresó mejor”, el diagnóstico cultural, social, pastoral y ecológico. Un punto que también resaltó el director de la sala de prensa vaticana, Matteo Bruni, en el comunicado de respuesta a las preguntas de los periodistas sobre este tema. El Papa invitaba a no caer en el peligro de limitarse a “ver qué decidieron en esta cuestión disciplinar, qué decidieron en esta otra, qué partido ganaron y cuál perdieron”.

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