Editorial

Un planeta que no debía existir

Editorial · Fernando de Haro
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29 septiembre 2019
La semana pasada los titulares de muchos periódicos coincidieron: “se ha descubierto un planeta que no debería existir”. De este modo la prensa divulgaba el contenido de un artículo publicado en la revista Science por un grupo de astrónomos españoles y alemanes. Los científicos, después de haber estudiado los sistemas solares de las enanas rojas (estrellas de pequeño tamaño) se habían sorprendido por la aparición de un cuerpo celeste, el GJ 3512b. A “solo” 30 años luz de nosotros, este planeta, por tamaño y masa, no debía estar donde estaba. “No encaja en los modelos teóricos” hasta ahora utilizados, explica el artículo.

La semana pasada los titulares de muchos periódicos coincidieron: “se ha descubierto un planeta que no debería existir”. De este modo la prensa divulgaba el contenido de un artículo publicado en la revista Science por un grupo de astrónomos españoles y alemanes. Los científicos, después de haber estudiado los sistemas solares de las enanas rojas (estrellas de pequeño tamaño) se habían sorprendido por la aparición de un cuerpo celeste, el GJ 3512b. A “solo” 30 años luz de nosotros, este planeta, por tamaño y masa, no debía estar donde estaba. “No encaja en los modelos teóricos” hasta ahora utilizados, explica el artículo. El modelo establece que “en torno a una estrella pequeña se formarán numerosos planetas pequeños, en todo caso del tamaño de la Tierra”, pero no un planeta gigante. Se trabaja ahora en reformular el modelo y se manejan varias hipótesis sobre su formación, entre otras, un “colapso gravitacional”. Contrasta la relativa facilidad con la que un nuevo objeto celeste transforma el sistema comprensivo de los astrónomos con las resistencias que se producen en el ámbito de la convivencia, la vida en común, la política o el derecho, para aceptar nuevos fenómenos. En la política y en la vida social sigue prevaleciendo, a menudo, la prevaricación de la idea sobre la realidad.

Fue precisamente la astronomía moderna y, en concreto, el método teorizado por Galileo el que, según Finkielkraut, impuso el dominio de la “razón como experimentación sobre la razón como experiencia”. Lo de Galileo fue “nada menos que una tesis general sobre el ser y una reforma del entendimiento. Con él nace un nuevo concepto de la ciencia (…) y es el Todo el que se debe leer como un libro de matemáticas”. El mundo matemático ideal, el modelo, se toma entonces como el único mundo real. Todo eso ha cambiado sustancialmente. El pluralismo de los caminos se ha impuesto en la comunidad científica (no en las ciencias sociales). Es más fácil que se abra paso la razón de la experiencia.

Dos acontecimientos, que se producían casi al mismo tiempo que se publicaba el artículo de Science, ilustran la falta de flexibilidad para encontrar, en otros ámbitos, nuevos caminos que permitan reconocer los “planetas” que no deberían existir. Uno ha sido la nueva sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) sobre el llamado derecho al olvido y otro el posicionamiento del nuevo partido, Más País, que va a concurrir a las elecciones generales en España en noviembre.

En 2014, el TJUE emitió una sentencia pionera en respuesta a una demanda española contra Google en la que se reclamaba a la compañía estadounidense que suprimiera el acceso a determinados datos de personas físicas. La sentencia aseguraba el derecho a la rectificación y a la supresión o bloqueo de datos personales no solo cuando “los datos sean inexactos”, también cuando sean “inadecuados, no pertinentes y excesivos”. Aparecen dos nuevos “planetas”: una compañía con capacidad de proporcionar información global, que no está en los viejos modelos del Estado-nación, y un nuevo derecho. La solución que se arbitró en 2014 era parcial e insatisfactoria porque es Google quien, desde entonces, ha decidido qué demandas de borrado atiende. La sentencia emitida la semana pasada por el TJUE vuelve a limitar el derecho al olvido ante una reclamación de Google. Asegura que el borrado puede exigirse cuando a los datos se accede a través de un motor de búsqueda europeo. El TJUE argumenta que solo tiene competencias en esta región del mundo y que en otras partes del planeta rigen otros derechos. Seguramente el Tribunal no tenía otra posibilidad, pero la sentencia documenta su impotencia. Basta con utilizar un motor de búsqueda externo a la UE para acceder a los datos. Una soberanía nacional o regional, un derecho para un modelo superado, con cuerpos gigantes y globales como Google, ya no sirve.

En España la repetición electoral, cuartas elecciones en cuatro años, ha sido consecuencia de la incapacidad de los líderes de los cinco partidos nacionales para ponerse de acuerdo. El sistema bipartidista ha sufrido una “eclosión gravitacional”. Y a quien tenía la máxima responsabilidad de formar Gobierno, a Pedro Sánchez, no se le ha ocurrido otra solución que pedir a “los españoles que lo digan más claro y no haya más bloqueos (sic)”. Los españoles tienen esta vez que votar bien para que el resultado quepa en el viejo modelo. Para complicar las cosas, la semana pasada aparecía un sexto partido, Más País, con posibilidad de obtener una representación parlamentaria si no importante si capaz de complicar aún más la formación de mayorías. Más Madrid, escisión de Podemos, se presenta como una formación que está más allá de la tradicional división de izquierda y derecha. Pero su líder, Íñigo Errejón, antes de presentar su programa, ya ha anunciado que vetará cualquier acuerdo que incluya a los partidos de la derecha. Veto que llega cuando, según todas las encuestas, ni el bloque de la derecha ni el de la izquierda suman mayoría y cuando es más necesaria que nunca una transversalidad real. En este caso, a diferencia de lo que ha sucedido con el GJ 3512b, como el “planeta” no debe existir, sencillamente no existe. El modelo, la razón social vigente, se impone a la experiencia. Nos quedamos sin conocer el universo de los que tenemos más cerca.

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