Un plan alternativo para Gaza

Mientras los países árabes más importantes se reúnen para encontrar una alternativa al plan de Donald Trump para Gaza, en Israel se alzan voces a favor de la expulsión de los palestinos de la Franja. No sorprende mucho que muchos israelíes estén a favor de la propuesta estadounidense, mientras que es más sorprendente observar en qué se basa dicha posición: como escribió Ari Zivotofsky (Jerusalem Post), los israelíes no harían más que satisfacer el deseo de «no pocos palestinos, sino un gran número, de ser reubicados». Por otro lado, el problema es que los países árabes que se oponen al reasentamiento, por usar las palabras de Zivotofsky, no logran encontrar una alternativa creíble. El embajador de los Emiratos Árabes Unidos en Estados Unidos lo había admitido (hablamos de ello la semana pasada), pero en estos días Abu Dhabi también ha endurecido su posición hacia Estados Unidos: Durante la visita de Rubio a los Emiratos, Mohammed bin Zayed rechazó «cualquier intento de desplazar al pueblo palestino de su tierra» y subrayó «la importancia de vincular la reconstrucción de Gaza a un camino que conduzca a un paz global y duradera». Una formulación bastante genérica, pero, al fin y al cabo, como escribió Nesrine Malik en el The Guardian, los Estados árabes no consiguen encontrar una posición unívoca sobre Palestina. «Antes del 7 de octubre, algunos países habían alcanzado acuerdos de normalización con Israel y otros estaban en curso, y la creación de un Estado palestino era una perspectiva nominalmente plausible […] aunque en realidad todos sabían que era más remota que nunca. El conflicto ha acabado con esta posibilidad y Trump la ha enterrado». Sin embargo, es bueno tener en cuenta, continúa Malik, que «aceptar un plan que prevé la expulsión de los palestinos transforma de hecho a todos los países que acogen y facilitan este proceso en partes de lo que será simplemente un conflicto israelo-palestino más amplio y con una configuración diferente». Además, a corto plazo, es probable que Arabia Saudí y los demás países árabes reunidos en Riad logren impedir el desplazamiento de los palestinos y tal vez incluso recaudar fondos suficientes (al menos 20 000 millones de dólares según Reuters) para la primera reconstrucción de Gaza, escribió Madawi Al-Rasheed también en el The Guardian. Pero el mayor desafío será encontrar un poder alternativo a Hamás en la Franja. El anfitrión de la cumbre, el príncipe heredero saudí, siente una gran aversión hacia el movimiento islamista, tanto por convicción ideológica como porque lo considera responsable de haber descarrilado el camino hacia la normalización con Israel que Arabia Saudí había emprendido. Madawi Al-Rasheed identifica dos motivos que explican el fracaso a largo plazo del acuerdo que los saudíes esperan alcanzar sobre la reconstrucción de Gaza y el «día después». El primero es la negativa de Netanyahu a conceder una verdadera condición de Estado a Palestina; el segundo es que «un plan alternativo que excluya completamente a Hamás tiene muy pocas posibilidades de éxito. La organización política puede renunciar al gobierno de Gaza a cambio de la reconstrucción, pero no desaparecerá sin más». En conclusión, para Al-Rasheed, «el plan alternativo saudí está guiado por puro interés personal, es decir, mitigar el riesgo de desestabilización de varios regímenes árabes, incluido el suyo. La evacuación forzada de los palestinos conducirá inevitablemente a la propagación de Hamás, de sus combatientes y del islam político —principalmente de los Hermanos Musulmanes— en países que han reprimido deliberada y exitosamente esa ideología. Ninguno de los regímenes árabes quiere ver a los combatientes de Hamás y a sus comunidades ampliadas viviendo en sus países». En una revista prestigiosa como Foreign Affairs hay espacio para dos visiones opuestas: una es la de Philip H. Gordon (ex alto funcionario de varias administraciones democráticas), según la cual Trump tiene ante sí una oportunidad histórica para cambiar el rostro de Oriente Medio, alcanzando un acuerdo con Irán y poniendo fin a la guerra en Gaza. La otra es la de Maha Yahya, directora del Centro Carnegie para Oriente Medio Malcolm H. Kerr. Según esta última, todos los países implicados en la región, tanto los que forman parte de ella como los que tienen intereses en su interior, como Estados Unidos, «han buscado la seguridad a expensas del paz y han terminado sin conseguir ni una ni otra. Sin embargo, sus planes actuales son sorprendentemente similares, al menos en espíritu, a los esfuerzos del pasado. Todos estos países están adhiriéndose una vez más a visiones de un nuevo orden regional en el que la reconstrucción se produce sin acuerdos políticos. Han presentado propuestas ambiciosas (la normalización entre Israel y Arabia Saudí, un pacto económico entre Irán y los Estados del Golfo) sin tener en cuenta las realidades políticas, las dinámicas locales u otras consecuencias más amplias. Por lo tanto, sus planes no pondrán fin a la violencia cíclica. De hecho, la alimentarán».
Incluso si nos centramos únicamente en las decisiones inmediatas que hay que tomar, los obstáculos son enormes. Hemos mencionado los 20 000 millones que se necesitarían para reconstruir Gaza en los tres primeros años de trabajo y, como ha observado Middle East Eye, no hay alternativa a que sean Arabia Saudí, Catar y los Emiratos Árabes Unidos quienes cubran estos gastos. La cuestión es que, en los últimos años, estos países se han mostrado cada vez menos dispuestos a conceder fondos a los vecinos árabes más pobres sin obtener nada a cambio. Con mayor razón, se preguntan en las capitales del Golfo, ¿para qué gastar dinero en la reconstrucción de Gaza, sabiendo que en cualquier momento Israel podría decidir destruirlo todo de nuevo? Se trata de una opción que Netanyahu y sus aliados de gobierno no parecen desdeñar.
Artículo publicado en Oasis
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