Un patriarca, un inversor de riesgo

España · Fernando de Haro
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23 agosto 2017
El Meeting ha encargado este año la explicación de su lema a un amante de las inversiones de riesgo. No se trata de un gestor de fondos sino del administrador apostólico de los latinos de Jerusalén, o sea el patriarca. Aunque él mismo confiesa: “ya no sé que soy, si un fraile franciscano, un obispo o qué…”.

El Meeting ha encargado este año la explicación de su lema a un amante de las inversiones de riesgo. No se trata de un gestor de fondos sino del administrador apostólico de los latinos de Jerusalén, o sea el patriarca. Aunque él mismo confiesa: “ya no sé que soy, si un fraile franciscano, un obispo o qué…”.

Ante varios miles de personas que le esperaban, algunos desde una hora antes, Pizzaballa ha hablado sobre la herencia recibida de nuestros padres y la necesidad de ganársela de nuevo. Tímido, hablando de prisa, algo embarazado ante tanto público, el en otro tiempo Custodio de Tierra Santa ha asegurado que en este tiempo de cambio no es posible dar una definición única de lo que está sucediendo. Estamos en el tiempo de la postverdad, de la sociedad líquida, donde el sentido de pertenencia no es suficiente. Es un mundo en el que muchos rechazan la salvación que se propone. Como creyentes, señaló Pizzaballa, es necesario vivir dentro de la complejidad. Para proponer la fe en estas circunstancias no solo hay que encontrar un nuevo lenguaje, ni encontrar una nueva fórmula, “es necesario adoptar una nueva postura”, invertir la herencia recibida.

Pizzaballa busca en la Biblia cuál es el verdadero significado de la palabra herencia. La herencia es el don de Dios al pueblo de Israel en forma de una tierra. Pero el pueblo de Israel es también una heredad para Dios, una heredad que Él reconquista siempre de nuevo a través del perdón. La herencia, como establece el Éxodo, debe ser recordada y debe ser recordada bien. Si olvidas que has recibido la herencia como don la pierdes. La parábola de los talentos es, a juicio del franciscano, la mejor expresión de lo que Escritura entiende por herencia. En la parábola de Jesús el siervo que ha recibido un talento y que no lo invierte es reprendido duramente por Jesús. No ha invertido lo que había recibido, no lo ha puesto en riesgo, no lo ha hecho suyo, y por eso lo ha perdido. Ha tenido miedo. Sugiere Pizzaballa que conservar es perder.

“Es necesaria una relación serena y adulta con la memoria”, señala el obispo. Por eso, para ganarse de nuevo una herencia no basta una nostalgia. No se pone en juego la herencia repitiendo lo que hicieron nuestros padres sino haciendo memoria del deseo que tuvieron nuestros padres y realizando cosas nuevas con ese deseo. Cuando el creyente hace experiencia de la salvación no es un custodio, es alguien creativo. Y Pizzaballa recurre, para explicar esta idea, a la figura de San Benito. El santo no reconstruyó un imperio en ruinas, hizo algo nuevo. “Nuestra herencia -añade- es la Pascua”. Y cita a San Pablo que estuvo dispuesto a perder todo por Cristo. Nuestra herencia es la relación con Dios, es Cristo mismo.

El hasta hace poco Custodio de Tierra Santa reconoce que en Oriente Próximo se ha acabado el mundo hasta ahora conocido. La minoría cristiana no volverá a ser la que era. ¿Cuál es la respuesta en esta situación? ¿Basta con volver a construir casas? Pizzaballa cuenta que, para responder a esta pregunta, le ha ayudado la conversación con un palestino. “Me ha hecho comprender que a los cristianos de Medio Oriente no nos sirve confiar en un proyecto político. Solo nos sirve estar apegados a la fe. Nuestras comunidades tienen que expresar una diversidad, tienen que mostrar cosas grandes. No vale la mera continuidad”. Pizzaballa extiende el juicio de Oriente Próximo para todo el mundo. Y citando a Pablo VI, señala que el testimonio cristiano, cuando es testimonio, despierta en los otros preguntas irresistibles. La pregunta irresistible es: “¿Por qué viven así?”.

El patriarca de las inversiones arriesgadas señala que la Biblia que empieza con un jardín termina con una ciudad, con una Jerusalén construida con la libertad del hombre.

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