Un paseo por la Capilla Sixtina
Hay en Miguel Ángel, en su platonismo trágico, una profunda afinidad con el idealismo monista romántico. La belleza ideal no puede ser nunca para él, como lo era para la tradición académica, una conjunción más o menos armónica de cualidades diversas. Su análisis es por tanto radicalmente imposible. La belleza es fundamentalmente unitaria, mana de una única fuente que es el Bien Supremo y la Inteligencia Suprema: Dios.
Veggio nel tuo bel viso, signor mio,
quel che narrar mai poussi in questa vita
l’anima della carne ancor vestita
con esso è già più volte ascesa a Dio
A quel pietoso fonte onde siàn tutti
S’assembra ogni beltà che quà si vede…
Veo en bello rostro, señor mío,
algo que narrar no puedo en esta vida
el alma de la carne aún vestida
muchas veces con él ascendió al cielo…
A la piadosa fuente que las reúne
Semejan todas las bellezas visibles…
(Miguel Ángel, Rime, Ed. Girardi, 83)
La creación artística es así homóloga de la creación divina. El artista, como Dios, crea un mundo; o mejor dicho (para mantenernos más fieles a la intención de Buonarroti) participa de la creación divina; es a la vez criatura y creador. Es así como en definitiva se forja a sí mismo; o mejor dicho (pensando de nuevo en las fórmulas de Buonarroti) forja su salvación eterna.
T’is to create, and in creating live
A being more intense, that we endow
With form our fancy, gaining as we give
The life se image, even as I do now.
What am I? Nothing: but not so art thou
Soul of my thought!…
Para crear y, creando, vivir
Un más intenso ser, para eso damos
Forma a nuestra imaginación
Ganando, al tiempo que la concedemos,
La misma vida imaginada
¿Qué soy yo? Nada. Todo lo eres tú
Arte mío, alma de mi pensamiento…
(Byron, Childe Harold, III, IV)