Un dolor que exige más vida
No. No hay quien se acostumbre a este dolor y a las insuficiencias de las palabras. Y el luto nos ha enseñado que el multiplicarse de análisis, las declaraciones sobre la superioridad de las sociedades libres y tantas otras cosas no hacen sino aumentar el vacío y la impotencia. Primero fue Madrid, luego Londres, París y ahora Bruselas. Como una plaga aberrante el yihadismo golpea Europa. Impotencia y miedo. Como si estuviésemos en un guerra -seguramente lo estamos- la muerte en cada esquina. ¿Quién puede detener a un suicida? Solo está a la altura el silencio, el llanto, la oración y esa niña chiquita, esa virtud imposible, la pequeña esperanza. ¿Cómo sostenerla? ¿Cómo sacarla a pasear cuando los cuerpos aún no han recibido el reposo de la tierra? Es ella la que se asoma sola, tímida, entre la desesperación y la angustia, invitándonos a buscar en el presente las razones para vivir con el dolor y la amenaza. A los muertos, el descanso eterno, a nuestro el trabajo sin tregua: para buscar, para sostener, más allá de todas nuestras distracciones, una vida a la altura del desafío. Lo sucedido en el aeropuerto y en el metro de Bruselas ha puesto de manifiesto una vez más que toda Europa está bajo el riesgo del terrorismo yihadista. Es una vulnerabilidad difícil de superar. A pesar de los esfuerzos de la lucha antiterrorista, de los servicios secretos, a pesar de la coordinación entre los diferentes socios europeos, es imposible reducir el riesgo a cero.
El desafío del terrorismo yihadista es asimétrico: lobos solitarios y células violentas pueden golpear en cualquier momento y en cualquier sitio sin necesidad de una gran estructura, con un bajo presupuesto. No es extraño que sea imposible localizar a los que quieren hacer daño antes de que ejecuten sus planes.
Este terrorismo que ha golpeado las grandes capitales europeas requiere sin duda todos los esfuerzos de la lucha antiterrorista. Pero tenemos que comprender bien el origen del fenómeno para poder combatirlo en su raíz. Los expertos señalan que no se trata de un fenómeno religioso. Se invoca el islam pero estamos más bien ante un fenómeno de nihilismo violento. La falta de propuestas de sentido entre jóvenes que han perdido vínculos sociales en zonas marginales de nuestras grandes urbes sirve de caldo de cultivo para la violencia. Todo lo que el islam verdaderamente religioso haga para dejar claro que el terrorismo no tiene nada que ver con la fe de los seguidores de Mahoma será una aportación relevante. Los europeos tenemos la tarea de perseguir a los violentos, de revisar también nuestras fórmulas de integración y de educar a nuestros jóvenes.
Y de acelerar la paz en Siria. Si hay un falso califato en pie, hay refugio para los violentos.