Un cristianismo que no es idolatría

Luigi Giussani empezó el movimiento laico Comunión y Liberación en 1954 porque había empezado a sentir que el mensaje cristiano estaba siendo ampliamente mal entendido y que la cultura moderna hacía imposible acercarse a Cristo, incluso decir Su nombre. La identificación entre moralismo y ética había confundido la propuesta cristiana: la gente joven estaba abrazando el catolicismo sólo como un mecanismo social que les ofrecía un conjunto de  prescripciones ideológicas y no la estabilidad de un conocimiento verdadero.

Giussani dice que o el cristianismo está basado en la verdad, o es otro invento para no encarar el abismo. Vivimos en una época caracterizada por la ideología, que intenta manipular la realidad de acuerdo a la coherencia de esquemas calculados. Se pretende que la realidad parezca una proyección del deseo humano. Giussani propone la respuesta del realismo, de la contemplación de los hechos. Por eso cita a san Agustín: "Yo investigo para conocer algo, no para pensarlo". ¿No es suficiente buscar los hechos? Debo tener cuidado de no atacar esos hechos con la ambición de lograr una coherencia  ideológica, aunque sea la de llamarme cristiano.

Y así, del mismo modo que el cristianismo empezó con un acontecimiento en la historia, empieza ahora también con un fenómeno en el corazón de cada uno: con el deseo de conocer algo que está en  la cultura que hemos creado y, en el caso de los jóvenes, heredado, y que no es inmediatamente obvio. Esto lo descubrimos no de una forma mística, sino mirando a la realidad muy de cerca. O la  fe se fundamenta en hechos o es meramente virtual, un esquema inventado que deriva de la necesidad humana sin sustento en la experiencia de la vida del creyente. 

Para que la fe nazca de un acontecimiento auténtico necesitamos descubrir en nuestra propia realidad lo que Cristo ha desatado en el mundo. No debemos sucumbir a la tentación de pronunciar palabras vacías, para evitar decir algo que no nazca del fruto de nuestra experiencia. Reclamar a una fe que se ha heredado y  que carece de raíces en la realidad es una forma de idolatría. Es fácil imaginar a Cristo en nuestra vida, como una respuesta a nuestra necesidad y como una construcción que nos hace recibir palabras e imágenes. Pero eso hace de Cristo un ídolo.

Nuestra cultura nos empuja a dar por descontado lo que tenemos frente a nuestros ojos. Nuestra idea de la realidad nos hace pensar que cuando sucede algo excepcional es un accidente.

Pero la Palabra se ha hecho carne y vive entre nosotros. Sólo tenemos que abrir nuestros oídos y nuestros ojos a los hechos que tienen lugar delante de nosotros para saber lo que es verdad y lo que no. Miramos y despertamos a la realidad, al reto que nos presentan los acontecimientos. Este despertar de la conciencia es el principio del camino del conocimiento. La religión no es una dimensión añadida a la vida. La realidad, los acontecimientos, las experiencias, los hechos, son la ayuda visible de Otro Algo que responde a nuestras necesidades más profundas. No me deshago de mis razones para tener fe, porque la dinámica de la fe es la misma que la dinámica de la realidad. Giussani nos muestra el camino a través de la jungla de la cultura moderna del auténtico significado del cristianismo.