Un cordón de seguridad americano en torno a Netanyahu

En los últimos días, el alto el fuego en Gaza se ha visto sometido a una dura prueba: tras el asesinato de dos soldados israelíes, el Estado judío lanzó una serie de bombardeos que provocaron la muerte de 26 palestinos. El presidente estadounidense Donald Trump «desplegó» en Israel a sus pesos pesados en política exterior: el enviado especial Steve Witkoff, su yerno Jared Kushner y el vicepresidente JD Vance. Después del vicepresidente, fue el turno del secretario de Estado Marco Rubio. Tanto Vance como Rubio han advertido a Israel, entre otras cosas, sobre la anexión de Cisjordania, que podría comprometer el mantenimiento de la tregua. El hecho de que, en pocos días, cuatro de los representantes más importantes de la administración Trump hayan viajado a Israel demuestra no solo el capital político que la Casa Blanca ha invertido en el plan de paz, sino también lo necesario que es establecer un «cordón de seguridad» alrededor de Netanyahu y su Gobierno.
La impresión es que solo la presión estadounidense mantiene la tregua. Como escribió Ben Caspit en Al-Monitor, «ante las crecientes presiones de la administración Trump, […] Netanyahu no puede romper el alto el fuego con Hamás ni negarse a seguir adelante con la segunda fase del plan [estadounidense] para poner fin a la guerra de Gaza, a pesar de la vehemente oposición de sus socios de coalición de extrema derecha». Estos últimos lamentan, entre otras cosas, que el plan de Trump haya dado a Turquía la oportunidad de poner un pie en Palestina. Ankara lo habría hecho también a través de representantes de la fundación IHH, considerada una organización terrorista por Tel Aviv, que según el Jerusalem Post ya estarían sobre el terreno. Por otra parte, según Laura Cellier (i24News), para los estadounidenses es preferible que Turquía (y Qatar) desempeñen un papel bien visible, y por lo tanto controlable, en la gestión de Gaza. La alternativa es que Ankara y Doha permanezcan al margen y, entre bastidores, favorezcan la recuperación de Hamás (es precisamente en este punto donde Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos chocan con el plan estadounidense). El dato, sin embargo, es que «al convencer a Hamás de que aceptara el acuerdo de Donald Trump sobre Gaza, Ankara se ha reafirmado en el tablero de ajedrez de Oriente Medio, provocando el descontento de Israel y de sus rivales árabes», escribieron Samia Nakhoul, Tuvan Gumrukcu y Ece Toksabay en un análisis publicado por Reuters.
Gershon Baskin, ex negociador israelí, subrayó en una entrevista a Le Monde que «el acuerdo es frágil y las dos partes lo violan, pero los estadounidenses controlan la situación». El papel de los estadounidenses a la hora de frenar la voluntad del Estado judio de reanudar los combates también lo destaca una fuente israelí citada por Al-Monitor, según la cual la Casa Blanca «no permitirá que Netanyahu abandone el acuerdo. Nuestra única esperanza de obstaculizar la segunda fase del acuerdo es Hamás». En gran medida, el futuro orden en Gaza y Palestina dependerá de lo que decida hacer el movimiento islamista. Aunque JD Vance ha afirmado que la aplicación del plan va mejor de lo previsto, «cuestiones clave [como] el desarme de Hamás, la retirada adicional de las tropas israelíes y la futura gobernanza del enclave palestino siguen sin resolverse», escribió Reuters. Se trata de nudos que inevitablemente comienzan a desatarse. «No está claro cuánto tiempo durará este acuerdo, pero por ahora nadie en Israel puede imaginar el desarme de Hamás. Las probabilidades de que esto ocurra son bajas, y lo que sucederá en caso contrario es una cuestión fundamental», dijo una fuente de seguridad israelí a Al-Monitor. Sin embargo, según Baskin, conviene tener en cuenta al menos dos aspectos. En primer lugar, en este momento el papel de Hamás en la Franja es fundamental para la recuperación de los cuerpos de los rehenes fallecidos: solo Hamás puede ocuparse de ello. En segundo lugar, la situación actual es «temporal. Creo que su poder y su [de Hamás, NdR] capacidad para controlar y gobernar están muy exagerados, porque los habitantes de Gaza ya no los quieren. Los odian». Sin embargo, no está claro si Hamás aceptará desarmarse. Para Baskin, existe la posibilidad de que Hamás entregue las armas capaces de matar «a más de cinco personas a la vez». En este punto también coincide Bishara Bahbah, palestino-estadounidense que actuó como mediador para la liberación del rehén estadounidense Edan Alexander: «Si la desmilitarización se define como la entrega de vehículos pesados o equipos militares capaces de matar a cuatro o cinco personas a la vez, personalmente creo que Hamás estaría dispuesto a hacerlo. Al mismo tiempo, [los militantes] insisten en conservar sus armas personales para protegerse en caso de que sean atacados». Sin embargo, esto pone en tela de juicio uno de los puntos clave de la segunda parte del plan de Trump: el despliegue de una fuerza multinacional que mantenga el orden en Gaza. Pero, como se lee en el New York Times, «los países que podrían componer esa fuerza se muestran reacios a comprometer soldados que podrían verse envueltos en un conflicto directo con Hamás, mientras este siga siendo un grupo armado». Entonces, ¿qué países estarían dispuestos a enviar a sus soldados? Según el diario neoyorquino, las conversaciones al respecto incluyen a Indonesia, Egipto, Turquía y Azerbaiyán (sobre este último también apunta Haaretz en un artículo). Sin embargo, las dificultades son muchas y por eso Estados Unidos ha recurrido al Reino Unido, que ha accedido a enviar 200 soldados para supervisar el cumplimiento del alto el fuego. Mientras tanto, los primeros efectos del plan de Trump, además del cese de las hostilidades, consisten en la división de facto de la Franja en dos realidades separadas, escribió en un editorial del Washington Post Moumen Al-Natour, activista palestino encarcelado en el pasado por Hamás: la primera existe entre la línea amarilla (primera línea de retirada de los soldados de las FDI) y la frontera con Israel. Aquí Hamás ya no existe y, muy lentamente, la vida está empezando a volver. Pero la otra parte, la que está más allá de la línea amarilla, se ve empujada cada vez más hacia el abismo, escribió Al-Natour. Allí la guerra continúa: no tanto la que enfrenta a los soldados israelíes y Hamás, sino la que enfrenta al movimiento islamista y al pueblo de Gaza.
- Artículo publicado en Oasis
Lee también: ¿Pero realmente estamos ante a una nueva Yalta en Oriente Medio?
0

1

