Un amor entre dos mundos

El planteamiento es muy elemental. La Tierra tiene un planeta gemelo invertido, justo encima, boca abajo, con su propia ley de la gravedad. El mundo de arriba es poderoso, próspero, y vive de explotar al mundo de abajo, empobrecido y ruinoso. Entre ambos mundo está prohibido contacto alguno, excepto el que promueve la empresa explotadora Transworld. Adam (Jim Sturgess) es un joven del mundo de abajo, que desde niño está enamorado de Eden (Kirsten Dunst), una chica del mundo de arriba. Adam ya casi la ha dado por muerta hasta que un día la ve por la televisión oficial de Transworld, y decide emprender su búsqueda, aunque sabe que no hay nada más prohibido por la ley.
La trama romántica es como una versión Sci-Fi de Titanic. Chico pobre que viaja en tercera, se enamora de chica bien que viaja en primera. Un amor prohibido entre clases sociales que se repelen, pero que está llamado a desafiar las convenciones inamovibles de la sociedad. Aquí se añade una mala conciencia globalizada del primer mundo que explota los recursos del tercero. Y puestos a descubrir oportunismos se puede ver una crítica a la industria farmacéutica, al poder de las grandes corporaciones y al totalitarismo de las ideologías dominantes.
Los presupuestos físicos y cosmológicos son inconsistentes y Solanas no se ha preocupado demasiado de cuidar la coherencia y verosimilitud de las situaciones. Toda la carne se ha echado en el asador en el aspecto visual digital, conseguido y sugerente; y también se ha descuidado la construcción de personajes, y la trama central romántica, bastante esquemática.