Meeting Rimini

Ucrania: el realismo de la esperanza

España · José María Gutiérrez Montero
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27 agosto 2014
En un Meeting que mira a Oriente, el programa cultural sigue dándonos sorpresas. Hoy hemos tenido ocasión de encontrarnos con Constantin Sigov, un protagonista de los acontecimientos de la plaza de Maidán en Ucrania, en un encuentro “Ucrania: el realismo de la esperanza” cargado de imágenes, al igual que en el encuentro con Filonenko.

En un Meeting que mira a Oriente, el programa cultural sigue dándonos sorpresas. Hoy hemos tenido ocasión de encontrarnos con Constantin Sigov, un protagonista de los acontecimientos de la plaza de Maidán en Ucrania, en un encuentro “Ucrania: el realismo de la esperanza” cargado de imágenes, al igual que en el encuentro con Filonenko.

Constantin Sigov es un hombre que rompe esquemas, el primero de todos, el de la propia biografía. En sus palabras, “los posmodernos tendemos a pensar que la historia comienza con el indivíduo, en cambio, nuestra historia comienza antes, en toda la cadena de padres y maestros que nos preceden”. Así, recorre su historia desde el padre carnal, hasta el gran padre universal que fue Juan Pablo II, pasando por una serie de acontecimientos únicos, el dolor por el aislamiento de los países de su entorno y explicando su propia historia desde la historia de Europa.

Este cristiano ortodoxo, al narrar la experiencia de la plaza de Maidán trasluce ante todo una positividad dentro del drama que vive su pueblo. Una cadena de solidaridad que nace del deseo de bien de cada uno, aún inconscientemente. Un trabajo gratuito que recuerda a los chicos de las camisetas rojas, naranjas, blancas y de todos los colores que corretean estos días por el recinto ferial dando lo mejor de sí mismos por un amor que les ha alcanzado primero.

Otra imagen conmovedora ha sido la del rey David. Imaginemos, estos días, un outsider, uno por el que nadie daría nada, un estudiante de secundaria cualquiera. Un pastorcillo, frente a un gran poder. Un Goliat, un soldado temible. Como entonces, no sabemos cómo va a terminar la historia. Pero entonces, sucede que este pequeño estudiante, este David, este voluntario del Meeting, entra sin miedo en el terreno ignoto de la batalla contra el gigante, del estudio, de la cocina. Sin miedo, porque la historia está en manos del Misterio de Dios.

Según las palabras de Sigov, “El David de hoy se llama Francisco. Un hombre que no se calla. Sale de los muros de los esquemas. Da pasos concretos hacia las periferias. Él mismo va a las periferias. Es difícil enfrentar el miedo de la tiniebla. Muchos israelitas huían. También muchos líderes de hoy huyen. En cambio, David, Francisco, donde el miedo parece haberse convertido en normal, no tienen miedo, recordando la frase evangélica que Juan Pablo II nos enseñó de nuevo, ¡No tengáis miedo!”.

Es posible que la batalla dure mucho tiempo. En los meses siguientes a Maidán, Rusia rompió el antiguo compromiso con la invasión de Crimea. Lo que se había conseguido, fue destruido, y Putin se convirtió en el paladín del miedo. En cambio, en esta situación, es posible la esperanza. Es posible vencer el miedo con la unidad. Es posible la liberación a través de la comunión.

Como recordaba Alberto Savorana en el diálogo, esto ya surgió en Italia alrededor del 68. También entonces había un ansia de liberación a través de la revolución. Y algunos estudiantes tomaron conciencia de que también querían la liberación, salir del miedo. “Pero hemos descubierto que esta liberación no viene dada por un cambio de las estructuras, sino por el cambio de uno mismo, no sale de las manos del hombre, sino del Misterio, que se ha hecho nuestro amigo y compañero. Este es el deseo que tenemos. No conocemos el final, porque no está en nuestras manos. Pero el destino no ha dejado solo al hombre, sino que ha dejado la comunidad cristiana. La comunión. Esta es la primera contribución que se puede dar al hombre”.

Escuchando una experiencia como la de Sigov, es posible verificar como es la misma experiencia de Filonenko, y la misma experiencia vivida por tantos cristianos en diferentes contextos. Ante esta unidad de experiencias, es posible afirmar que somos una sola cosa.

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