Tres matices
Primero que los intereses son divergentes y polarizados, el Estado argentino busca el autoabastecimiento y Repsol el rendimiento del capital. Segundo, los temperamentos de ambas partes son diferentes, el Gobierno tiene una alta carga de política ideológica en todo su desempeño, de frente a criterios empresariales. Y tercero, las coyunturas en las que Repsol decidió invertir en YPF en 1992 y tomar el control en 1998, son muy diferentes a las del presente, cualquiera sea el punto de vista que se escoja (local, internacional, energético), por lo que las decisiones no serían las mismas.
Entonces, ¿qué alternativas tenían ambas partes? Repsol sabía lo expuesto, también cuando decidió girar dividendos en el último trimestre del 2011 desafiando las específicas advertencias contrarias del Gobierno. Un gobierno cualquiera, frente al desabastecimiento podría responder con políticas creativas, innovadoras, profundas, ejerciendo la propiedad que el Estado siempre tiene sobre los recursos del subsuelo. O hasta incluso decidir tomar el control sobre YPF y/o la salida de Repsol, de manera consensuada. Pero este Gobierno, no lo haría así, porque tiene un estilo de ganar o perder, tómalo o déjalo, amigo o enemigo, de no negociar nada, por el que jamás toma decisiones en conjunto. Esto lo tenemos comprobado durante casi 9 años de gobierno. Lo sabemos todos, incluido Repsol. Por lo que para este gobierno, frente a un problema y desobediencia tales, no hay otra alternativa que la expropiación, y así lo demuestran con todas las justificaciones que están haciendo todos estos días en todos los foros.
Y, ¿qué significa políticamente para Argentina? Además que el Gobierno cuenta con mayoría simple propia en ambas cámaras, está logrando llegar a la mayoría absoluta en ambos casos, por el consenso, aunque sea con matices, que logra despertar en la fragmentada y desorientada oposición. El único partido que se opuso de manera directa es el PRO, con Mauricio Macri a la cabeza, quien enunció una serie de verdaderas razones por las que no apoyar el proyecto de ley de expropiación. Con las cuales no ha entusiasmado a nadie. No ha logrado, hasta el momento emerger como un referente claro, y vaya si esta es una ocasión. Yo creo que si comunicara al pueblo dos razones, con energía, de manera contundente y conceptual, por ejemplo: "la expropiación es la alternativa que nos sale más caro", o bien "la intervención a YPF es la prueba de 9 años de inexistencia de políticas energéticas", o bien "puesto que el Estado es de todos, el bienestar no se alcanza con medidas unilaterales", tendría que lograr posicionarse. Pero parece que no tiene ángel. Mientras que el gobierno abruma.
Si proyectamos esta situación a las elecciones presidenciales del 2015, parece que nuevamente el kirchnerismo con cualquier candidato, incluido una hipotética habilitación constitucional a la reelección de Cristina, no tendrá contra. Así nos pregunto, foristas argentinos de Páginas Digital: ¿cómo contribuimos a que emerja una referencia opositora que refleje el sentimiento de felicidad de un pueblo, una alternativa de porte, políticamente eficaz? ¿Cuántos años necesitamos con un estilo, al menos incómodo, como el actual para madurar otro sujeto en política?