Transición: la izquierda contra su mejor pasado
Una historiadora que puede considerarse de izquierdas, como es Paloma Aguilar Fernández, explica que el equilibrio que hizo posible la redacción de la Constitución no se rompió ni en 2003, ni en 1996, sino "en las vísperas de los comicios electorales de 1993", cuando la izquierda ve peligrar su permanencia en el poder y "decidió romper el citado acuerdo político y hacer una campaña desesperada contra el Partido Popular mediante la instrumentalización de su pasado franquista" (Guerra Civil. Mito y memoria, MarcialPons).
El objetivo es reescribir eso que Payne llama "el suceso político de Europa Occidental que más atención ha suscitado durante las últimas décadas del siglo XX (…). La Transición no sólo democratizó la dictadura de mayor duración de un gran país europeo occidental, sino que lo hizo de un modo cívicamente ejemplar que dio como resultado un gran consenso, una suerte de modelo español" (Revista De Libros, número 156).
Al Gobierno de Aznar, el historiador Alberto Reig Tapia le acusaba hace cuatro años en un artículo de El País de haber rescrito la historia por haber guardado silencio y haber aplicado el "negacionismo histórico" al carácter genocida del franquismo. Es ese negacionismo el que atribuía, en su particular delirio, el ex fiscal Carlos Jiménez Villarejo en el acto de la Complutense a los jueces del Tribunal Supremo. Es necesario romper con El Mito de la Transición (Crítica), así se llama el libro de Ferrán Gallego recientemente publicado. No habría habido un proceso de reconciliación, ni un protagonismo del Rey o del pueblo que quería democracia. La Transición habría sido sólo el fruto de la lucha entre facciones del franquismo.
Lo más interesante es que Ferrán Gallego se enfada con Carrillo. No con el Carillo que se ha convertido en una pieza del zapaterismo, sino con el Carrillo que colabora, con el PCE que abandona el proyecto revolucionario, que acepta la bandera nacional y la Monarquía. Al Carrillo de entonces le critican lo que al Aznar de hace unos años: que no abriera un proceso por genocidio. Ignacio Sotelo, que siempre se ha considerado de izquierdas, escribe: "Gallego critica en Carrillo lo que a mí me parece su mayor mérito: haberse desprendido de la ilusión comunista, rechazar cualquier forma de subversión con un única meta: establecer lo antes posible una democracia homologable a la del resto de Europa. Como dijo Santiago Carillo, la alternativa posible era Democracia o Dictadura, y no República o Monarquía" (Revista De Libros, número 160).
Álvaro Delgado Gal, director de De Libros, ha tenido la inteligencia de hacer un careo entre los que quieren destruir el mito y un exponente de la izquierda que recuerda por qué la izquierda apostó por la reconciliación. El resultado es contundente. El zapaterismo se vuelve contra la herencia de los comunistas y los socialistas del 77, a los que estamos, todos, muy agradecidos.